“JUDY”

Un biopic al estilo clásico de Hollywood, con Judy Garland en su decadencia, una mirada nada grata de la industria del cine y una portentosa actuación de Renée Zellweger, una seria candidata a obtener la estatuilla de la Academia con su soberbia interpretación de quien fue una de las actrices más icónicas del siglo XX.

 Hay que declararlo desde el comienzo: el mejor motivo para ver “Judy” es la impactante interpretación dramática de Renée Zellweger, transformada en cuerpo y alma en la protagonista de “El mago de Oz”, la actriz Judy Garland, de quien se cuenta acá su última etapa.

Dejando de lado la actuación memorable de Renée Zellweger, este filme pude resultar decepcionante para los fanáticos del cine de Judy Garland, porque al estar centrado en la última etapa de la azarosa existencia de la diva de Hollywood, gran parte de su trayectoria se queda en el camino, resultando insuficiente los datos entregados para entender a cabalidad por qué esta actriz terminó convirtiéndose en un icono del séptimo arte, llegando a ser un símbolo para la comunidad LGTB de los años cincuenta.

El filme comienza en Londres, en 1968, época en que Judy Garland se ha convertido en leyenda por sus inolvidables actuaciones en “El mago de Oz” y “Ha nacido una estrella”, y se encuentra organizando una gira de cinco semanas que tiene todas sus entradas vendidas. En ese contexto y durante su accidentada estada en esa ciudad, la actriz y cantante inicia una relación sentimental, Mickey Dean (Finn Wintrock), su quinto y último marido.

Puede asegurarse que “Judy” es una suerte de moraleja que una vez más da cuenta de la voraz industria del espectáculo, en particular Hollywood, donde más importante que la calidad actoral era el físico y las apariencias.

Tal vez sea meritorio que este biopic no siga el curso habitual de las biografías sobre personajes famosos, situando su foco de atención en un determinado momento de la vida de Judy Garland, huyendo de los moldes predeterminados para referirse a esta actriz notable caída en desgracia.

El director Rupert Goold parte bien al emplear varios flashbacks que cuentan de qué manera el ingreso de Judy Garland en el mundo hollywoodense -cuando se convierte en protagonista de ‘El mago de Oz’- significó para ella el inicio del fin, por la manera en que la industria la presionó, abusó de ella (en más de un sentido) y limitó su talento.

Hay que recordar que la Garland fue la madre de Liza Minnelli (otro icono del cine mundial), quien hasta ahora no ha dado su aprobación respecto de lo que este filme revela: que a partir de ese bello musical clásico, la actriz se transformó en adicta a las píldoras, se volvió insegura y comenzó a evidenciar problemas psicológicos que la acompañarían hasta su muerte, cuando recién tenía 47 años

Un dato importante para considerar es que “Judy” se aparta de la imitación cuando retrata a la diva: acá la actriz que la encarna no canta ni baila y no se caracteriza para asumirse como un clon de la Garland, en un trabajo diferente al realizado, por ejemplo, por el camaleónico Rami Malek que se transformó en Freddy Mercury, cuando hizo su oscarizado rol en “Bohemian Rhapsody”.

Lo que hace notable el trabajo interpretativo de Renée Zellweger es que respeta al personaje, lo muestra con calidez y demuestra un evidente estudio emocional en cada una de sus cuatro interpretaciones sobre el escenario. Esto  hace que, en el 50 aniversario de la muerte de Judy Garland, su actuación como la diva icónica sea una verdadera lección.

Momentos para destacar, gracias al guion de Tom Edge, hay un guiño al momento actual y en particular a la comunidad LGTB cuando, en una bellísima secuencia, la actriz sale a comer con una pareja homosexual, que es tratada con una dulzura y un encanto visual más que necesario. El filme cierra con una maravillosa y emocionante interpretación de “Over the Rainbow”, el tema central de “El mago de Oz”, que la popularizó y sirve como el mejor punto final a su última gira profesional, por cuanto el 22 de junio de 1969 la artista falleció en la capital británica por culpa de una sobredosis por barbitúricos.

Se trata de un filme digno, hermoso, aunque no sea perfecto ni constituya la biografía definitiva de la Garland, pero sí es un vehículo estupendo para entender por qué esa actriz se convirtió en una leyenda que, después de cinco décadas, está inalterable en el corazón de los cinéfilos.

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El Heraldo de Saltillo
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