Resonancias de El hueco del amor

En la entrega anterior conté del gran amor de los perros Chihuahua de mi casa y de lo que ocasionó el Tírolo, con tal de acercarse a su amada Nina (https://www.milenio.com/opinion/arcelia-ayup-silveti/de-raices-horizontes/el-hueco-de-amor). Recibí numerosas respuestas, emotivas e ingeniosas que quiero compartir. Armando Guerra me escribió por WhatsApp: “La verdad está espléndido y muy bien descrita la terrible situación de tu perro ante la impotencia de ver a su media naranja por razones de salud. Me gustaría que alguien, un día, me quisiera como tu mascota a su amor..”

Okanny Arrieta, me compartió este mensaje: “Recuerdo un par de perros que tenía una tía, ambos de raza pequeña. Uno de ellos era mucho más grande y se había quedado ciego, y el otro le servía de lazarillo. Y de igual manera, el lazarillo se angustiaba cuando lo separaban del perrito ciego. El lazarillo le acercaba la comida, le lamía las orejas y la boca como limpiándole los dientes. Era una relación muy extraña, pero muy linda”.

De Javier Toledo me llegó esta anécdota: “El amor tiene una fuerza sobrenatural que todo lo puede, por eso Tírolo burló esa puerta. Los canes manifiestan ese sentimiento. Recuerdo ver cruzar a dos perros de la principal avenida que atraviesa mi querida Monclova, el automovilista no pudo evitar embestir a uno, el perrito viendo a su compañero herido sobre el pavimento, pedía auxilio de forma desesperada. Fue muy triste.”

Pasó lo que quería evitar, he aquí la opinión de Maru Ramos: “Hola querida, ese es un amor envidiable. Dime que esta historia no es de tus perritos hace algunos días, escuché uno con esos lamentos que describes, que metiche es tu vecina, ¿por qué no se espera al desenlace de tu columna? Jajajaja. Amablemente, don Javier Duarte Rosales me compartió: “Hay Tírolo Tenorio, su amor no solo rompe puertas, rompe barreras”.  A la vez, Alibeit Kakes me alegró con una breve nota: “Esa narración de hoy parece un poema. Afectos.” El padrino del Tírolo, mi amigo el chef Willie González, con orgullo presumió: “Ese es mi ahijado.” Espera el desenlace.

 

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El Heraldo de Saltillo
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