La feria de Saltillo
La escritura de la historia suele ser complicada y eso se debe a que ella toma su lenguaje de la sociedad misma, es ahí donde radica su problema. El vocabulario de los documentos es un testimonio y por tanto es imperfecto, debe ser, por consiguiente, sujeto a crítica.
Así pues, las palabras que hoy utilizamos no significaban lo mismo hace años, es decir, un evento que pasó hace siglos, aunque tenga la misma palabra, no es exactamente idéntico al de hoy día. Eso pasa con nuestra feria, lo que hoy concebimos como una fiesta con música de grandes artistas nacionales y regionales, con pabellones agropecuarios y juegos mecánicos, no es la misma feria de la época colonial.
En la actualidad, uno podría encontrar cualquier producto en los supermercados o en las páginas en internet que permiten comprar en línea. En la época colonial no era así. Las ferias comerciales nacen con la necesidad de comprar y vender productos que no se pudieran encontrar en la región. Saltillo era la villa más importante en el noreste de la Nueva España, lo que la dotó de un punto geográfico importante para este tipo de eventos, que eran a su vez fiestas tanto seculares como religiosas.
Las ferias conformaban una red de circulación de mercancías que recorrían todo el norte del México colonial. El investigador Arnoldo Hernández asegura que el periodo más importante de la feria de Saltillo en la época colonial fue durante los años 1777 a 1815, según los montos de los impuestos recogidos en tales años. Ahora bien, el Informe del gobernador de la Mitra, documento de 1791, relata que la feria de la villa del Saltillo se realizaba cada año, los últimos días del mes de septiembre y que venían gentes no solamente de Saltillo sino también del Nuevo Reino de León, de Texas, del Nuevo Santander (hoy Tamaulipas) y de Coahuila (se refiere a Monclova y sus alrededores). El informe también detalla una lista de los distintos productos que se vendían en la feria, tales como lanas, sal, cuero, mulas, ropa, jabón y monturas, además de varios productos comestibles como azúcar, arroz y garbanzo procedentes de la Nueva Galicia (actual estado de Jalisco) y de Michoacán. No obstante, entrado el siglo XIX, los productos que más se comerciaban aumentan, integrando también al algodón, piloncillo, aguardiente, vino, harina, trigo, frijol, cerdo, res, carne seca, manteca, chile, calzado y loza. Esto nos lleva a pensar que, en efecto, se trataba de un circuito que articulaba la circulación de productos comerciales de toda la Nueva España y que llegaban al septentrión.
Para 1790 había alrededor+ de 60 comerciantes en la ciudad que se dedicaban al negocio de la feria y según los documentos no realizaban sólo un giro, sino que podían vender tanto ropa y comida en un mismo puesto, incluso hasta libros. Los lazos fuertemente tejidos por los comerciantes en las distintas ferias de la Nueva España, permitían entonces que se encontraran en Saltillo tanto productos locales como de otras partes de la Nueva España y provenientes de algunas otras partes del mundo.
Hemos dicho que la feria de Saltillo se celebraba en los últimos días de septiembre y que su auge se dio a finales del siglo XVIII e inicios del XIX, es decir, que las noticias del movimiento de Independencia de 1810 llegaron a Saltillo por vías de la feria ¡imagínese! El movimiento insurgente provoca una seria de crisis para la Corona que obligan a aumentar los impuestos a las ferias comerciales, es así que la feria de Saltillo sufre una caída tanto que desaparece en el período de 1815 a 1825 y pasaría a la ciudad de Monterrey. Se renueva en el año de 1826 a 1889, aunque no con su importancia regional como se vivió en el periodo colonial. El mismo año de 1889 se realizó la Feria Mundial de París (feria por cierto en que fue presentada la Torre Eiffel) donde los saltillenses participaron con el monumento al poeta Manuel Acuña. Este nuevo tipo de ferias integrarían una nueva forma de organización, incluyendo exposiciones y diversión dándole una reestructuración, una idea incipiente de lo que vemos hoy día.
Las ferias también han inspirado a la literatura, lea el libro homónimo de Juan José Arreola, caleidoscopio de historias yuxtapuestas sobre un pueblito mexicano. En fin, la próxima vez que visite la feria de Saltillo, inúndese verdaderamente en ella y disfrute un evento donde la historia puede ser incluso palpable.
NADA TIENEN Que ver las ferias actuales, con las que se celebraban hace 200 años en la ciudad
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