San Ildefonso, el paraíso escondido de las fiestas patronales en Querétaro
El estridulo que producen los grillos con sus patas traseras, es lo único que rompe el delicado y ceremonioso silencio de la madrugada en camino a la pequeña capilla, andanza destinada a cumplir con una de las tradiciones de esta ancestral fiesta, que se trata de cantar las mañanitas a San Antonio de Padua el 13 de junio o domingo más cercano a esta fecha.
Es una conmemoración que se ha mantenido viva y nutriéndose de la idiosincrasia de cuatro generaciones de la familia Sánchez y los entusiastas pobladores, una festividad que comenzara con la propuesta de las consuegras María de Jesús Evaristo y María Dorantes, a principios del siglo pasado. Ellas llevaron una imagen de San Antonio de Padua a la capilla, que en aquel entonces pertenecía a la hacienda de la región y que hoy en día corresponde al pueblo.
El colorido sonoro y visual que propicia esta celebración religiosa, ha sido en honor a San Antonio de Padua, quien no es precisamente el patrón de la pequeña comunidad de San Ildefonso, del municipio de Colón en el estado de Querétaro; aunque pobladores y visitantes de esta terrosa región del centro del estado, recurren a él para solicitar sus favores religiosos.
Si regresamos en el tiempo un día, es decir, al sábado antes de las mañanitas, encontramos un poblado bullicioso, lleno de energía y entusiasmo por la veneración de su santo, que justo es decirlo, cada año hace volver a los antiguos habitantes de la región para mostrarle sus respetos a San Antonio, por lo que la capilla se llena de flores de todos tamaños y colores y el atrio de decoraciones con formas y luminosidad atípica, que solo se ve en estos días.
A 205 kilómetros de distancia de la Ciudad de México, es decir, a un poco más de 2 horas y media de camino en automóvil, la comunidad de San Ildefonso, se encuentra escondida entre cerritos llenos de nopaleras y deliciosos garambullos, frutilla deliciosa de las zonas desérticas mexicanas.
Llegar ahí es algo complicado, pues hay que atravesar unos cuantos kilómetros de milpas y vías del tren, pero en 10 minutos se interna uno en el mundo de la fe y la esperanza, en el que se divierten lo mismo, con el baile del grupo invitado, el sábado por la noche, que en la procesión para mostrarle su pueblo a San Antonio, el domingo después de las mañanitas o en la misa de las 3 de la tarde que prácticamente cierran los festejos eclesiásticos.
Pero la festividad va más allá de eso. En la celebración popular, se inmiscuyen todos los sentidos.
El de la vista permite disfrutar la colorida decoración y junto con el sentido del oído, colman de emotividad al nuestro cerebro, ávido de sensaciones, con un peculiar torito de papel cuché, al más puro estilo de las piñatas, pero con una estructura de madera, que le permite resistir al baile que es sometido por muchos de los asistentes al atrio del recinto religioso.
El baile del torito es un elemento representativo de esta festividad. Acompañados de la banda musical invitada y al son de “Toro Mambo”, las personas que se reúnen en la explanada de la iglesia para comenzar a bailar, mientras el torito de papel de mucho colores pasa de mano en mano, bailando todos, entorno a quien posee el distintivo. Eufóricos, los asistentes, chicos y grandes, jóvenes y viejos, ríen, cantan e interactúan con sus movimientos cadenciosos y reiterativos, volviéndose parte de un solo San Ildefonso de Colón, que se divierte para ofrendar su felicidad a San Antonio.
Como en toda celebración de éste tipo, los puestos de comida, las canicas, los juegos mecánicos, el tiro al blanco y tantos otros distintivos feriales, no pueden faltar.
En el puesto de las enchiladas queretanas -tortillas adobadas, fritas en aceite y acompañadas de papa, zanahoria, queso y crema- la gente se aglomera. “Parece que están regalando algo” dice un visitante que camina delante de nosotros, aunque el antojo es más grande que la incomodad de esperar nuestro turno y decidimos comparar un orden, que por cierto, trae recuerdos de la infancia a Karina, recuerdos de su abuelo y justo, esto es el resultado del esfuerzo de los abuelos, una celebración añeja, que se renueva con las generaciones que aportan ideas y emociones.
Las fresas con crema, son otro elemento característico que no puede fallar en esta festividad y que refleja la influencia alimenticia de la región, muy cercana a Irapuato, Guanajuato, la capital nacional de la fresa.
Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com
Autor
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Periodista, escritor y catedrático. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva por la UNAM y actualmente maestrante en Comunicación por la UACH.
Titular de columna "Cinematógrafo 04". Imparto Taller de Micrometrajes Documentales, así como el Diplomado en Cine y Cultura Popular Mexicana.
Ganador del premio a la investigación Ana María Agüero Melnyczuk 2016, que otorga la Editorial argentina Limaclara
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