Francisco Treviño Aguirre
Historias que inspiran: Fernando Valenzuela
Nacido el 1 ° de noviembre de 1960 en Etchohuaquila Sonora, “El Toro” Valenzuela es considerado el mejor pitcher mexicano de todos los tiempos. Sus grandes hazañas en la mejor liga de béisbol del mundo lo dejan muy claro. Fernando dejó un récord de 173-153 en ganados y perdidos en Grandes Ligas, teniendo un porcentaje de carreras limpias de 3.54 y 2,074 ponches. Fue el pitcher con mejores estadísticas de 1981 a 1986 así como: Premio Cy Young y Novato del Año (1981), seis veces llamado al Juego de Estrellas, Guante de Oro (1986), 3 veces Bat de Plata (1981, 1986 y 1989), más blanqueadas en una campaña (6, 1986), más victorias en la Temporada 1986 (21), cinco ponches consecutivos en Juego de Estrellas (1986) y lanzó un juego perfecto (sin hit ni carrera) en 1990 frente a los Cardenales de St. Louis. A quienes tuvimos la fortuna de verlo jugar, era todo un espectáculo. Existen muchas historias de Valenzuela durante su andar en el béisbol profesional, para lo cual me voy a permitir transcribir una que relata Bulmaro García Romo, quien fuera compañero de Valenzuela durante su paso en la Liga Mexicana de Béisbol. “Fernando gozaba jugando béisbol. Ganaba $800 pesos al mes con los Leones de Yucatán y con eso era feliz, a sus 18 años y enamorado de Linda, una jovencita yucateca. Salir a lanzar era su mayor satisfacción y habiendo salido de Etchohuaquila, Sonora, realmente era muy poco lo que sabía de los grandes del béisbol. En aquel 1979, se enfrentó por primera vez a La Leyenda, en un partido de la Liga Mexicana de Verano. No tuvo problemas y sacó el out con su sello característico: el ponche. De camino al dogout, lo alcanzo para felicitarlo por haberle pasado el tercer strike al peligroso bateador. Fernando solo preguntó me extrañado:- ¿Quién es ese “maistro”? – Héctor Espino. Así llegó Fernando a las Grandes Ligas el año siguiente, lanzando 18 entradas sin permitir carrera, al final de la temporada de 1980. Si hablaba poco en español, simplemente no tenía idea de lo que se comentaba a su alrededor en inglés. Cuando se convirtió en el centro de la atención en 1981, el zurdo no cambió. Siguió siendo el muchacho sencillo enamorado de Linda, su novia yucateca, con la que se casó tan pronto como pudo, sin importar que ya había dado el siguiente paso para convertirse en uno de los primeros pitchers en tener un salario de un millón de dólares en la Gran Carpa. Todo mundo se preguntaba cómo era que aquel jovencito salido de un ejido en el noroeste de México podía tener el temple para enfrentar a los más temibles bateadores y salir ileso. El secreto era muy simple: no sabía quiénes eran. La mente de Fernando Valenzuela no estaba condicionada por la fama de sus oponentes. No tenía miedo a los nombres, solo veía a gringos, güeros, negros, bigotones, greñudos, pelones, hablando en un idioma desconocido. Resolvía cada situación en el momento, siempre disfrutando el juego y así era como podía ponchar o dominar con inofensivas rolas o elevados a esos “maistros”: Mike Schmidt, Pete Rose, Andre Dawson, Willie Stargell, Ken Griffey y demás monstruos de la época. Lo mejor que nos pudo regalar, además de los muchos momentos electrizantes a lo largo de su carrera como jugador activo, es esa lección fundamental: no dejes que tu mente te condicione con el miedo y el prejuicio de “saber”. Puedes hacerlo. Si disfrutas lo que haces y tienes el carácter para atreverte a convertir en tu trabajo esa actividad que amas tanto que la harías aún sin cobrar, el éxito es inevitable.” Fernando Valenzuela: una historia que inspira.
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