EVO Y EL SÍNODO

RUBÉN IGNACIO MOREIRA 

“Es urgente enfrentarnos a la explotación ilimitada de la “casa común” y de sus habitantes. Una de las causas principales de la destrucción en la Amazonía es el extractivismo predatorio que responde a la lógica de la avaricia, propia del paradigma tecnocrático dominante”.

Los efectos de la destrucción ambiental son evidentes y en el horizonte no aparece la posibilidad de un cambio radical que mejore la forma en la cual actúa la sociedad sobre la naturaleza. La cultura humana necesariamente impacta y modifica su entorno. Así ha sucedido desde los remotos tiempos en los que el más lejano de nuestros antepasados utilizó la inteligencia y no el instinto para vivir. La fragilidad física de la especie fue compensada con la capacidad de resolver problemas y retener culturalmente los aprendizajes.

Sin embargo, la aptitud intelectual que le permitió al hombre sobrevivir a otras especies, se ha convertido en un riesgo para él mismo, e incluso para los demás seres de la creación. El capitalismo voraz, el consumismo y lo que podemos denominar el confort de la civilización occidental, son tres elementos −producto de la inteligencia humana− que empujan la destrucción del planeta.

El confort de la civilización occidental, entre otros daños, acelera el cambio climático y la ruptura del desarrollo sostenible. Es fácil distinguir algunas de las conductas perniciosas que lo caracterizan. Así encontramos, el excesivo consumo de carne y lácteos que degrada tierras, agota los mantos friáticos y elimina cultivos que pueden sostener a millones de personas; o la moda de grandes supermercados que destruyen economías locales, asfixian a los productores e importan estilos de vida ajenos a las realidades nacionales; o el uso vehículos de gran cilindraje que intoxican la atmósfera y constribuyen a la eliminación de especies.

Para lograr que la sociedad acepte el costo ambiental, los empresarios arman poderosas campañas publicitarias que hacen ver conveniente una vida llena de satisfactores. Para acabarla de fregar, dirían los clásicos, el consumidor paga el despliegue de comunicación chatarra, y de su menguado salario se cubre una actividad que no mejora el producto que adquiere.

El párrafo que abre esta columna forma parte del documento final del Sínodo Panamazónico recién clausurado por el Papa Francisco. En la red se puede encontrar el texto íntegro y descubrir que las reflexiones y soluciones que se proponen son aplicables a cualquier región del tercer mundo. También es fácil concluir que la riqueza de muchas de las naciones del norte se sostiene por la depredación de aquellas que están al sur.

Mucho se puede decir sobre Venezuela y Bolivia, pero sin duda son bocados apetitosos para el capitalismo voraz que reclama disponibilidad de petróleo y minerales baratos. Evo y su obra deben ser juzgados por su pueblo y no por los que se han beneficiado por la expolio de la riqueza boliviana.

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El Heraldo de Saltillo
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