En los últimos sexenios no habían ocurrido crisis de gobierno como la que actualmente padece el país bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador, con apenas poco más de un año al frente del Poder Ejecutivo.
El problema del narcotráfico ha crecido de manera exponencial, sin que el gobierno federal encuentre la fórmula para disminuir o por lo menos mantener los niveles de penetración de las bandas en la sociedad y de crueldad y variedad criminal.
Después del caso de la familia LeBaron en Chihuahua, los ojos del mundo y sobre todo de los Estados Unidos se posaron en México para coincidir en la crítica hacia un gobierno ineficiente, incapaz de frenar el accionar de los delincuentes cada vez mejor equipados con armamento que procede en casi el 100 por ciento del vecino país.
Al ofrecimiento del presidente estadounidense Donald Trump, de apoyar a México con fuerzas armadas, que rechazó López Obrador y secundó el Congreso de la Unión, sobrevinieron posturas muy delicadas como la del diario Wall Street Journal que no descarta una “operación militar de Estados Unidos en México para proteger de los cárteles a los ciudadanos estadunidenses, si no puede controlar su territorio”.
El secretario de Seguridad Federal, Alfonso Durazo Montaño, no da una, como la mayoría de los miembros del gabinete de AMLO. Y este, más que preocupado por la operación fallida en Culiacán y la atroz masacre de doce miembros de la familia LeBaron, da muestras de interesarse más en contestar los tuits del expresidente Felipe Calderón y de su intolerancia ante las críticas de los medios de comunicación. Y mientras tanto crece la tensión entre el jefe del Ejecutivo y los mandos de la Secretaría de la Defensa Nacional, lo cual es sumamente preocupante, y el mismo AMLO, innecesariamente, pone sobre la mesa el tema de un eventual golpe de estado.
El líder de la Cuarta Transformación se ha mostrado sumiso ante las posturas groseras de Trump y también condescendiente ante los garrafales yerros de sus colaboradores, cuando a estas alturas resulta indispensable que se deshaga por lo menos de dos de sus miembros de su caricaturesco gabinete.
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