CONAGUA, ESE MONIGOTE

La sobreexplotación de los mantos acuíferos, el acaparamiento de las aguas nacionales en general, la especulación y la contaminación han sido la constante en el país a pesar de la creación de organismos como la Comisión Nacional del Agua. La consecuencia es el padecimiento de una sequía cada vez más intensa.

Paradójicamente la misión de la Conagua, dependencia creada en 1989, es “administrar y preservar las aguas nacionales con la participación de la sociedad para lograr el uso sustentable del recurso”.

A ciencia y paciencia de dicha comisión el 66.6 por ciento del territorio mexicano padece diversos grados de sequía. De acuerdo con documentos del Colectivo Agua para Todos y de la Coordinadora de Trabajadores en Defensa del Carácter Público del Agua, de las 554 mil concesiones otorgadas por Conagua en 27 años, el 31 por ciento ha sido para favorecer a grandes empresas consumidoras en los ramos industrial, agrícola, inmobiliario, granjas, embotelladoras, refresqueras, lecheras y cerveceras, principalmente. En los documentos desfilan los nombres de Bachoco, Sukarne, Lala, Danone, Pepsi, Nestlé, Femsa, Cemex, Apasco, Pfizer, Bayer, Geo, Ara, ICA, Homex.

El problema, de acuerdo con las agrupaciones en defensa del agua, es que las concesiones se otorgan a plazos de diez, 25 y hasta 50 años, lo que constituye una verdadera privatización del recurso; implica que el gobierno deja de tener la rectoría sobre su explotación, amén de que las concesiones se extienden sin consentimiento ni conocimiento de las comunidades que dependen de esa agua proveniente de ríos, manantiales o subterránea. Se violan vedas, límites de disponibilidad, de derechos de núcleos agrarios y de pueblos indígenas, y sin ningún sistema efectivo de control sobre contaminación.

Las consecuencias son que las comunidades se quedan sin agua, recurren al tandeo, la que consumen está contaminada o tienen que recorren kilómetros para conseguirla. El agua es de quien tuvo “arreglos” con Conagua, de quien tiene el pozo más profundo y la bomba más potente, en certeras palabras de Ángel Martínez, representante de la Coordinadora.

 

 

 

 

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El Heraldo de Saltillo
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