¡SAQUÉ MIS PLACAS!

¡Saqué mis placas! Ahora sí puedo circular libremente por la ciudad de Torreón. No tengo que andar escondiéndome por callejuelas mal pavimentadas y peor iluminadas, ni preguntando por la ubicación de los terroríficos operativos que cierran bulevares y calzadas a la caza de automovilistas morosos.

Conduzco por la amplia avenida esperando toparme con uno de esos operativos y poder filtrarme con presunción de ciudadano cumplido. Pero no aparecen policías ni empleados de la Administración Fiscal, ni los temibles conos que restringen la circulación a un solo carril.

Mientras tanto, no puedo evitar fijarme en las placas de todos los automóviles que circulan a un lado, adelante o detrás de mí. Me complace con gran satisfacción que hay otros conductores que también se pusieron al corriente con sus láminas y volteo a verlos como saludando a un socio de un exclusivo club. Ni siquiera cambio de carril bruscamente, me siento un ciudadano modelo.

También circulan autos, cuyos propietarios no han actualizado sus placas; las “cafés” y las “del dinosaurio”. A estos últimos los veo con cierto desprecio. Cuánta irresponsabilidad.

Los operativos no aparecen. Hoy que sí quiero un encuentro con ellos. Sólo un agente de Tránsito y Vialidad monta guardia en una esquina. Le clavo una mirada retadora esperando obtener una aprobación. Pero parece no importarle si porto las actuales, las cafés o las del dinosaurio. O ninguna. Qué decepción.

Más tarde, oigo a un grupo de amigos quejarse de las medidas estatales para obligar a los causantes a ponerse al corriente; protestar porque la grúa con placas viejas se llevó al corralón un auto; calificar de terrorismo las acciones de cerrar calles; quitar láminas y aplicar multas exorbitantes. Que son medidas inconstitucionales. Apenas los escucho.  Ya dejé atrás el desasosiego y la psicosis provocados por manejar violentando seriamente el estado de derecho.  Yo me atrasé en la mensualidad del auto usado, pero ya tengo mis placas. Lástima que no aparecen las patrullas del operativo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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El Heraldo de Saltillo
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