La palabra protesta proviene del latín protestari, formada por el prefijo pro, ante y el verbo testari, testificar. Se usaba en el sentido jurídico para atestiguar la inocencia de alguien yendo contra los cargos del fiscal. Esta palabra ha ido evolucionando hasta significar estar en una posición contraria.
Pero ¿cuál es el corazón de una protesta?, ¿son las emociones que esta genera, o quizá el recuerdo de aquello que nos inquieta?, ¿es el espíritu de justicia o la idea de venganza? o quizá conviene preguntarnos ¿se trata de una válvula de escape que libera presión?
Algunos datos de las marchas que se han convocado los 2 de octubre son: en el 2014 participaron 5 mil asistentes que desde 3 puntos diferentes se movilizaron por la ciudad de México; 2015 fueron 15 mil asistentes; 2016, 6 mil 500 asistentes; en el 2017 4,100 asistentes y en el 2018 hubo 65 mil asistentes.
Antes de la marcha del 2 de octubre la Ciudad de México luce amurallada, muchos recintos históricos están ocultos tras barricadas de madera que pretenden protegerlos. Las sucursales han cerrado, lamentablemente no en señal de recuerdo a lo sucedido sino en señal de miedo a lo que viene. Incluso la Secretaria de Seguridad Ciudadana del Gobierno de la Ciudad de México ha emitido un comunicado enlistando las sucursales bancarias vulnerables a ataques por esta marcha.
La violencia, 51 años después, parece que solo ha cambiado de posición en el tablero y el 2 de octubre sigue siendo un día que no se olvida, pero no por lo que ocurrió en la plaza de las culturas, sino por lo que ocurrirá durante una marcha que se pretende contener con un círculo de paz.
¿Buscamos justicia o buscamos venganza?, parece que el destrozo se convierte en desesperación o en una acción actual que nos enseña que el corazón de una protesta no es un recuerdo sino una oportunidad.
Ya las autoridades han dicho que no habrá detenciones y que por lo mismo no deberá haber encapuchados, como un día que purgue la gran presión social permitiendo una libertad para soltar el odio y el hartazgo, no importa contra quién mientras se pueda ligar a un recuerdo.
¿Cuándo aprendió el mexicano a protestar?, ¿Desde la cuna o cuando se levantó para conquistar algo? Creo que reducimos las grandes conquistas a protestas, y lo cierto es que la protesta sin resultados no es más que una estéril acción.
Cuando escribo este artículo, amanece apenas el 2 de octubre, el café que perfuma el recinto parece advertir una incógnita sobre lo que pasará durante el día. El día inició con un pequeño temblor a las 5:13 en Oaxaca que se sintió levemente en la Ciudad de México, pero preludia más temblores, las caras preocupadas de policías que son parapetados en locales cerrados ante monumentos tapiados y bajo un discurso que pretende asegurar de todas formas que no se usará la violencia.
Cuando se protesta desde la justificación es fácil narrar el odio, la vergüenza y el dolor que el pasado causa. Cuando se protesta del futuro se piensa diferente. Se protesta buscando ver el cambio que es posible hacer.
Pero entonces, ¿De qué protesta el mexicano?…
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.
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