En diciembre de 1998, en un accidente automovilístico, Ricardo sufrió fractura de mandíbula; le causó limitación en el habla y dificultad para respirar
Monclova, Coahuila.- Después de 20 años sin poder abrir la boca para hablar y comer, Ricardo podrá llevar una vida normal. En el Hospital General de Zona (HGZ), No. 7, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en Monclova, le practicaron una complicada cirugía maxilofacial para corregir una fractura de quijada, que al soldar sin atención médica, impedía la movilidad de la mandíbula.
La operación duró seis horas y requirió esfuerzo, dedicación y precisión de un equipo multidisciplinario, integrado por una otorrinolaringóloga y dos anestesiólogos, encabezados por la cirujana maxilofacial Wendy Paola Delgado Galván.
En diciembre de 1998, el paciente sufrió un accidente automovilístico, en el que resultó con fractura de quijada. Al no recibir atención médica, el hueso se unió de manera inadecuada y provocó una “anquilosis de la articulación temporo mandibular bilateral”, que se traduce como la imposibilidad de movimiento en una articulación que está hecha para moverse.
La especialista explica que después de una fractura, el cuerpo humano busca la forma de repararse naturalmente, y en el caso de Ricardo, los huesos crecieron de manera anormal y causaron la inmovilidad.
La parte dañada era el cuello del cóndilo mandibular, que viene desde la oreja hasta la barbilla (quijada), hace la función de una bisagra o gancho, y une esta parte con el cráneo. Como consecuencia de la fractura, no podía abrir la boca ni masticar, y se le dificultaba la respiración y el habla.
La anquilosis es la unión de dos huesos que deben moverse, como la rodilla o el codo. En lo que respecta al cráneo, la única articulación móvil es la quijada, que en este caso estaba pegada, por lo que hubo necesidad de practicar una “osteoplastia de articulación temporo mandibular”, que consiste en separar la mandíbula del cráneo, mediante cortes en el hueso que se ubica a la altura de la oreja (preauricular).
Separaron los tejidos blandos, piel y capas de grasa con uso de instrumental especial, hasta encontrar la unión de los huesos que se denomina anquilosis, ahí procedieron a realizar líneas de corte y sobre ellas, con un cincel y martillo, empezaron a fracturar para abrir nuevamente la boca.
Para que no se vuelva a unir el hueso, entre el cráneo y la mandíbula colocaron un injerto de tejido del músculo temporal, que se ubica en la sien, el cual garantiza que el paciente seguirá con movilidad.
Este tipo de operaciones son inusuales y no es común que se practiquen en hospitales de Segundo Nivel, sin embargo, debido a la capacidad y profesionalismo del equipo multidisciplinario del HGZ No. 7, decidieron asumir el reto, que resultó exitoso.
Un desafío adicional, que hizo aún más difícil el manejo, es el hecho de que el paciente no se podía intubar, precisamente porque no podía abrir la boca.
Aunque las fracturas de mandíbula son comunes, la historia de Ricardo es insólita, por ser de ambos lados (bilateral) y por la malformación que presentaba debido a que no se atendió.
Desde el primer día posoperatorio, Ricardo comenzó a comer. La indicación es que mueva la articulación para que no vuelva a unirse, y aunque aún tiene un poco de limitación, de manera gradual se irá corrigiendo.
“ME COMÍ UNAS QUESADILLAS CON CARNE”
Con gran satisfacción, expresa que apenas se recuperó y comió su platillo favorito: unas quesadillas con carne. Añade que el privilegio de disfrutar de la comida es un gusto que muchos pueden darse, pero pocos valoran.
Comenta que tras el accidente, perdió los dientes delanteros, gracias a ese orificio podía introducir alimentos blandos por el orificio, como papillas, caldos o carne molida o desmenuzada.
También presentaba problemas de lenguaje, pocos entendían su forma de comunicarse y ello afectaba su autoestima. Sin poder contener el llanto, explica que los médicos del IMSS le devolvieron las ganas de vivir.
Recuerda que en vísperas de la navidad, en 1998, circulaba por la carretera Castaños-Monclova, a bordo de un vehículo de la empresa para la que laboraba, era de madrugada cuando sufrió una volcadura. Tras el impacto Ricardo quedó prensado, su amigo y acompañante, Heriberto, sufrió graves lesiones y horas más tarde murió en el hospital.
En el momento se atendió diversas lesiones, sin embargo, la fractura de mandíbula con el tiempo le generó problemas. Dos años después del accidente, Ricardo emigró a Estados Unidos para trabajar y ahorrar dinero. Estuvo siete años en Houston, Texas, y regresó a México para atenderse.
En un principio, intentó operarse en un hospital particular, pero el costo era elevado, por lo acudió al IMSS. La esperanza de una mejor calidad de vida estaba latente. El 24 de julio pasado, 11 horas después de la intervención quirúrgica, recuperó la movilidad de la boca.
A sus 42 años de edad, afirma que se siente feliz, continúa en rehabilitación y agradece el apoyo del equipo médico, integrado también por la otorrinolaringóloga, Ángela René Gonzalez Tijerina, los anestesiólogos Yael del Río Ábrego y Cruz Ishel Pérez Maldonado, y demás personal multidisciplinario del Hospital General de Zona No. 7 del IMSS. (EL HERALDO)
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