Es el entretenimiento televisado una feria de atracciones y exhibiciones a la cual acuden las personas para mirar tanto los prodigios como las aberraciones que oferta el mundo. Y hoy más que nunca, con la facilidad de la programación bajo demanda, las plataformas digitales e incluso, el sencillo acceso a través de los dispositivos móviles y tabletas, el número de tiempo que el ser humano promedio dedica al contenido audiovisual ha ido peligrosamente en aumento. Ni que decir que desde la perspectiva saludable, pasar horas excesivas frente a una pantalla o celular produce trastornos oculares y de sueño, hábitos de consumo perjudiciales, comportamiento poco social, depresión y fatiga.
Y el problema se incrementa para las nuevas generaciones, puesto que según un estudio publicado por la revista británica Biologist, a estas alturas de dependencia tecnológica en el mundo, un niño al cumplir seis años de edad ya ha empleado en promedio, un año entero de su vida frente a una pantalla.
A lo anterior sumemos los efectos perjudiciales respecto a la calidad moral y de valores que forman parte de algunos exitosos contenidos. Por ejemplo, las muy famosas series de violencia extrema, que enaltecen figuras y modos de actuar estrechamente relacionados con la crueldad, agresión e incluso comisión de delitos que son presentados con toda la normalidad del mundo como si se trataran de conductas dignas de emular y que invariablemente nos conducen a la pérdida irrecuperable de nuestra capacidad de asombro.
¿Hasta qué punto las futuras decisiones de un televidente compulsivo, pueden verse dominadas por la pasión de un drama televisivo? Es un tema de reflexión, puesto que de manera inconsciente utilizamos referentes mentales alojados en nuestra memoria y cuando estos se repiten de manera frecuente en nuestra actividad visual y de razonamiento, es fácil pensar que actuemos influenciados por lo que vemos. Físicamente somos lo que comemos, intelectualmente lo que leemos, o en estos tiempos desdichados, lo que seguimos en la pantalla.
“La televisión ha acabado con el cine, el teatro, las tertulias y la lectura. Ahora tantos canales terminan con la unidad familiar.” Antonio Mingote
Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.
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