LOS LÍMITES DE UNA PROTESTA

La reciente protesta, en contra de la violencia hacia la mujer, realizada en la ciudad de México se convirtió en un fenómeno viral, porque en ella se vieron escenas de violencia, de vandalismo y de agresión al mismo tiempo que se recordaron episodios de rabia y frustración ante una nación insensible por tragedias irreparables como el feminicidio o la violencia de género.

Pero el verdadero debate en redes se centró en los límites. Comienza a aparecer una pregunta que se antojaba lejana hace algunos años con el florecimiento de la presión social para y por la libertad. Establecer los límites de lo políticamente correcto empieza a ser una necesidad en una sociedad que no encuentra los medios efectivos para corregir su malestar.

Estos límites son establecimientos comúnmente aceptados que habrán de edificar la vocación de disciplina que hemos de tener para asegurar una convivencia. Porque la vida en sociedad no puede permitirse una total libertad sin llevarla a ella a disminuir la de los otros.

El ánimo social de los llamados baby boomers, aquellos nacidos después de la gran guerra y hasta 1965, se reducía al pronombre “nosotros”, el poderío gremial encontró grandes impactos, nosotros los profesionistas, nosotros los padres, se escuchaban para esquematizar lo social. La generación que les siguió, los x, veían el mundo y la sociedad a partir de su individualidad, cobró especial importancia el yo, en una generación que se observa de comportamientos egoístas y hedonistas. Pero son los millennials quienes han establecido su percepción social a partir de “los otros”, es tanta su pasión y empuje, en una generación despierta y ávida de cambios que se identifica con las luchas de otros. Aunque hay una disminución de lo propio y una identidad que se tambalea ante el buffette de posibilidades, los otros se vuelven importantes y su lucha digna y por ende propia.

Pero en estos tiempos en que las emociones cobran un papel determinante y los absolutos tienden a diluirse en cambiantes “depende” se vuelve difícil señalar lo que está bien o está mal. Buscamos tanto la aprobación que un daño público hoy depende no solo de quien lo realice sino del momento o el tiempo en que lo realice. Que peligroso momento, porque se puede apabullar una protesta sentida, justa y necesaria en una catarsis que nada de provecho deje, sino evidenciar lo que Hobbes había indicado; “el hombre es el lobo del hombre”.

Tenemos grandes retos, desde lo nacional y público hasta lo íntimo e individual, no podemos ni obviar ni generalizar todos ellos, sería inútil y estéril, pero si debemos entender que en el mismo barco no se pueden atacar los camarotes para descargar la ira o la frustración.

¿Cuáles serán los límites de una protesta?, para el que sufre se antoja ninguno, pero aún en ellos deberá haber entendimiento para evitar convertirse en lo mismo que ha sancionado. Porque el país no está hecho de buenos o malos está conformado de mexicanos. Que la voz siempre suene, como la tinta también que se lea, pero que ni una ni otra busquen otra cosa más que hacernos mejores, más humanos y más genuinos, para saber siempre después de cada conquista, que valió la pena.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

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El Heraldo de Saltillo
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