CRONICAS TURISTICAS

La evolución de citadino a pescador deportivo: Playa del Carmen, Quintana Roo

Cuántas veces hemos visto en la televisión imágenes de los clichés de la pesca: un tipo recostado a medio dormir en su lancha estática, esperando que su caña pique algún pez… pero eso está muy alejado de la magia y adrenalina que genera una verdadera sesión de pesca deportiva y para ello, nada como la Riviera Maya para ofrecernos el clima, la belleza del paisaje –a pesar de sargazo- y los ejemplares marinos necesarios.

El azul marino de la mañana –muy temprano- tapiza el techo natural del exterior, que se funde en la mirada con el mar. En la orilla de la playa, en la zona denominada “El Recodo” de Playa del Carmen, para ser más precisos, lo primero que hacemos es revisar que, tanto cañas, como carnada y demás implementos necesarios como la cerveza, un reproductor de música, el tequila y los respectivos vasos, estén en la lancha deportiva. Si el soldado lleva fusil y casco a la batalla, nosotros llevamos adrenalina y espíritu aventurero en nuestro camino a Altamar.

Ansiosos pero contentos, subimos al bote y como en Montaña Rusa, levantamos las manos para iniciar la aventura. El cielo pierde de a poco su tono oscuro y esclarece. El güero nos sonríe y exige el uso de bloqueador y una gorra.

A gran distancia de la playa, en mar abierto, se separan las líneas (los cables que sostienen a las cañas y que sirven como alarma de pesca) para que no se enganchen los anzuelos de cada una de las 4 cañas que lleva la lancha y avanzamos a toda velocidad para atraer a los peces grandes.

Ciertamente es una prueba muy intensa para los que tenemos estómago de hierro, pues el constante bamboleo que propician las olas del mar abierto, convierte a nuestro transporte en una licuadora que a muchos les provoca vómito y a otros nos pone más alertas.

Desde la orilla, el mar representa una gran línea azul en gran medida insignificante, sin embargo, en un chasquido nos deja ver su fuerza, a pesar de que es un día de oleaje tranquilo, salpica con rudeza el agua salada en nuestros rostros para despertarnos del letargo en el que habíamos caído con el mareo.

La mañana se va rápido, entre los acordes de Andrés Calamaro que cantamos en grupo:

 

Estoy cansado de buscar,

Algún lugar encontraré,

Estoy mal herido, estuve sin saber qué hacer,

En algún lugar te espero.

 

Decir salud en altamar es un sinónimo de “tendremos buena pesca” y los deseos de buena pesca son constantes hasta que por fin una de las cañas comienza a moverse, primero ligeramente y después de manera un tanto brusca. El brindis ha sido fructífero, muy probablemente esta tarde estaremos saboreando un pez muy fresco.

“Ya picó” es el clamor de batalla que activa a la pequeña comunidad que abordamos el bote con el propósito de que cada quien asuma su responsabilidad para subir al pez. Todos dejamos nuestros vasos, unos se acercan a la caña para enroscar la línea y aproximar al maravilloso Marlín de 29 kilos que vemos brincar a alturas poco comunes, intentando zafarse del anzuelo, pero no lo consigue.

Luego de un buen rato de lucha compartida, uno con la caña en la mano, otro tomando fotos, uno más dando instrucciones, otro gritando frenético “ya casi, ya casi”, por fin podemos subir al “bicho” en el bote y la emoción invade a toda la tripulación. Cada quien lo demuestra de formas diferentes, uno incluso se tira a la mar de pura felicidad.

Luego de esa experiencia casi religiosa, ya regresamos a la orilla, ahora sí, con un sentimiento de relajación tremendo que nos permite apreciar las grandes maravillas de la naturaleza; desde donde nos encontramos, vemos varios tonos de azul, desde el marino o intenso, hasta el turquesa de la orilla y el azul muy tenue prácticamente sobre la playa.

El camino de regreso nos deja ver una de las tantas maravillas de la naturaleza, una tortuga que nada en sentido contrario a nuestro recorrido, avanzando con destino al mar abierto, sin preocupación alguna. Al fin llegamos a la orilla y entre dos pescadores –así nos llamamos ahora que capturamos al pescado- bajamos al bicho para que en unos minutos lo podamos cocinar y las familias disfruten de semejante manjar.

El sentimiento de relajación, fraternidad y admiración es apenas una parte de las emociones que deja la magia de la pesca deportiva.

Viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com

 

 

GEOGRÁFICA

Playa del Carmen se encuentra al Sureste de México, en la Península de Yucatán, es la cabecera municipal de Solidaridad, Quintana Roo. Asimismo se encuentra en la región denominada Riviera Maya. La ciudad vive del turismo nacional e internacional y sus costas las bañan las aguas del Mar Caribe con hermoso color turquesa.

 

Autor

El Heraldo de Saltillo
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