INDICADOR POLÍTICO

El dilema del PRI: su desaparición (Ivonne y Ulises) o para ganar (Alito)

Cuando en el primer debate entre aspirantes a la presidencia del PRI le preguntaron a la candidata Ivonne Ortega Pacheco cuál era su proyecto para el PRI, su respuesta dejó medir su medianía política: dijo que no tenía proyecto y que por eso peguntaría a los más de 7 millones de militantes qué partido quisieran.

Y cuando la pregunta se le formularon al exgobernador campechano Alejandro Alito Moreno Cárdenas, su respuesta fue más directa: para volver a ganar.

La tercera opción –inexistente porque no cumplió los requisitos de la convocatoria, pero vigente en medios– es la del exgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz. Su propuesta es la que más le conviene al gobierno de López Obrador: dinamitar al PRI desde dentro, dejarlo inservible y pasar a los priístas a Morena.

El PRI nació, escribió en 1972 Daniel Cosio Villegas en El sistema político mexicano, para evitar las guerras internas, para redistribuir el poder entre las elites y para garantizar el cumplimiento de las metas de la Revolución Mexicana. Y al nacer desde el poder, su deber era ganar elecciones.

Ahora, a noventa años de existencia, el PRI se va a debatir entre su refundación desde cero (Ortega y Ruiz) o su reorganización para volver a ganar elecciones (Alito). Ortega y Ruiz apelan a la militancia inexistente como base partidista social y formada paradójicamente por los priistas que funcionaron de manera pasiva, subordinada al presidencialismo y a la espera de posiciones regaladas de poder. La vieja militancia es la del viejo PRI del dedazo, de los grupos de poder, del escalafón autoritario.

También de manera contradictoria, la militancia a la que apelan Ortega y Ruiz es la que quiere el regreso del viejo PRI que ganaba elecciones con el apoyo del Estado, del gobierno y de las alianzas de poder y que nada tenía que ver con la democracia procedimental, es la militancia que se robaba urnas y que acarreaba votos, es la militancia que avaló el neoliberalismo de Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo y Peña Nieto y que aprobó la decisión salinista de borrar de los documentos básicos del PRI el concepto y significado de Revolución Mexicana, es el PRI de Ortega y Ruiz.

Entrado a la lucha política después de la derrota del 2000, la propuesta de Moreno Cárdenas suena más sensata: los partidos se inventaron para organizar la disputa y el acceso al poder; y desde su fundación, el PRI ha visto pasar cuando menos tres generaciones de políticos priistas forjados para ganar elecciones y mantener el poder, no para fundar la democracia.

Los partidos políticos nacen de la semilla de la no-democracia, sino de la ambición de poder; lo escribió desde 1929 Robert Michaels, el primer teórico de los partidos, y le llamó “la ley de hierro de la oligarquía”: los partidos están organizados para depender de una oligarquía dirigente que decide todo, desde ideología hasta candidaturas. Así fue el PRI, así se decidieron las candidaturas de Ortega y Ruiz antes del 2000. Y eso, precisamente, quiere esa militancia.

La militancia priísta perdió el poder interno en 1981 con la candidatura presidencial de Miguel de la Madrid y destruyó el poder externo en el 2000 con la candidatura perdedora de Francisco Labastida Ochoa impuesta por Zedillo. Y perdió el poder interno-externo con la candidatura del no-priísta José Antonio Meade Kuribreña a la que Ortega quiso sumarse , pero no la dejaron ¡por jurásica! Ni Ortega ni Ruiz protestaron contra Peña Nieto por su dedazo fallido.

Buscar que la militancia diga qué partido debe ser desde ahora el PRI implicaría una refundación que lo haga cambiar de nombre y, lo mas importante, abandonar los tres colores de la bandera como escudo partidista. En cambio, la propuesta de Alito de un partido para volver a ganar elecciones sería la argumentación más precisa. Ortega anunció la realización de una gran asamblea nacional para preguntarle a los priístas qué partido quieren, cuando en esa tesitura los priistas quieren un partido y una propuesta para ganar el poder, no para promover la democracia; revisar sus postulados de nueva cuenta los sacaría del poder.

La propuesta de regresar para ganar elecciones es el único lenguaje que hablan los priistas, militantes y dirigentes, organizaciones y simpatizantes, sobre todo ahora que se sabe que el presidente López Obrador no se va a reelegir, que su modelo político es presidencialista y no sistémico-partidista y que Morena se está fracturando por el cambio de su dirigencia nacional.

De ahí que el dilema del PRI en su votación de dirigencia estará en un PRI que va a desaparecer para refundarse como diamante de la democracia o que buscará reactivarse para regresar a ganar elecciones.

 

Trump. Sigue fallando la estrategia de apostarle al desmoronamiento de Donald Trump. El presidente ganando batallas y se acerca cada vez más a la reelección en el 2020. La única forma de ganarle estaría en una estrategia de confrontación.

Política para dummies: La política es la fijación del objetivo final; lo demás es distracción.

 

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Agencias