Los gobiernos de México y Estados Unidos demuestran su ingenuidad si creen que la van a decomisar: Jorge Fernández Menéndez
Esta semana, en su columna Razones que publica en diversos medios de comunicación, el periodista Jorge Fernández Menéndez puso sobre la mesa un tema que ha atraído la atención de muchas personas después de que Joaquín, el “Chapo” Guzmán, fuera sentenciado a pasar el resto de su vida en una prisión en los Estados Unidos.
¿Quién se va a quedar con su fortuna, los mexicanos o los estadounidenses?, fue la pregunta que de inmediato surgió.
Ninguno, porque dicha fortuna ni siquiera existe, es la respuesta de Fernández, quien durante muchos años se ha especializado en temas del narcotráfico.
Esta es su columna, y las razones que da para sostener su opinión:
Hace ya muchos años entrevisté a quien era entonces el zar antidrogas de Estados Unidos durante el gobierno de Bill Clinton, el general Barry McCaffrey. El general, héroe de la llamada Guerra del Golfo de 1991, me decía en aquella entrevista que entonces (hace unos 18 años) las utilidades netas del narcotráfico eran de unos seis mil millones de dólares anuales. Le pregunté que dónde quedaban esos recursos y por qué no se incautaban y me contestó que 90% se quedaba en el sistema financiero de Estados Unidos. Le pregunté si no era sencillo rastrear semejante cantidad de recursos y me aseguró que, para una economía como la de su país, cinco o seis mil millones de dólares no eran demasiado y se podían fácilmente diluir y lavar en operaciones legítimas.
Cuando la justicia de Estados Unidos estima la fortuna de Joaquín El Chapo Guzmán en 12 mil 500 millones de dólares, buscando decomisarla, y el gobierno de México se suma a esa lógica, anunciando, incluso, que habrá una instancia binacional para “compartir” los recursos por decomisar a El Chapo, no dejan de parecer, ambos, por lo menos ingenuos.
No hay tal fortuna de El Chapo, por lo menos no en sus manos o de sus cercanos, tampoco en manos de ningún operador del narcotráfico. No tienen ese dinero, porque lo que les llega, que es mucho, lo gastan en operación o en lujos, y el verdadero dinero que genera el narcotráfico toma otros cursos, con lavadores profesionales y personajes insospechables que los manejan.
El mito de que los capos, en este caso El Chapo, nadan en dinero, es falso. Claro que tienen a su disposición miles y miles de dólares, pero como llegan se van. Son otros los que terminan operando ese dinero que se diluye, se invierte en empresas y, como me decía McCaffrey, en el sistema financiero de Estados Unidos y, en menor medida, en México.
Recordemos que es mucho más sencillo introducir drogas en Estados Unidos que traer el dinero a México. Una tonelada de cocaína pura o unos kilos de fentanilo puro generan en la venta en las calles de Estados Unidos cientos de miles de dólares, generalmente en billetes de baja denominación, que llenarían un tráiler o un avión para poder ser trasladados y serían muy fáciles de detectar.
El dinero circula, por ende, por vías tradicionales y se invierte normalmente en el lugar en el que se origina. Eso se puede incluso medir en términos relativamente sencillos en el sistema financiero, estableciendo cuánto dinero se generó del mismo y cuanto se recibió, pero establecer de quién es el dinero y como llegó allí es muchísimo más complejo.
Además, esas ganancias, que efectivamente son enormes, se pulverizan entre los miles de intermediarios que manejan el negocio, incluyendo los vendedores callejeros. El dinero del narcotráfico, como el de muchas empresas que requieren amplias estructuras de distribución, termina recorriendo y quedándose en muchas manos.
No hay instancia de investigación mejor preparada en el control de lavado de dinero y recursos ilícitos ligados al crimen organizado que la del departamento del Tesoro estadunidense. Mediante la ley Kipling, el departamento del Tesoro puede congelar bienes y designar personas o empresas involucradas en negocios ilegales, incluso aunque no puedan convertir siempre esa información en procesos judiciales.
Son muchos los personajes, desde delincuentes hasta empresarios, cantantes y futbolistas, que han sido designados por el departamento de Estado mediante la ley Kipling y sus bienes en Estados Unidos congelados e impedidos de viajar a la Unión Americana o hacer negocios de cualquier tipo con instituciones o empresas de ese país. Muchos de ellos no tienen procesos en su contra, e incluso siguen operando sus negocios.
La lista de sancionados es muy amplia, pero ni juntando a todos ellos y sumando todos los bienes señalados (que no necesariamente decomisados) se acercarían ni remotamente a los 12 mil 500 millones de dólares de los que habla la justicia estadunidense. Es más, hasta hora, específicamente del Chapo en lo individual, la justicia, sea mexicana o de la Unión Americana, no ha logrado decomisar ni un dólar.
No se trata de subestimar el poder económico de los grupos criminales y sus capos, como El Chapo Guzmán. Sin duda, para su vida cotidiana, la de los suyos y la operación de sus organizaciones, cuentan con dinero en exceso que proviene de muy diversas fuentes. Pero no nos engañemos, como no existió El Dorado, que durante años buscaron los conquistadores españoles, tampoco existen bóvedas con miles de millones de dólares guardados por los narcotraficantes, mucho menos con 12 mil 500 millones de dólares, a la espera de que los encuentre la justicia estadunidense o la mexicana. (EL HERALDO)
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