“EL REY LEÓN”

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ

Remake del clásico animado de Disney, esta película sigue siendo una estupenda adaptación de Hamlet digerible para espectadores menores, con un concepto visual que deslumbra y con secuencias notables que deben convivir con un comienzo algo flojo y algunos elementos desperdiciados, pese a que esta versión es casi un calco plano por plano del original. Con todo, emociona y provoca nostalgias a los espectadores adultos y logra nuevos espectadores en las generaciones que recién descubren a Simba, el león exiliado por el odio y la traición de un tío asesino de su padre. ¡Hakuna Matata!

Primero, debe aclararse que este remake de “El Rey León” surge como producto de la moda –o tendencia- de los estudios Disney de recrear sus más grandes éxitos, trasladando la magia de los dibujos animados a la realista o hiperrealista adaptación donde puede llegar a pensarse que se rodó en África, con animales de carne y hueso, dada la perfección de la fotografía.

En segundo término, acá tenemos la misma y muy conocida historia del cachorro de león Simba que, tras el asesinato de su padre, el Rey Mufasa, por parte del celoso hermano del monarca, Scar, debe exiliarse de su reino para crecer con la culpa de creerse el verdadero asesino de su progenitor.

En su exilio, conocerá a dos personajes notables, Pumba y Timón, quienes le cuidan y le enseñan a no dejarse abatir por las preocupaciones, hasta que su mejor amiga desde la infancia, la leona Nala lo encuentra, instándolo a volver a su reino para destronar al maléfico tío, quien ha formado un ejército opresor con las hienas, destruyendo el reino y apoderándose del trono.

Conviene subrayar que el desafío del director Jon Favreau era muy grande, considerando que la película animada fue considerada en su época, 1994, un verdadero prodigio técnico que un año y medio después consagraría a “Toy Story” como la primera cinta realizada completamente por la vía computacional.

Hay brillantes ejemplos del prodigioso trabajo digital en este remake: el plano con cambio de foco de las hormigas que suben una rama, mientras se oye de fondo la canción “Ciclo sin fin”, el vuelo de Zazu hasta la Piedra del Honor, el vuelo de los pelos de Simba que cruzan la sabana africana o la secuencia final del enfrentamiento entre Simba y Scar son, lejos, sencillamente perfectos.

Desde luego que hay pérdidas, por notable que sea esta nueva versión: de partida ya no existe la frescura de la primera película, donde todo era descubrimiento y emoción en estado puro. Acá hay emoción, y mucha, pero eso se logra por el efecto de nostalgia al ver una historia conocida en un nuevo formato.

Esta versión live action es de verdad impecable y son pocos los espectadores que pueden sustraerse del encanto de esta versión de Hamlet dosificada para los espectadores juveniles e infantiles, haciendo que su verdadero sentido esté por cierto en los subtextos del enfrentamiento tío/sobrino más que en los innumerables momentos cómicos del filme.

Este “El Rey León” versión 2019 es técnicamente irreprochable, desde luego, aun cuando no exista factor sorpresa ni el director se la haya jugado en incorporar algún elemento que le sea absolutamente propio y personal, pese a que hay algunas diferencias en el alargue de algunas escenas para adaptarlas a las necesidades narrativas de una versión hiperrealista como ésta.

Muchos espectadores no podrán convencerse que, desde los animales hasta los paisajes africanos fueron realizados de manera íntegra vía computación, porque cada uno de los planos son de verdad tan reales que nadie podría dudar de la magia de la “realidad” lograda.

El director de fotografía Caleb Deschanel y los supervisores de efectos visuales Robert Legato y Adam Valdez trabajaron antes con el director Jon Favreau en “El libro de la selva”, otro remake que resultó sorprendente por la creación de los animales y por sus movimientos, lo que augura que serán nominados al premio Óscar en esta categoría técnica.

Muchos han destacado que, a pesar de que el director Favreau logró mantener la esencia del relato (casi igual, plano por plano), igual le insufló un espíritu propio que se deja sentir en casi todo el relato de esta película más que hermosa y necesaria de ver y disfrutar.

Una nota al final: el riesgo que está corriendo el estudio del Ratón Mickey de traer nuevas versiones de sus éxitos absolutos es de dulce y agraz, una atrevida apuesta, sin dudas, que casi siempre les ha resultado. Pero igual es lamentable que se tenga que echar mano a filmes que han sido mundialmente aplaudidos y consagrados como clásicos, en vez de crear nuevos universos temáticos, generar nuevos personajes y enganchar con las necesidades, sueños y aspiraciones de una generación diferente.

Autor

Víctor Bórquez Núñez
Periodista, Escritor
Doctor en Proyectos, línea de investigación en Comunicación