El retorno de la República del Río Grande
Como ciudadanos, tenemos la expectativa de que importamos para los políticos. Pero basta con escuchar sus discursos, seguir sus trayectorias o analizar sus acciones, para advertir que no es así. Ya sean de un color u otro, pertenezcan a ésta u otras generaciones, los políticos no se preguntan qué queremos o qué necesitamos, sino quiénes somos y qué aportamos a sus intereses.
Algo similar sucede cuando se trata de distribuir recursos entre las distintas entidades federativas del país. Generalmente los legisladores y el Ejecutivo federal optan por asignar una mayor cantidad de presupuesto a aquellos estados o municipios que comulgan con sus colores.
La mayoría de las ocasiones, escudándose en algunos principios del federalismo y usando en forma engañosa los desequilibrios regionales, los políticos pasan por alto a aquellas entidades que gracias a su competitividad tienen un mayor potencial para transformar en riqueza los recursos recibidos de la Federación y, por consiguiente, una mayor capacidad recaudatoria que serviría para asignar más recursos compensatorios a otras entidades y municipios del país.
No supongas que hablo de política fifí. Es simple economía. Pensemos en estados industrializados, cuya aportación relativa a la producción nacional es considerable y en donde la competitividad es un componente esencial para la atracción de inversiones. Cualquier obra pública de infraestructura tendrá un efecto inmediato y relevante en la generación de producción, empleo y consumo y, en consecuencia, una mayor recaudación.
La política fiscal en México tiene un efecto redistributivo, así lo demuestran los estudios realizados por el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).
Los estados que mayores impuestos tributarios recaudan no son los que reciben más participaciones y aportaciones federales. Por ejemplo, la Ciudad de México recauda el 46% de los impuestos tributarios en el país, y recibe escasamente el 12% de participaciones y el 3% de las aportaciones.
Nuevo León y Tamaulipas son casos similares, aunque no tan desproporcionados. El primero recauda el 8.5% y el segundo el 7.7%, recibiendo de la Federación el 4.6% y el 2.8% de aportaciones, respectivamente.
Coahuila es uno de los pocos estados industrializados cuya relación de impuestos y recursos federales se encuentra equilibrada, ya que mientras la recaudación se aproxima al 1.3%, las participaciones son del 2.4% y las aportaciones del 2.2%.
Lo interesante es que un estado en desarrollo como Chiapas recibe el 3.9% de participaciones y el 6.1% de aportaciones, siendo que su recaudación tributaria es de apenas el 0.3% de lo recaudado a nivel nacional.
Tal vez un porcentaje no revele tanto, como sí lo hace un valor absoluto. Nuevo León, por ejemplo, envía a la Federación 250 mil millones de pesos al año por concepto de ISR e IVA, y recibe a cambio ¡62 mil millones!
Por lo anterior, me llamó la atención una reunión celebrada recientemente entre los gobernadores de Nuevo León, Coahuila y Tamaulipas, Jaime Rodríguez, Miguel Riquelme y Francisco Javier García Cabeza de Vaca. Si bien el tema que les convocó en Ciudad Victoria fue el combate a la inseguridad, alguien especuló que las tres entidades reúnen todas las condiciones para construir un frente regional que promueva el desarrollo y, por qué no, demandar, en forma conjunta, mayores recursos a la Federación.
Las tres entidades suman más del 14% del Producto Interno Bruto del país, cifra que representa la agregación de 12 estados con la menor aportación. Juntos personifican un potencial exportador de respeto. Poseen la mayor reserva de gas del país y una de las mayores del mundo en la Cuenca de Burgos. En los tres recae el liderazgo nacional en la fabricación de múltiples productos y prestación de servicios, sin descartar el potencial que los tres reúnen en la producción y procesado de alimentos. La ubicación del bloque es envidiable y estratégica: frontera con Texas y salida al mar.
Pero, además, en el escenario actual, con un sistema presidencialista y centralista que se fortalece cada día, las condiciones y características de cada uno de los tres estados les favorecen para integrar un bloque, no sólo económico, también político.
Piénselo: Coahuila, se dice, es el estado más priísta del país. Nuevo León es el único estado independiente. Además, durante las pasadas elecciones quedó demostrado que no existe estado más panista que Tamaulipas.
Los integrantes del gobierno actual deberían poner mayor atención en el federalismo, de lo contrario bastaría con atizar aquel movimiento que se fraguó a mediados del siglo XIX cuando un grupo de aventureros descontentos con el gobierno central, intentaron la creación de un nuevo país denominado República del Río Grande, integrado por Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas.
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