En México, se calcula que cada año son desechados 32 millones de neumáticos, de los cuales sólo 10 por ciento se reciclan.
Sin embargo, de acuerdo con la asociación civil Reciclallantas, la generación de neumáticos usados de desecho no ha sido cuantificada como tal, porque no hay un sistema nacional de baja de vehículos que permita hacer un cálculo indirecto confiable de las llantas que se desechan por año.
En medio de los datos desfavorables y el deterioro que vive el planeta, por la aguda contaminación que enfrenta, hay iniciativas que promueven la reutilización de algunos productos que son altamente contaminantes, como las llantas de los autos, publicó El Heraldo de México.
Y estos trabajos surgen desde las comunidades indígenas, donde etnias como la zapoteca, le dan un valor excepcional a la madre naturaleza.
Mariano López Martínez, es un artesano nativo de Juchitán, Oaxaca. Con 74 años, continúa elaborando calzados y su materia prima son las llantas desechadas de los automóviles, que recolecta de los talleres, para llevarlas a su taller, en el que son cortadas para convertirlas en suelas para los huaraches artesanales que se elaboran en esta población indígena.
Su complexión parece no coincidir con su fuerza, porque a pesar de ser una persona delgada, su experiencia sale a relucir en el momento de cortar cada llanta, para convertirla en material útil para calzar.
Los neumáticos son 70 por ciento caucho, lo que los hace prácticamente indestructibles. Millones van a dar a tiraderos irregulares en los que son quemados, lo que provoca partículas contaminantes como monóxido y dióxido de carbono, que vulneran la calidad del aire.
Algunas fábricas usan estos materiales como combustible para sus hornos, principalmente las cementeras. Pero al final la emisión de contaminantes sigue siendo la misma, por lo que las alternativas son el uso de este hule en este tipo de productos artesanales, que reduce el costo de producción y además resultan resistentes.
Aunque don Mariano desconoce la acción a favor del planeta que hace con su labor. Él sólo despierta, se toma una taza de café y se instala en su taller, que es una mesa larga, donde tiene todas sus herramientas, y una a una va destazando las llantas, hasta que acaba la jornada laboral, que pueden durar ocho o 12 horas, según lo que tiene que trabajar en el día.
En esta ciudad oaxaqueña uno de los oficios que siguen vigentes es la talabartería, aunque no es bien remunerada, pero alrededor de medio centenar de familias dependen directamente de la venta de los calzados que se elaboran de manera artesanal. (EL HERALDO DE MÉXICO)
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