VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ
Es evidente que cuando este tipo de sagas se vuelven comerciales, el espíritu inicial que las insuflaba se pierde, terminan agotando una fórmula y de ahí en adelante solo caben películas que entretienen, pero no aportan nada nuevo a un modelo que en un instante fue exitoso y que se desinfla a medida que abundan las secuelas. Esto ocurre exactamente con “X-Men: Dark Phoenix”
Supuestamente Dark Phoenix, será la cuarta y última de las precuelas de la denominada “primera generación” de los X-Men y cronológicamente es la duodécima película del universo mutante, esto considerando las tres que se le dedicaron en solitario al personaje de Wolverine y dejando de lado las dos que se tributaron a Deadpool que, debe recordarse, también es mutante.
Ojalá sea así porque la saga ya no soporta más entregas, sobre todo porque se evidencia un deterioro muy grande, al punto que este debut en la dirección de Simon Kinberg, que ya había participado como guionista y/o productor en siete aventuras previas de mutantes, deja en claro que se trata de una película dramáticamente floja y que, salvo dos secuencias de acción, el resto navega en un mar de obviedades y efectos casi de telenovela.
Para los fanáticos acérrimos esta película debe ubicarse en el instante previo a “X-Men: La batalla final” (2006), en la que Wolverine mataba a Jean Grey/Dark Phoenix. Pero como en Hollywood todo sucede, se supone que los sucesos de “X-Men: Días del futuro pasado” (2014), alteraron la línea temporal y permitieron que lo sucedido en aquella batalla final no fuera real y, por tanto, todo parte de nuevo.
Acá, las mujeres -muy en sintonía con la moda feminista- son las protagonistas: una es Jean Grey (Sophie Turner), recargada de material poderoso y capaz de destruir todo lo que se ponga a su alcance, la otra es una villana extraterrestre (Jessica Chastain), malévola a más no poder y que jamás se separa de sus zapatos taco aguja.
Tal vez el único diálogo ingenioso sea aquel de “Acá las mujeres siempre salvan a los hombres. Tal vez podrías cambiar el nombre a X-Women”, que pronuncia la mutante Raven al profesor Xavier al principio: queda clarísimo cómo Hollywood trata de ponerse a tono con los tiempos.
¿Qué falla en esta película?
Falla el entretenimiento, porque el filme adopta una manera narrativa algo pomposa y solemne, donde predominan diálogos insufribles y que a ratos parecen sacados de una mala telenovela, casi siempre referidos a la familia y lo políticamente correcto.
Falla también en las secuencias de acción, porque muchas de ellas son demasiado previsibles, mal calculadas y solo están para que cada uno de los mutantes se luzca con el poder que tiene, lo que provoca que el ritmo de la película decaiga en reiteradas oportunidades.
Incluso, la secuencia final que enfrenta a las mujeres súper poderosas, no revela demasiada originalidad en su planteamiento visual y en sus efectos especiales, y solo se deja ver como el inevitable enfrentamiento entre dos fuerzas que deben batirse en duelo porque así lo exige el libreto. Y vamos destruyendo todo alrededor…
Es muy evidente que alguna vez la saga de los X-Men fue interesante, que el personaje del profesor Xavier era muy complejo y fascinante en sus intenciones, pero de un tiempo a esta parte cada capítulo que se fue adicionando terminó por quitarle la magia al asunto, siendo ésta la que adolece de toda la chispa e interés que tuvieron los mutantes en su época.
Lo más curioso es que Hollywood no aprende de las lecciones e insiste, de manera majadera, en alargar los “universos” de sagas que debieron cerrar en el instante preciso. Un ejemplo doloroso es lo que sucede con la madre de todas las series, Star Wars, que se ha vuelto un comercio inescrupuloso y poco llamativo para las generaciones actuales, sobreviviendo a duras penas por la nostalgia de la trilogía inicial que sigue siendo insuperable.
Lo que queda es un producto híbrido, que se comprende mejor si se han visto las películas anteriores y que no aporta nada a una saga que debería tener la dignidad de terminar. Los mutantes ya cumplieron su cuota. Ahora debieran aprender la lección los productores.
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