Qué difícil es comprender el futuro, este se encierra en nuestros miedos, pero también en nuestras fortalezas. Cervantes narró muy bien; “como no sabes muchas cosas del mundo, todas las cosas con cierta dificultad te parecen imposibles”. Por ello digo que no es imposible comprender el futuro, es difícil, pero si se conoce el mundo, lo humano, se posibilita esta empresa. La comprensión del futuro comienza con el entendimiento del pasado, que es el bagaje reflexivo sobre el cual tomamos decisiones en el presente y se fincan las consecuencias del futuro.
Pero ante estas reflexiones sobre el futuro y el papel que como Estado todos tenemos, hoy podemos contestar si ¿hemos alcanzado que las nuevas generaciones aprecien los valores del pasado? Lo pasado es valioso, porque para algunos fue presente y también futuro. Cuando dejamos de sentir repudio por el pasado aterrador o anhelo por el pasado deleitoso surge un acostumbramiento que nada bueno deja. No es nostalgia, dolor por lo lejano, añorar el pasado, es aprovechar lo que teníamos y entender, no evaluar, sino entender por qué lo perdimos.
El conformismo se ha convertido en una filosofía que erróneamente enseña que trae paz. Dejar ir, sin preocuparse por las consecuencias, no trae paz, solamente se deja de luchar y nunca la huida será paz.
En muchos lugares nos hemos acostumbrado a cargar un pasado que oprime y duele hasta el futuro. Las FARC en Colombia cumplen 55 años, son dos generaciones quienes han vivido un movimiento armado ajeno al monopolio de la fuerza que tiene el Estado y parece que nos hemos acostumbrado a ello.
Venezuela comete tropelías contra su propia gente y las imágenes que circulan el mundo de un régimen que destruyó toda posibilidad de decisión nos están acostumbrando. Porque los movimientos que más laceran y más lastiman, los más injustos, son aquellos que quienes lo sufren permiten y ratifican que se les impongan.
Nos hemos acostumbrado a desbaratar y debilitar la célula básica de la sociedad, hoy en día la vida promedio de un matrimonio en México es de 4.5 años solamente.
Nos hemos acostumbrado a modificar nuestros absolutos morales, es decir, aquellos “nunca” por relativos “depende” lo cual ha confundido nuestra identidad y nos impide un decálogo propio de lo que sabemos bueno y malo.
Seguimos sin reconciliarnos hasta con nuestra propia historia, no ha estallado la paz, sino que sigue estallando la violencia.
Y ¿tenemos algo que decir?, ¿hablamos lo que se debe hablar y con el acento en su volumen correcto para la urgencia de nuestro mensaje?, ¿escribimos lo que debemos escribir? Somos iguales si somos ciudadanos, pero ¿estamos construyendo ciudadanos?, un ciudadano se ocupa de la ciudad de lo cotidiano de la ciudad. Mantener lo valioso y producir actos heroicos de los ciudadanos.
Cuando nosotros formamos, ciudadanos no solo estamos formando para esta generación sino para muchas otras. Hay catedrales que no son solo para una generación. Cultura viene de sembrar y se cosecha lo que se siembra, más de lo que se siembra y después que se siembra.
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.
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