No cabe duda de que detrás del anuncio que hizo el presidente López Obrador, en el sentido de que su gobierno va a rescatar los restos de los 63 mineros muertos en Pasta de Conchos, se encuentra metida la mano de dos senadores: Napoleón Gómez Urrutia, supuesto líder del sindicato minero, y Armando Guadiana Tijerina, con fuertes intereses en la industria minera de Coahuila.
Dónde si queda duda es en torno a cuál es el real interés de estos dos senadores del partido Morena. ¿En verdad quieren rescatar los cuerpos de los 63 mineros, que, de acuerdo con múltiples estudios se habrían desintegrado desde el momento mismo de la explosión de la mina debido a las enormes temperaturas que se generaron? ¿O lo que quieren es simular un supuesto rescate, para, de esa manera, liberar la mina y poder volver a explotar -bajo una nueva concesión que los favorezca a ambos- los enormes yacimientos de carbón que quedaron sepultados junto con los mineros, y que valen miles de millones de pesos?
La explosión ocurrió hace más de 13 años, en febrero de 2006, en una mina de varios kilómetros de largo y cientos de metros de profundidad. La temperatura que generó la explosión se calcula en más de mil grados centígrados, de acuerdo con varios estudios que se han publicado. Además, se derrumbaron miles de toneladas de material. Ahí en la mina, difícilmente quedan restos de alguien. Los deudos lo saben; las autoridades lo saben también. Y por supuesto, Guadiana y Napo están conscientes de ello.
Sin embargo, intentar un rescate, traerá consigo varias consecuencias:
- López Obrador queda bien con el pueblo bueno y sabio al intentar un rescate que ni Fox, ni Calderón ni Peña Nieto quisieron hacer. Ellos son los malos de la película; él, el bueno.
- Si encuentran los cuerpos, López Obrador es un héroe; si no los encuentran, al menos lo intentó. Y, en cualquiera de los dos casos, la mina queda liberada para poder ser explotada nuevamente.
- Y es aquí donde entran Napo y Guadiana. Con la mina liberada, nada impedirá que el gobierno de AMLO les pueda entregar a ellos –sus aliados- una nueva concesión para explotarla, y aprovechar los multimillonarios yacimientos que ahí existen. Negocio redondo, y todos contentos.