CAPITALES

 

Francisco Treviño Aguirre

¿En que se sustenta el imperio de Amazon, la empresa más grande del mundo?

Los escritos de seis páginas de Amazon son famosos a nivel mundial. Los ejecutivos deben escribir uno cada año, estableciendo su plan de negocios. El común denominador en este documento es una pregunta en particular ¿cómo planea utilizar el aprendizaje automatizado? Las respuestas como «no mucho» están, según los gerentes de Amazon, fuera de lugar. El aprendizaje automatizado es una forma de inteligencia artificial que se basa en extraer datos de patrones que posteriormente puedan usarse para hacer predicciones. Esta actividad inicia en la compañía durante el año 1999 cuando Jeff Wilke se unió a la firma. Wilke, quien hoy ocupa el segundo puesto al mando de Jeff Bezos, formó un equipo de científicos para estudiar los procesos internos de Amazon con el fin de mejorar su eficiencia. Convirtió su estructura en unidades de negocios, desarrollando un ciclo de autoevaluación y mejora en el patrón predeterminado. Pronto el ciclo involucró algoritmos de aprendizaje automatizado; El cual recomendaba libros que a los clientes les gustaría. A medida que crecieron las ambiciones de Bezos, también lo hizo la importancia de las ideas automatizadas. Mientras que otros grandes del sector tecnológico hacen alarde de su destreza en inteligencia artificial cada qué tienen oportunidad, (el software de reconocimiento facial de Facebook, el asistente digital Siri de Apple o los autos de conducción automática de Alphabet), Amazon ha adoptado un enfoque discreto para el aprendizaje automático. Alexa (su asistente tecnológico) compite con Siri y la compañía ofrece servicios predictivos en la nube, pero los algoritmos más críticos para el éxito de la empresa son aquellos que utiliza para optimizar constantemente sus propias operaciones. El circuito de comentarios tiene el mismo aspecto que su plataforma orientada al consumidor: crea un servicio, atrae clientes, recopila datos y permite que las computadoras aprendan de estos datos, todo esto a una escala que para el ser humano sería imposible emular. Basta con considerar los centros de distribución de Amazon. Estos almacenes, más de 100 en Norteamérica y más de 60 en todo el mundo, son el corazón de su negocio de 207 mil millones de dólares de compras en línea. Aquí, se almacenan y distribuyen los bienes que vende Amazon. Dentro de uno de estos centros en las afueras de Seattle, los paquetes se lanzan a lo largo de cintas transportadoras a gran velocidad. El ruido es ensordecedor, y la instalación parece estar desprovista de gente. En su lugar, dentro de un área cercada del tamaño de un campo de fútbol, ​​se encuentran miles de estantes amarillos con forma de cubo, cada uno de 1.8 metros de altura. Cientos de robots los meten dentro y fuera de las filas ordenadas, se deslizan debajo de ellos y los arrastran. La pasta de dientes, los libros y los calcetines se apilan de una manera que parece aleatoria para un observador humano. Sin embargo, a través de la lente de los algoritmos que guían el proceso, todo funciona en perfecta armonía. Amazon recopila y procesa los datos de los clientes con el único propósito de mejorar su experiencia, y en consecuencia, tener un nicho cautivo de más de 62 millones de personas.

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El Heraldo de Saltillo
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