Platón señalaba que un funcionario debe ser sabio, fuerte, piadoso, valiente y justo
La corrupción es un lastre que impide el vuelo del águila, está presente en lo público, y también en lo privado. En países acaudalados y también en aquellos de economías frágiles y atrasadas. Parece ser, que lo único que evita el crecimiento e impunidad de la corrupción en un país es el desarrollo, madurez y participación de su propia sociedad en los asuntos públicos. En México, nunca he creído ni aceptado que la corrupción está en nuestra cultura, porque en México somos gente de bien, pero sí está entre nuestras costumbres, nos hemos acostumbrado a ella tanto, que nos parece normal y cotidiana, la pronosticamos, la presupuestamos incluso y lamentablemente la premiamos con el aplauso sonoro o discreto, cuando creemos que es mejor y más hábil aquel que libra la sanción u obtiene el favor.
Corrupción incluye etimológicamente el verbo rumpere, que se traduce como romper, hacer pedazos, hacer estallar, y en verdad dimensiona sus consecuencias, la corrupción termina por destruir aquello que lo padece. Y aunque nuestro cuerpo físico es corruptible y termina por romperse, nuestras acciones no deben serlo. Bien se dice, que si los árboles pudieran hablar nos aconsejarían ser siempre derechos.
Platón señalaba que un funcionario debe ser sabio, fuerte, piadoso, valiente y justo y esas virtudes se consideraban la mejor herramienta contra la corrupción, que interesante es entender que no solo la honestidad es suficiente para vencer este mal, son más acciones las necesarias para asegurar el éxito en una regeneración moral, como lo decía don Luis Echeverría Álvarez, hace 40 años.
Corromper no es solo robar, es buscar que algo se quiebre, y para destruir lo público basta que seamos injustos, cobardes, impíos, débiles o faltos de sabiduría, parafraseando las “aretes” griegas. Se ha construido un discurso como estandarte que ante la corrupción se requiere austeridad solamente, que el funcionario puede suplir con honestidad su incapacidad y eso es equiparable a afirmar que si para vivir requerimos oxígeno basta el oxígeno para poder vivir. Ante la corrupción se requiere la honestidad, requisito indispensable del funcionario, pero también la capacidad de afrontar los retos que es un acto de honestidad. La simulación de pretender saber para ser, también es corrupción.
Hemos oído muchas frases, en diferentes niveles y en diversas instituciones sobre la elección de los menos malos para determinada función. El ser humano ha confiado a la educación la entrega de armas para enfrentar los retos. La transformación del mundo surge de la pasión y del conocimiento que nos lleva a identificar las herramientas y el cambio. Confiar en la capacidad, la ciencia y la técnica para mejorar algo es ser humano.
Una destreza nos permite hacer algo con la comodidad, confianza y precisión con lo que un diestro actúa con su mano derecha. Las destrezas y capacidades constituyen la base para que el conocimiento nos permita entender el entorno. La administración pública, como cualquier puesto, debe ser ocupado por quienes evidencias esas destrezas. La improvisación no es buena más que en el jazz, improvisar es riesgoso, implica cometer errores que quizá ya se habían cometido y del conocimiento sabremos si funcionan o no.
Si queremos a nuestro país, ofrezcámosle lo mejor, la patria merece que no muramos hasta no verla más grande de lo que la vimos al nacer.
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.
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