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Nos dejó en las mismas

            Intrascendente fue la presencia de Andrés Manuel López Obrador el martes en Saltillo.  En un momento en que el sector productivo de la entidad se encuentra ante una grave crisis, y el empleo de miles de personas en riesgo, el Presidente se mostró por completo ajeno.

Los temas que hoy son apremiantes para Coahuila como el restablecimiento de los aranceles a las importaciones de acero, y la reanudación de los contratos para compra de carbón por parte de la Comisión Federal de Electricidad, no merecieron ni una mención de López Obrador, como si esos asuntos no importaran; aún más como si esos asuntos no estuvieran en la competencia directa del gobierno federal.

Indiferente el señor, metido en sus rollos, sus prioridades, sus fantasías.

La gira, no dejó nada a Coahuila, y no es que las de anteriores presidentes –sobre todo las de los últimos tres– hayan dejado mucho, pero en este caso la expectativa la había generado el propio representante de López Obrador en el estado, Reyes Flores Hurtado, quien desde hace semanas asegurara que durante esta visita se anunciarían programas, obras e inversiones para la región Sureste

Tampoco eso se anunció.

Los antecesores de AMLO cuando menos venían a entregar alguna obra o, en la mayoría de las ocasiones, a inaugurar alguna empresa. Pero en este caso no era posible, pues obras no hay, ni en proceso ni proyectadas, y con la IP local no tiene relación.

Eso fue también notorio en la gira. No se invitó a los representantes de los sectores al único evento programado, y a los titulares de los Poderes los convocaron por mero formalismo, pero el trato fue distante.

Por media hora o más estuvieron en el presídium esperando al Presidente las autoridades locales y los funcionarios federales, cada quien por su lado, casi sin interacción. Olga Sánchez Cordero, Alfonso Durazo Montaño y el coordinador de asesores Lázaro Cárdenas Batel, en círculo cerrado todo el tiempo platicando entre ellos, y a unos pasos el gobernador Miguel Ángel Riquelme con el General Audomaro Martínez Zapata, director del Centro Nacional de Inteligencia.

¿Y dónde estaba López Obrador?, nunca se dijo. No se hizo público qué hizo y con quién desde su llegada al aeropuerto de Ramos Arizpe hasta su arribo a las instalaciones de la Zona Militar.

Sí, dos visitas en menos de tres meses, pero sin ningún beneficio tangible.

Con todo, el gobernador califica la gira como positiva. Se entiende, no está en actitud de confrontarse, no conviene, pero no se ve dónde estuvo lo positivo, ni en qué momento le habría planteado los temas pendientes con Coahuila, pero aún si se lo dijo al Presidente, la respuesta fue lacónica.

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            La indiferencia de López Obrador es tan grave y reprochable como la de los legisladores coahuilenses del PRI, Verónica Martínez, Martha Garay, Fernando de las Fuentes y Rubén Moreira, hasta hoy ajenos por completo a estos problemas que aquejan a Coahuila, y concentrados en ver cómo empatan su discurso con los intereses presidenciales, para poner a salvo su situación personal.

En cambio Silvia Garza del PAN, Melba Farías y Armando Guadiana Tijerina, de MORENA, si han subido el tono en defensa de la siderúrgica y los productores de carbón.

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            Y a propósito de la gira presidencial, un colaborador cercano de Reyes Flores se quejaba el lunes: «no conocemos la agenda, todo lo está manejando la SEDENA y ellos son muy cerrados…»

Casi a la misma hora, Hugo Eduardo Gutiérrez, uno de los mandos de Seguridad Pública Municipal en Saltillo, comunicaba en los grupos de whatsapp que la corporación tiene con comités vecinales en toda la ciudad el cambio de su número celular, y proporcionaba el nuevo para atender reportes.

Esos dos hechos nos ilustran en lo cotidiano uno de los aspectos fundamentales en la polémica por la conformación de la Guardia Nacional, por qué no es conveniente el mando militar en la seguridad pública. Sin soslayar que además de esto hay otros aspectos de mayor fondo.

Es importante que las corporaciones, sus mandos y cada uno de sus miembros, sean accesibles, cercanos, como lo están siendo en Saltillo con muy buenos resultados, y un trato así no es posible con los militares, pues su propia formación y protocolos de actuación les imponen límites estrictos y generan barreras.

Al Ejército como institución se le reconoce su entrega por México, su compromiso en las contingencias y en las crisis de seguridad. A los soldados se les respeta y en lo general se confía en ellos. De esto no hay duda, pero no deben permanecer en tareas policiales.

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            En los corrillos políticos se dice que era previsible la oposición de Azucena Ramos y Jaime Bueno al dictamen de la Comisión de Auditoría Gubernamental y Cuenta Pública para que se proceda en contra del Auditor Superior del Estado, Armando Plata Sandoval.

Recuerdan que hasta los primeros días de 2017 Azucena Ramos fue directora del CECYTEC y Jaime Bueno del DIF Coahuila, dos entidades bajo la fiscalización de Plata Sandoval.

El último ejercicio presupuestal que les correspondió a ellos fue el de 2016, pero las auditorías correspondientes a ese año no están aún cerradas, y dada la opacidad de la ASE no se conoce claramente su estatus.

Al menos en el caso del DIF respecto al ejercicio 2016 la Auditoría observó irregularidades por más de 70 millones de pesos y señaló más de diez pliegos de responsabilidades administrativas.

¿Para qué pelearse con Plata? deben haber pensado ambos diputados.

 

Autor

Eduardo De la Peña de León