Juan Linz fue un sociólogo y teórico político de la Universidad de Yale que centró sus estudios teóricos en los regímenes totalitarios y autoritarios.
Este autor de origen alemán, definió los regímenes autoritarios como sistemas políticos con pluralismo político limitado, no responsable, carentes de una ideología elaborada y directora, pero con mentalidades características, carentes de movilización política extensa e intensa, excepto en algunos momentos de su desarrollo, y en los que un líder o a veces un pequeño grupo ejerce el poder dentro de límites formalmente mal definidos, pero en realidad predecibles.
Concluía Linz en la posibilidad de identificar la gestión de un régimen autoritario que seduce incluso a su propia comunidad, porque votamos lo que nos seduce, que finalmente nos convence aun y cuando no sea lo que nos conviene. Aristóteles afirmaba que nos convence lo que nos conviene, pero lo cierto es que también nos convence lo que no nos conviene.
A partir del trabajo de Linz es posible observar algunas características de regímenes que tienden al autoritarismo, aun antes de declararlo abiertamente. Esas características o señales de alerta son: Un rechazo o débil aceptación de las reglas democráticas, la negación de la legitimidad de los adversarios políticos, la tolerancia o fomento de la violencia y la predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación.
Estas señales se presentan como la antesala de la supresión de las libertades, es menester estar alerta, defender nuestras libertades y construir mediante la participación las instituciones y los gobiernos que necesitamos, sin sucumbir a la facilidad de la declaración; “los gobiernos que merecemos”.
La seducción en la política es una constante y cuando tratamos a las emociones como el principal detonante de un discurso, la razón deja de gobernar. El mundo parece buscar la disciplina que no ha podido auto-gestionar y ha tolerado violentar los mínimos derechos, olvidar las mínimas concesiones y traicionar las convenciones y acuerdos que construyen el bien común de un Estado. Buscamos en la opresión el control al libertinaje, vemos en la sumisión el control a la ambición.
No estamos ante un régimen autoritario en nuestro país, pero es necesario tener presentes las alertas que se describen. Vivimos una democracia que a nivel mundial se debilita por la ambigüedad de nuestras decisiones. Los tableros, las reglas y las recompensas políticas están cambiando y debemos advertir cuando esos cambios no conducen a un lugar virtuoso sino a una regresión ante los ojos asombrados de quienes no han cumplido con su encargo. El apático siempre se sorprende de las consecuencias que se avisaron mucho tiempo antes.
Estemos pendientes, seamos celosos de nuestra libertad, porque la injusticia y la inequidad van de la mano con la ambición y no con la estructura. Somos nosotros mismos quienes pervertimos cualquier sistema. Pareciera que en la búsqueda constante de disciplina queremos ceder libertades que valoramos poco, pero bien enseñan los viejos; nadie sabe el bien que tiene hasta que lo ve perdido.
Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.
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