El PRI según Rubén Moreira
Nos guste o no, el ex gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, es quien, hasta el momento, ha presentado la propuesta más acabada para renovar al PRI y volverlo competitivo rumbo a las próximas elecciones.
Sin embargo, para bien o para mal del Revolucionario Institucional, lo mismo que para una parte del país que reclama al PRI instaurarse como una oposición sensata y eficaz, los ofrecimientos del actual diputado federal, expresados en un entrevista concedida recientemente a un diario de circulación nacional, se encuentran impregnados de la inmediatez electoral característica de un estratega de la política que tiene en mente a las próximas elecciones, lamentablemente carecen de solvencia ideológica y de visión de futuro.
Rubén Moreira puede rescatar electoralmente al PRI. Es un experto en crisis y casos difíciles. No obstante, frente al actual desanimo que agobia a la militancia, las medidas desesperadas y heterodoxas pueden resultar deslumbrantes en un principio, pero a medida que la política toma su curso para exigir una definición ideológica, la ausencia de rostro y de sentido traería como consecuencia la inmovilidad de los priistas en torno a un ideal colectivo.
En principio, revivir al PRI debería tener sentido. En las actuales circunstancias, una efectiva y pujante oposición podría establecer la diferencia entre el retorno de los excesos, y el establecimiento de un régimen plenamente democrático. Empero, aplicar un tratamiento de electrochoques a un paciente que el propio Rubén Moreira diagnosticó como esquizofrénico, podría provocar la creación de un partido Frankenstein, un loco que no encuentra su lugar en el espectro político, que no es oposición, no es gobierno, no es nada, una escueta y extraviada maquinaria electoral.
Cuando el entrevistado habla de que el PRI debe sacudirse el miedo para discutir temas “progresistas” como la legalización de la mariguana, el matrimonio igualitario y la interrupción del embarazo, podría estar cayendo en la trampa de las denominadas ‘políticas de vida’, entre ellas las de tipo ecológico o de protección a los animales, que si bien representan temas de actualidad y de interés para el electorado joven, no responden a la concepción de una visión global e integradora del rumbo que deberá tomar el país en los próximos años, ya sea sumándose al proceso transformador del actual régimen u oponiéndose con solidez y argumentos. Por si fuera poco, los denominados temas “progresistas”, son parte de la oferta política de Morena, agenda que desahogará con o sin el PRI.
Morena, a diferencia del PRI “progresista” al que aspira Rubén Moreira, no sólo impulsa los mismos temas, también implementa una agenda de transformación con un alto contenido ideológico de izquierda. Tanto en campaña como en gobierno, Morena no tuvo ni ha tenido el temor de fijar abiertamente su posición de izquierda. Ha establecido claramente un ‘nosotros’ como el eje de acción política que determina la acción colectiva y otorga sentido a las acciones de gobierno. Tal vez por ello, arrasó en las pasadas elecciones.
Por otra parte, en la entrevista concedida, el político coahuilense no dudó en expresar su preocupación por la desastrosa derrota que sufrió el PRI en 2018. Sus planteamientos resultan valientes en un momento en que un pequeño grupo de notables, enclavados en “Polanco o Insurgentes”, como lo señala Rubén Moreira, intentan aprovechar la inmovilidad en la que se encuentra la militancia para permanecer al interior de las tapias en las que se ha convertido la sede del PRI.
Sin embargo, en esa búsqueda para captar nuevos electores, distintos al voto duro que dio al PRI incontables victorias, Rubén Moreira se queda corto al centrar su mensaje en el tema de la próxima renovación de la dirigencia y asegurar que sólo un presidente emanado de una convocatoria abierta a la militancia sería capaz de transformar al partido, cuando en realidad el PRI no tiene margen alguno para soportar una nueva ruptura interna.
Un PRI con una clara definición ideológica, discutiendo algo más que políticas “progresistas”, ya sea “chiquito” o “grandote”, con militantes adheridos a las propuestas y no a las despensas, asumiendo un papel más activo como oposición, podría aspirar a presentarse en las próximas elecciones como una alternativa a Morena.
Se trata, a mí entender, de una sutil sugerencia para que Rubén Moreira vaya afinando su discurso, no sea que lo vaya a necesitar: impulsar al PRI para que vuele como el Ave Fénix o mutilarlo para que se arrastre como el mítico Frankenstein de los cuentos.
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