TERESA GURZA
Mientras los de la Cuarta Transformación se ponen de acuerdo en si la verdadera felicidad está en despreciar lujos y posesiones, como dijo López Obrador el 27 de enero, o en trabajar cien años para ganar millones «peso sobre peso» -casi, casi, como en la canción de Eufemia- como Sánchez Cordero y Jiménez Espriú, para poder comprar lujosos departamentos en Houston, que ahora esconden; y ella, además, un ranchito de 380 mil metros quien sabe dónde…
En si no se perseguirá capos, sino que se pondrán al tú por tú con ellos…
En si el Secretario de Educación mintió al afirmar que se tituló en Derecho…
En si la pensión para los viejitos es universal como se prometió, o son excluidos los que viven en fraccionamientos, entre ellos mis vecinos y yo, como aseguran los Siervos de la Nación por AMLO contratados…
En si los abuelos pueden o no, cuidar niños; y en si será nacional la propuesta de la diputada morenista Cristina Guzmán, de prohibir el reggaetón en las escuelas de Tabasco «por incitar a prácticas sexuales», el mundo que nos observa sigue su marcha.
Y en su columna Elegido por Dios, publicada en El País, Víctor Lapuente advierte que “la religión se está filtrando por las rendijas de los edificios de nuestras democracias”.
Que los partidarios de los elegidos de Dios, que llama acólitos, están rescatando la vieja doctrina del derecho divino de los gobernantes.
Que a lo largo de la historia de la humanidad y hasta llegar a este breve paréntesis de democracias liberales en el que vivimos, el orden social se fundaba en una premisa simple: el rey es un Dios visible; y Dios, un rey invisible; y que el rey, como lugarteniente de Dios que es, no puede equivocarse.
Y asienta que hoy en Estados Unidos, más de la mitad de los evangélicos blancos creen que Dios desempeñó un papel decisivo en la elección de Trump, “el presidente menos cristiano que podamos imaginar, el predicador al que las mentiras hacen libre”.
Que siempre ha existido una íntima conexión entre los evangelios y las constituciones; que el mensaje cristiano de que todos somos libres e iguales ante Dios, es la piedra filosofal del sistema político americano, que constituye la primera democracia moderna.
Y que tanto en la religiosa América, como en la laica Europa, las democracias han sobrevivido a base de separar lo espiritual de lo terrenal.
Y nos alerta que ahora, se está detectando una creciente sacralización de la política, tanto por la derecha como por la izquierda.
«Nos encomendamos a líderes mesiánicos, como Bolsonaro o Chávez y causas supremas, como la nación o la justicia social. Y, como devotos fundamentalistas, no admitimos críticas. Es la voluntad de Dios”
Cité hoy aquí a Lapuente, porque creo que es eso precisamente lo que está ocurriendo con nuestro mesías tabasqueño.
Como se siente «elegido», no acepta cuestionamiento alguno; y al estar seguro de que nunca se equivoca, predica cosas contradictorias:
Así, apoya a Maduro porque dice que no debemos meternos en la política de otros países; pero declara que EEUU, debe cambiar su periodo presidencial de cuatro a seis años.
Decretó el fin del NAIM tirando a la basura cientos de miles de millones de pesos, pero anuncia que, “pese a gritos y sombrerazos”, concluirá la Termoeléctrica en Morelos a la que se oponen habitantes de la zona, porque “imagínense no podemos dejar abandonada una planta de 25 mil millones de pesos…”
Promete que no habrá nuevos impuestos, pero cualquier pequeño ahorrador está viendo que incrementó el impuesto sobre la renta del .46 por ciento al 1.04 que equivale al 126 por ciento parejo sin que importe el monto; y que, de manera ilegalmente retroactiva, los bancos se lo descontaron de los intereses devengados por sus inversiones.
Jura que México y los mexicanos son primero, pero compra fuera un montón de pipas, caras y sin licitación.
Se pasa el día denunciando a funcionarios de administraciones anteriores, pero no los denuncia penalmente.
En esto último me recuerda esos chistes de presumidos de cantina y beatas de confesionario, que disfrutan contando hazañas y pecados que nunca llevaron a cabo.
Y a pesar de que somos pueblo bueno y sabio y gente honesta incapaz de maldades, continúan asesinatos, extorsiones telefónicas y secuestros.
Por eso, es importante no dar información telefónica ni en redes y cuidar a las muchachas; presas más fáciles, que los poderosos con escoltas.
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