Guardia Nacional: el paso correcto
El país está atravesando por una crisis de inseguridad. Diversos indicadores revelan que la violencia que vemos hoy en día no se había registrado desde la década de los cincuentas. Peor aún, no se avizora una recuperación sino su recrudecimiento, causado en gran parte por un crimen organizado que controla amplias capas del territorio nacional. Esto no es simplemente un problema de seguridad pública, sino un problema de seguridad interior. Los indicadores recrudecen, el tiempo apremia y el tema es de la mayor trascendencia nacional. Por ello, la Guardia Nacional es sumamente necesaria.
En este espacio se ha criticado en algunas líneas el proyecto de la Guardia Nacional. Acepto la equivocación, y corrijo el juicio. La equivocación partía de observar el proyecto por sí mismo y no en su contexto, de verlo de manera absoluta y no relativa. Por otra parte, en este espacio hemos también insistido en la importancia que tiene el proceso de institucionalización de la vida pública del país, es decir, de la creación de normas públicas cuya aplicación esté a cargo de un grupo de servidores públicos altamente preparados. Las urgentes circunstancias del país exigen la Guardia Nacional, un proyecto que tiene precisamente como fin la institucionalización de las tareas de seguridad del país.
Las preocupaciones de algunos sectores de la sociedad mexicana tienen fundamento, y deben ser tomadas en cuenta. La crítica tiene básicamente tres vertientes: la Guardia Nacional implica la “militarización” de la seguridad pública, aumentará el número de muertos por el ya conocido “índice de letalidad”, y se cometerán graves violaciones a los derechos humanos; el proyecto es más de lo mismo, argumentan, y por ello solo empeorará la situación actual. Sin embargo, el proyecto es distinto precisamente porque implica institucionalización: mientras que en sexenios pasados las Fuerzas Armadas tenían una tarea poco clara y se esperaba su retiro, la Guardia Nacional se formará con la tarea clara de ser el cuerpo federal encargado de la seguridad pública. Por otra parte, el “índice de letalidad” ha sido cuestionado por algunos especialistas, notablemente Eduardo Guerrero Gutiérrez, quien argumenta que podría haber una relación espuria: efectivamente aumenta el número de muertos cuando delincuentes se enfrentan con soldados/marinos, pero no es necesariamente porque estos empleen mayor violencia, sino porque los envían precisamente a las zonas más violentas. Y en el tema de derechos humanos, las cifras hablan por sí mismas: de 2012 a 2016 disminuyeron en un 68% las quejas contra la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), por lo cual de 2012 a 2017 disminuyeron de 113 a 14 las recomendaciones emitidas por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
Dónde sí sería hacer más de lo mismo es en esperar fortalecer 32 policías estatales e innumerables policías municipales, lo cual no ha sucedido y depende finalmente de la voluntad política de otros actores políticos; y sin embargo, correctamente no se plantea su desaparición. Más aún, Andrés Manuel López Obrador recibió una Policía Federal sumamente débil, un caso de mayúscula ineptitud por parte de la pasada administración: solo cuenta con 25 mil policías de campo. Y mientras tanto, continúa aumentando la inseguridad y la peligrosidad del crimen organizado. ¿Qué hacer? El único instrumento confiable ante los ojos de la población y listo para hacerle frente al problema son… las Fuerzas Armadas.
La inseguridad no solo se encuentra en las ciudades, sino también en amplias extensiones rurales (el huachicol). Existen experiencias internacionales exitosas en la conformación de cuerpos como la Guardia Nacional, la cual puede y debe ser sometida a instrumentos de control. Lo que no podemos perder de vista es que hay una crisis de inseguridad con visos de anarquía, por lo que urge el fortalecimiento del Estado mexicano. La Guardia Nacional es un proyecto que, aunque perfectible, tiende claramente en ese camino.
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Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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