México continúa siendo la nación más peligrosa en América para ejercer el sacerdocio pues, durante 2018, fueron asesinados siete sacerdotes católicos, según registros oficiales de la Agencia Fides del Vaticano.
Las cifras revelan que durante los últimos 13 años, la delincuencia ha matado en territorio nacional a 47 religiosos católicos y, según los últimos reportes, tanto de la Santa Sede como del Episcopado Mexicano, dos más permanecen desaparecidos desde 2014.
Año Negro
El sitio web del periódico Excélsior publicó que de acuerdo con el reporte de la agencia vaticana, en el año que culminó fueron asesinados el sacerdote Iván Jaimes, de la Arquidiócesis de Acapulco, párroco de Las Vegas, y Germán Muniz García, de Mezcala, en una emboscada en la carretera, el 5 de febrero de 2018.
El religioso Rubén Alcántara Díaz, vicario judicial de la Diócesis de Izcalli, fue asesinado el 18 de abril de 2018 cuando iba a celebrar la misa. Dos días después, el sacerdote Juan Miguel Contreras García fue ultimado, el 20 de abril, al finalizar la misa que había celebrado en la parroquia de Tlajomulco, Jalisco.
El 25 de abril de 2018 se encontró en la ciudad de Cuernavaca, Morelos, el cuerpo del sacerdote Moisés Fabila Reyes, quien había sido secuestrado el 3 de abril.
El 25 de agosto apareció en la ciudad de Nueva Italia, Michoacán, el cadáver del padre Miguel Gerardo Flores Hernández, desaparecido unos días antes.
El 13 de octubre se localizó en Tijuana el cuerpo del mitrado Ícmar Arturo Orta, desaparecido el 11 de octubre.
El reporte expone que en 2018 fueron asesinados en todo el mundo 40 misioneros, casi el doble con respecto a los 23 de 2017. De ese total, 35 eran sacerdotes.
Por otra parte, mientras en los últimos ocho años el número más alto de misioneros asesinados fue en América, en 2018 ha sido África el continente que se ha adjudicado el primer puesto en esta dramática situación.
Este año también han sido asesinados muchos durante intentos de secuestro o robo, realizados con gran ferocidad, en contextos de pobreza económica y cultural, de degrado moral y ambiental, donde la violencia y el desprecio por la vida misma son casi lo habitual, donde la autoridad del Estado no está presente o se ha visto debilitada por la corrupción y los compromisos, o donde la religión es instrumentalizada para otros fines». (EXCÉLSIOR)
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