Días antes del día de la ceremonia de investidura de Bolsonaro, la asesoría de prensa del Palacio del Planalto dejaba el aviso a los periodistas: nada de movimientos bruscos, cualquier acto sospechoso podría llevar a un ‘sniper’ a disparar. Cuidado al levantar las cámaras de fotos, prohibido subir la Explanada de los Ministerios y salir de la zona vallada. «Tenemos que avisar, porque luego alguien se lleva un disparo… Es una investidura diferente y todos tienen que entender eso», decía una de las asesoras.
La ceremonia de investidura del 38º presidente de Brasil, tradicionalmente un día en que los periodistas gozaban de libertad de movimientos y de mucha proximidad en los actos, ha estado marcada por las limitaciones a la prensa. Las imágenes de 2003, con los periodistas entremezclados con el Ejecutivo de Lula, recién investido, y el de Fernando Henrique Cardoso, que salía, no volverán a repetirse.
El sitio web del diario digital El Español publicó que a los periodistas acreditados se les vetó el acceso libre al Palacio del Planalto. Sólo podría entrar uno por medio de comunicación, los demás se quedarían en el exterior. Deberían concentrarse en el Centro Cultural de Banco de Brasil a las 7.00 horas de la mañana -aunque la ceremonia no empezaba hasta las 15:00 horas- donde un autobús les llevaría al Congreso. Una vez allí les tocaba esperar. Sin comida, sin sillas donde sentarse, y con un sólo baño para cientos de profesionales.
Sólo un pequeño grupo de profesionales recibieron una especie de acreditación VIP, parecida a la de los invitados especiales, y que les daba acceso a todos los lugares por donde se movía el presidente. Se trata, en su mayoría, de medios conservadores y afines a Bolsonaro.
La Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación (Abraji) se ha pronunciado contra lo que calificó de «tratamiento antidemocrático» dado a los profesionales de los medios de comunicación. La agrupación denunció en un comunicado las «limitaciones impuestas a la circulación de los periodistas» en Brasilia.
«Confinados desde las 07:00 horas, algunos con acceso limitado al agua y a los baños», los periodistas «no pudieron interactuar con las autoridades y fuentes, algo habitual en todas las ceremonias de inicio de gobierno desde la redemocratización del país», expresó Abraji en la nota. La asociación señaló además que «un gobierno que restringe el trabajo de la prensa ignora la obligación constitucional de ser transparente».
Hostilidad hacia los medios
Las hostilidades de Bolsonaro hacia los medios de comunicación empezaron durante la campaña electoral. Al igual que Trump, Bolsonaro estableció una línea entre los medios enemigos y creadores de fake news, en su opinión, y los fiables. En la diana puso a Folha de São Paulo, Estado de S. Paulo y O Globo, entre otros. Los tres se han quedado fuera de la primera rueda de prensa de Bolsonaro nada más ganar las elecciones.
Molesto por el reportaje que había publicado Folha en la recta final de las elecciones, en la que denunciaba una campaña masiva de mensajes falsos en Whatsapp en contra del candidato del Partido dos Trabalhadores, Fernando Haddad, y financiada por empresarios cercanos a Bolsonaro, el presidente predijo «el fin» del periódico. «Ese diario se ha acabado. En lo que a mí concierne, la prensa que se comporta de manera indigna no tendrá recursos del Gobierno Federal», dijo, anunciando la retirada de publicidad institucional del periódico.
Por oposición, TV Record, medio afín al presidente, es ensalzada como ejemplo de medio imparcial y fiable, con información veraz. A ellos les ha concedido una entrevista en exclusiva el día anterior a la investidura. Durante la ceremonia, los periodistas fueron insultados por los simpatizantes de Bolsonaro y recibidos a gritos de «Folha basura, Globo basura», «queremos la TV Record» y «¡Whatsapp, Whatsapp!».
«El incitamiento al odio y las declaraciones agresivas contra la prensa es un mal presagio para la nueva era que se inaugura en el país», dijo Emmanuel Colombié, director regional de Reporteros Sin Fronteras para América Latina, tras la elección del presidente. Los próximos meses dirán si Bolsonaro mantiene el pulso con los medios o si suavizará su posición. (EL ESPAÑOL)
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