Cabilderos
Antes de que se cumplan los primeros 15 días del nuevo gobierno de la República, el presidente Andrés Manuel López Obrador –me parece- ya tiene demasiadas ollas en la lumbre que le han hecho más complicado el inicio de su gestión, con frentes algunos de ellos innecesarios, o por lo menos que dejan ver que no tiene a su alrededor a un equipo de cabilderos que le ayuden a ‘planchar’ bien los temas previamente antes de que se lance al ruedo.
Gobiernos de todos los colores e ideologías, empresarios, inversionistas y hasta ONG’s recurren siempre a equipos de cabilderos que les permitan consensuar, negociar, buscar puntos de convergencia en los temas que les interesan que sean llevados, tratados y votados en el Congreso Federal. Todos, todos, los usan y han usado en su momento para que cuando tal o cual propuesta sea presentada, ya lleve una negociación previa que permita que las cosas caminen con los menores contratiempos, para evitar confrontaciones estériles y desgastes innecesarios.
En el caso de López Obrador no se ve que cuente con cabilderos que le ayuden a ir abriendo camino en las iniciativas y propuestas que ha venido planteando en estos primeros días de su Gobierno, o de plano si los tiene no le han servido para maldita la cosa. En ambos casos la cosa es grave y muy preocupante, lo que es de extrañarse con toda la gente con la que cuenta a su alrededor y que saben perfectamente cómo se debe de maniobrar en estos casos.
En su equipo tiene viejos lobos de mar como Muñoz Ledo, como Manuel Bartlett, gente que se supone con cierta experiencia y capacidad como Ricardo Monreal, Tatiana Clouthier, Félix Salgado Macedonio, Gerardo Fernández Noroña. En fin.
Sin embargo, así como se ven las cosas que cada nuevo anuncio es una confrontación y un choque de frente con determinado grupo o segmento de la sociedad, como las ‘consultas populares’ del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y del tren maya, la Ley de Remuneraciones y su pleito con el Poder Judicial, la creación de la Gendarmería Nacional y su pleito con algunos gobernadores por el tema de la seguridad en relación con los ´superdelegados’, el conflicto con los tenedores de bonos del suspendido NAICM.
Declaraciones propias y de su gente cercana, le han venido generando también problemas, como la suyas de calificar de corruptos a los Magistrados y jueces, de antidemocrático al TEPJF porque la resolución final de la elección para la gubernatura de Puebla no fue como él la quería, y su posterior amenaza de que durante su gobierno no visitará ese estado, segregando a todos los habitantes de la entidad.
Como las de Paco Ignacio Taibo y su ‘se las metimos doblada, camarada’, las de Fernández Noroña de la desaparición de poderes en los estados cuyos mandatarios no se sometan a los designios del Presidente, o la disolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; o hasta las de Monreal contra las comisiones que cobran los bancos que en el fondo su idea no es tan mala pero que equivocó evidentemente las formas.
Como dirían los clásicos con una frase atribuida a Jesús Reyes Heroles, en la política ‘la forma es fondo’, o más popularmente ‘en el pedir está el dar’, o ya de plano en sentido coloquial ‘como veo doy’. En varios de los temas el fondo no es lo que está mal, las formas son las que han sido equivocadas, porque son planteadas de manera tan silvestre, que llevan forma de imposición y alientan y alimentan el rondante fantasma de lo dictatorial.
¿De verdad entre toda la gente que está a su alrededor no hay al menos uno que aconseje al Presidente que no puede ir por la vida como carrito chocón y que debería contar con un equipo de cabilderos que le ayuden a ‘planchar’ sus propuestas para evitar más confrontaciones con diferentes sectores?
En muy poco tiempo y como dirían los antiguos, ya tiene ‘demasiadas ollas en la lumbre’ que mantienen nerviosos y a la expectativa a mercados e inversores, y recurriendo a una de sus palabras favoritas bien le haría a Andrés Manuel López Obrador ‘serenarse’ un poco, serenar a su equipo y colaboradores. Tienen que ser más inteligentes para saber cabildear, consensuar, negociar, lo que les ahorraría una buena cantidad de expresiones y gestos de enojo que muestran cuando las cosas no les salen como ellos quieren.
Andrés Manuel debe conservar la calma y no enojarse porque, hay que recordar que el que se enoja pierde; pero en este caso peor, porque cuando el Presidente se enoja, el que pierde es el pueblo, el país, México
@JulianParraIba
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