Tijuana.- En la puerta de México con Estados Unidos los migrantes centroamericanos que atravesaron el territorio mexicano en caravana reciben un pedazo de hoja con un número anotado y la instrucción de que vuelvan un mes después.
«Pensé que íbamos a pasar sin ningún problema la frontera de aquí pero veo que no fue así», lamenta Sara, una hondureña que asegura que huye de la inseguridad porque pandilleros mataron a su hermano y a ella la amenazaron.
La mujer de 50 años salió del albergue donde duerme la caravana en la fronteriza ciudad de Tijuana para apuntarse en la lista de solicitantes de asilo en Estados Unidos, país en el que viven sus dos hermanas desde hace más de una década.
Sara mostró su identificación en la mesa de recepción de datos y a cambio recibió el pequeño papel con su número de turno: el 1.459.
«A esperar a ver qué solución nos dan. De tres a cuatro semanas tenemos que venir a ver», explica la hondureña, quien se unió a la caravana con su hijo de 29 años y un cuñado.
Luego de cruzar México durante un mes, los integrantes de la caravana se encontraron en la frontera con que la petición del asilo en Estados Unidos al que la mayoría aspira tiene una larga lista de espera y hay que aguardar a que los llamen.
Según el reporte de la alcaldía de Tijuana, el albergue habilitado por las autoridades sumaba este lunes 2.526 migrantes, entre ellos 519 niños, y se preveía que en los siguientes días lleguen cientos más a la ciudad ubicada en la esquina noroeste de México.
De ellos, 1.479 se habían anotado en la mesa que las autoridades migratorias mexicanas tienen afuera de la puerta El Chaparral, la garita que conecta Tijuana con San Diego y una de las más transitadas de la frontera común.
Pero antes de que la caravana empezara a llegar fragmentada en grupos a Tijuana desde de la semana pasada, mexicanos y otros centroamericanos que buscan asilo en Estados Unidos ya aguardaban turno por ese paso fronterizo.
Juseli, una mexicana del occidental estado de Michoacán, estuvo haciendo fila por cinco semanas esperando por el turno junto con su hija, su madre y su hermana.
«Todavía falta, no es lo último porque en realidad apenas estamos empezando el trámite. No se puede cantar victoria», reconoce la mujer de 19 años, quien dice que su familia salió de su ciudad después de que criminales mataron a su padre.
Bajo la mirada de agentes migratorios mexicanos, personas que también buscan el refugio son las que se encargan de anotar los nombres en la lista que la agencia de migración entrega a su homóloga estadounidense.
Normalmente, una vez llegado el turno, la gente es enviada a centros migratorios en Estados Unidos, un oficial la entrevista para evaluar si es candidata al asilo y, si cumple los requisitos, un juez resuelve darle o no la protección, les explica Carlos, un universitario nicaragüense que atiende la mesa.
La noticia de la espera y de que el trámite no sea una garantía de obtener asilo ha mermado los ánimos de los migrantes de la caravana, que celebraban su llegada a Tijuana tras andar alrededor de 3.200 kilómetros desde la frontera de México con Guatemala por la que entraron.
Afuera del albergue donde matan el tiempo jugando fútbol o lavando su ropa, separados del muro fronterizo sólo por una autopista, Margarita comenta que ya tiene su turno pero admite que por ahora todo es incierto.
Ella hizo el periplo con su hijo de 12 años y su hija de 10 buscando una nueva vida en Estados Unidos, y ahora dice que está dispuesta a dirigirse a cualquier país que la admita.
«Queremos que nos digan si nos dan una oportunidad. Nos vamos a cualquier lugar, Canadá o donde sea», señala la mujer de 32 años.
El tiempo de espera supone que la caravana permanecerá varias semanas en Tijuana, algo que divide opiniones entre los habitantes de la ciudad acostumbrada a ver migrantes de distintos continentes.
Mientras unos donan alimentos otros manifiestan abiertamente su rechazo alegando que los centroamericanos traerán inseguridad, como un grupo que protestó este domingo en las calles y afuera del albergue para gritarles que se fueran.
Algunos migrantes cuentan que buscarán quedarse en Tijuana a trabajar, entre ellos Ever, un adolescente de 16 años de El Salvador que entró solo a México antes de que lo hiciera la caravana y se unió a ella en el sur.
«El que tiene ganas de sobresalir en cualquier lado sobresale», confía el menor y asegura que en su país sólo tiene como familia a una abuela.
Analistas prevén que habrá migrantes que podrían terminar asentándose en Tijuana u otra ciudad frente a la dificultad de cruzar a Estados Unidos, que ante la inédita caravana reforzó su frontera y puso candados al trámite de solicitud de asilo.
«Veo cada vez más difícil la posibilidad de que logren entrar en un sentido como estaba ocurriendo hasta ahora (…) Hay una saturación en estos puertos de entrada, en estas solicitudes», adelantó hace unos días el coordinador de la maestría en Estudios de Migración Internacional de El Colegio de la Frontera Norte, Ernesto Rodríguez.
La Policía Federal mexicana colocó desde la víspera vallas de más de tres metros de altura en las orillas del cruce vehicular de El Chaparral, como maniobra para cerrar el paso a la caravana si intenta agolparse en la puerta que atraviesan miles de autos a diario.
Por la puerta peatonal, Sara, la hondureña que huye de la violencia, manifiesta que buscará ocuparse en cualquier empleo en estas tres a cuatro semanas porque dice que a su país no regresa.
«Ya estamos aquí y venimos cansados, caminamos mucho, se nos llagaron los pies. Sigo con la esperanza de que dios nos va a hacer el milagro de pasar», expresa. (XINHUA)
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