FERNANDO NÚÑEZ DE LA GARZA EVIA
¿Instituciones políticas o sociedad civil?
Hay un tema de moda en el país: la sociedad civil. Desde pequeñas asociaciones de vecinos hasta organizaciones no-gubernamentales nacionales, la nueva sociedad civil mexicana es contemplada con especial entusiasmo y positiva obstinación por importantes segmentos de nuestra sociedad. Y aunque sin duda resulta un acontecimiento laudable, su desarrollo también nos habla de un lado oscuro de la vida política nacional.
Nuestra reciente democracia ha traído un sin fin de frutos, siendo uno de éstos precisamente el crecimiento de la sociedad civil mexicana. Resulta natural que la libertad política obtenida, la creciente consciencia de los problemas públicos, el aumento en el número de ciudadanos preparados y finalmente una sociedad más compleja hayan traído consigo nuevas formas de agrupación, mayores espacios para platicar y debatir, y mejores propuestas de política pública. Si en el México de principios del S. XX había por una parte una masa de campesinos analfabetas y por la otra una pequeñísima élite cosmopolita que decidía los destinos nacionales, a inicios del S. XXI tenemos diversos estratos sociales que se equilibran en cierta medida y enriquecen la política nacional.
Sin embargo, el crecimiento de las organizaciones de la sociedad civil también tiene otras implicaciones, y algunas advertencias. Si éstas son producto de nuestro régimen democrático, también son en parte producto de la debilidad del Estado mexicano. “Sociedad civil” es un término que no solo hace referencia a conocidas organizaciones no gubernamentales como el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) o Transparencia Mexicana (TM), sino también pudiesen aludir a grupos de auto-defensas surgidos en estados que han sido azotados por el crimen organizado, a innumerables asociaciones de padres de familia que buscan a sus seres queridos desaparecidos, a asociaciones de vecinos cuyas vidas continúan interrumpidas tras los daños del sismo del 19 de septiembre. La solidaridad y el espíritu comunitario en este último caso debe ser sin duda aplaudido, pero también debemos de reconocer que en parte ese espíritu surgió de la mera necesidad, de la falta de servicios públicos. Si los terremotos del `85 y del `17 tienen como común denominador la ayuda desinteresada y la fraternidad ciudadana, también tienen otro rasgo común: la debilidad del Estado.
Más nos vale aprender del pasado. Por décadas creímos que el Presidente era el Estado, que un Presidente “fuerte” se traducía en instituciones política fuertes, y las consecuencias de nuestra ingenuidad las estamos pagando. De la misma manera, hoy en día y hasta cierto grado tendemos a creer que las organizaciones de la sociedad civil pueden suplir al Estado, y que un mayor número y mayor participación ciudadana en éstas se traduce en un mejor Estado, un mejor país: nada más equivocado. Sheri Berman, politóloga de la Universidad de Columbia, escribió un ensayo al respecto titulado “Civil Society and the collapse of the Weimar Republic” (Sociedad Civil y el colapso de la República de Weimar), en el cual nos dice: “La institucionalización política, en otras palabras, puede ser un tema menos chic en estos días que la sociedad civil, pero es lógicamente anterior e históricamente más importante… sin tales instituciones políticas, las sociedades carecerán de confianza y de la capacidad de definir y realizar sus intereses comunes”. Resulta positivo que diversas ONG´s nacionales se inmiscuyan activamente en la política nacional con propuestas que son sumamente enriquecedoras tanto en términos de debate público como de política pública. Sin embargo, debemos recordar que nada sustituye a las instituciones políticas, y que los únicos que rinden cuentas a la sociedad son los servidores públicos.
Si deseamos un Estado consolidado con una democracia exitosa, necesitamos construir instituciones políticas sólidas respaldadas por una sociedad civil vibrante. Aquí, el orden de los productos ha alterado el resultado de manera catastrófica, y más nos vale comenzar a rectificar.
www.plaza-civica.com @FernandoNGE
Autor
- Licenciado en derecho por la Universidad Iberoamericana (UIA). Maestro en estudios internacionales, y en administración pública y política pública, por el Tecnológico de Monterrey (ITESM). Ha publicado diversos artículos en Reforma y La Crónica de Hoy, y actualmente escribe una columna semanal en los principales diarios de distintos estados del país. Su trayectoria profesional se ha centrado en campañas políticas. Amante de la historia y fiel creyente en el debate público.
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