Ciudad de México.- La muerte es un tema sensible; pero cuando ocurre un deceso por circunstancias inesperadas, como la privación voluntaria de la vida, el duelo que viven los familiares y amigos de la persona que falleció puede resultar aún más doloroso y traumático.
En 2009, la Universidad de Guadalajara, a través del Centro Universitario en Ciencias de la Salud, creó la Clínica del Duelo por Suicidio, pero a partir de 2017 cambió su nombre a Clínica del Duelo por Suicidio Dr. Roque Quintanilla Montoya, en honor al investigador y docente que la fundó.
La clínica está adjunta al Departamento de Psicología Aplicada, cuya finalidad, entre otras cosas, es realizar investigación, intervención y ofrecer apoyo psicológico a personas mayores de 18 años que perdieron a un ser querido, y a partir de esto su vida cotidiana se ha visto afectada significativamente.
Cuando ocurre una muerte por suicidio, alrededor de cinco o seis personas vinculadas afectivamente directa e indirectamente resultan afectadas por esa pérdida y el duelo puede perdurar por mucho tiempo, pero para los especialistas, cuando este ha sobrepasado más de un año, el proceso se torna patológico. En el mayor de los casos puede conducir a la muerte.
Patricia Guadalupe Villagómez Zavala, psicóloga especializada y titular de la Clínica del Duelo por Suicidio de la UdeG, comparte que los seres humanos somos capaces de lidiar con la pérdida debido a que se trata de un proceso adaptativo que se supera de forma eventual y saludable. Pero cuando esto no sucede, si se vive el duelo de forma devastadora: sin ánimos de continuar con sus actividades y de interactuar con los demás (aislarse) por más del tiempo antes señalado, e incluso comienza a pensar en la muerte, es importante acudir con un especialista para recibir ayuda y superar dicho proceso.
“Los individuos tenemos las estrategias internas y externas para elaborar el duelo, pero este puede mutar a un duelo patológico, y la persona afectada pierde el sentido de la vida, su bienestar psicológico se ve afectado, piensa que su futuro es incierto, se autoevalúa mal y se da por vencido, renuncia a las cosas y espera que las cosas cambien por sí mismas, piensa que las cosas nunca las logrará u obtendrá, por lo tanto, se encuentra en la desesperanza y esta persona se ve proclive a una ideación o conducta suicida. Su forma de actuar y ver la muerte se vuelve irracional”, comparte Patricia Villagómez.
Duelo interminable
En palabras de la especialista, el estigma que rodea al fenómeno del suicidio entorpece u obstaculiza el avance en el progreso del duelo; muchas veces el concepto de muerte por suicidio está impregnado de aspectos sociales, culturales y religiosos, en este último puede percibir el acto suicida como algo pecaminoso o vergonzoso. Es por ello que el trabajo de la clínica se ha centrado en resignificar el concepto de muerte en un fenómeno tan complejo y multifactorial como el suicidio.
La concepción social sobre la muerte influye más en el estigma de lo que en realidad representa: el fin de un proceso biológico, psicológico y fisiológico.
En la clínica, colaboran especialistas en medicina y psicología. Las personas que requieren de apoyo profesional reciben psicoterapia individual, pero en ocasiones la pérdida por suicidio de un ser querido afecta también el funcionamiento del núcleo familiar. Esto sucede cuando se rechaza hablar del tema y el evento se reprime como un secreto.
“El tema se esconde por el estigma que lo acompaña: la familia no puede hablar sobre cómo y por qué su ser querido se suicidó, y tampoco lo hace ante otras personas, porque estas lo van a señalar y a juzgar. Entonces el fenómeno del duelo se va guardando”, dice la investigadora del Centro Universitario en Ciencias de la Salud de la UdeG.
Un fenómeno frecuente durante el duelo es la justificación del suicidio. El familiar puede también experimentar una larga búsqueda de los motivos del suicida para adoptar tal decisión. Uno de los objetivos de la Clínica del Duelo del Suicidio consiste en tratar que los dolientes por suicidio acepten la muerte como parte de un ciclo de cambios que se presenta en cualquier ser vivo, en otras palabras, todo lo que tiene vida tiene un final, para resignificar la pérdida y aprender a vivir con ella.
La creencia errónea de que una persona aparentemente feliz y exitosa no tendría razones para terminar con su vida es uno de los tópicos que influyen en la justificación de un evento de suicidio. Para la doctora Patricia Villagómez, la justificación del acto es un obstáculo para avanzar en el proceso del duelo.
“El suicidio es solo la punta del iceberg que logramos ver en el momento final de la vida. La familia puede pensar que el suicida lo tenía todo, pero es evidente que no estaba bien desde los puntos antes mencionados, posiblemente no tenía un objetivo de vida a corto, mediano o a largo plazo, quizá tenía adicciones, problemas personales, sufría violencia biopsicosocial, entre otros. No hay que buscar una justificación del porqué se suicidó, ya que esto afecta en las tareas para llevar a cabo el duelo por la posvención, y aceptar esa muerte de la forma más natural posible”, comparte.
Es por ello que la clínica también ofrece terapia familiar, grupal, de pareja e individual, y busca que los pacientes desarrollen habilidades a nivel cognitivo, conductual y emocional para afrontar la pérdida significativa desde la reconstrucción de las emociones como el perdón, el sentimiento de culpa, el acompañamiento mutuo, aceptación, enojo, tristeza, desesperanza, etcétera. Además, los dolientes desarrollan estrategias para fortalecer las relaciones socioafectivas en los múltiples contextos en los cuales convive.
Los beneficios de la terapia grupal
Uno de los pilares de la Clínica del Duelo es la investigación, por tanto, la doctora Patricia Villagómez y colaboradores desarrollaron un modelo terapéutico de ocho sesiones semanales en grupos de seis a ocho personas con una duración de dos a tres horas por sesión grupal. Los especialistas desean conocer los efectos de esta, a través de un análisis bioquímico: durante la primera sesión a los pacientes se les toma una muestra de saliva y sangre. Esto se repite en la cuarta y última sesión.
El objetivo es analizar el cortisol y dos tipos de proteínas: interleucina IL-6 y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α ), marcadores que ante situaciones de estrés y estados de ansiedad tienen un proceso inflamatorio.
Las concentraciones de cortisol y las citocinas que más se han asociado al estudio de las emociones son IL-6 y TNF-α, cuyo efecto proinflamatorio se presenta como consecuencia de un estímulo estresante como una infección, lesión, traumatismo o estrés psicológico, comparte la doctora Patricia Villagómez Zavala.
Por un lado, la función adaptativa que tiene la hormona del cortisol es poner en función el sistema nervioso y circulatorio ante alguna situación que requiere de alerta y esta, al verse alterada, obtiene una respuesta de desestabilización física o emocional, y si perdura el evento estresante por largo tiempo, lleva a alteraciones del organismo tales como alteración del sueño, memoria, memoria declarativa, estrés e insomnio.
“Hemos observado que la terapia en grupo ayuda a transformar el duelo de una visión oscura de la muerte a una más cálida aceptable. Cada paciente habla de su pérdida significativa y es escuchado por otros que atraviesan por la misma situación. La terapia grupal es un espacio para expresar su sentir. Nuestra hipótesis es tener un espacio terapéutico compartido, en el que el paciente encuentre estrategias para manejar su dolor y aumentar su flexibilidad psicológica mediante la aceptación de la pérdida, y trascender, todo esto con la finalidad de ayudar a disminuir su estrés y ansiedad”, explica Patricia Villagómez.
Por ahora, los resultados preliminares de esta investigación demuestran los efectos de la terapia grupal, mismos que están en proceso de publicación.
La Clínica del Duelo y Prevención del Suicidio Dr. Roque Quintanilla Montoya es la primera en su tipo en el país, esto de acuerdo con la propia institución. Y aunque en primera instancia se creó con la finalidad de brindar atención a personas que experimentan una pérdida por suicidio, actualmente brinda servicio de intervención en crisis si no han transcurrido dos semanas de la pérdida del ser querido. (CONACYT)
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