El Valle de México a un año del terremoto

(Xinhua/Montserrat López) 

Ciudad de México.- El terremoto del 19 de septiembre de 2017, gestado a 120 kilómetros de la Ciudad de México, más allá de los enormes daños y víctimas provocados, fue también una oportunidad para estudiar este tipo de fenómenos y evaluar la capacidad de reacción de ciudadanos y autoridades.

El doctor Luis Quintanar Robles, responsable de la red sísmica del Valle de México e investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica (IGf) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), dijo que los sismos del 7 y 19 de septiembre del año pasado fueron importantes para estudiar este tipo de fenómenos, pues el primero es considerado el más grande registrado en la historia instrumental de México con una magnitud de 8.2, mientras que el segundo, de magnitud 7.1, fue el más cercano a la Ciudad de México con esa magnitud.

“Desde el punto de vista científico sismológico, nos permite tener una idea de qué tan grandes pueden ser los sismos que ocurren en el país, qué tanto pueden comprometer áreas ya rotas en sismos anteriores y cuál sería el peligro sísmico para las zonas más cercanas a donde ocurren”, explicó el investigador.

¿Qué se sabe del sismo?

El investigador afirmó que los daños ocasionados por el sismo del 19 de septiembre se debieron a que el movimiento telúrico originado al interior de la placa de Cocos generó ondas en ciertas frecuencias que coincidieron con las frecuencias naturales de edificios de la Ciudad de México de entre uno y cinco pisos de altura y con profundidades de sedimentos de entre 20 y 40 metros.

“Al producirse un sismo, se generan ondas de muy diferentes frecuencias. Hay ciertas frecuencias que pueden entrar en resonancia con las frecuencias o periodos naturales de resonancia de los edificios, es decir, si se pone a oscilar con una frecuencia muy cercana a ese periodo natural, las amplitudes de oscilación tienden a aumentar”.

El mapa de riesgos sísmicos de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México indica que la zona en donde se encontraba el lago de Texcoco es la que tiene mayor índice de riesgo por su tipo de suelo que, al ser fangoso, propicia que las ondas sísmicas se amplifiquen, explicó el doctor Jorge Damián Morán Escamilla, profesor investigador del programa Cátedras del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), comisionado al Programa Agua y Sociedad de El Colegio de San Luis (Colsan), que recientemente publicó el libro Escenarios de riesgo y desastres por sismos e inundaciones en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México.

“Es una cuenca cerrada donde es imposible sacar el agua de manera natural, por lo que se tiene que extraer por bombeo. Tras un largo proceso, estas condiciones generaron un suelo fangoso que cuando se presenta un sismo, amplifica las ondas sísmicas y genera movimientos intensos principalmente en la zona centro, pero que pueden ser sentidos en diferentes partes del Valle de México”, dijo Morán Escamilla.

¿Los sismos son desastres naturales?

De acuerdo con el doctor Morán Escamilla, diferentes áreas del conocimiento han planteado que los desastres, es decir, las afectaciones a la vida de las personas, no son culpa de los fenómenos naturales, ya que estos siempre han existido, sino que son complejos procesos construidos socialmente en donde intervienen factores sociales, económicos, políticos, culturales y científicos.

“La lluvia y los sismos siempre han existido, el problema radica en la forma como ocupamos los espacios y como construimos, eso es lo que hace que se presenten afectaciones, es decir, que un fenómeno natural que siempre ha existido empiece a generar afectaciones a la población y se constituyan en emergencias y desastres”, explicó.

Por su parte, el doctor Quintanar Robles indicó que el riesgo sísmico solo se puede disminuir al reducir la vulnerabilidad, es decir, al realizar construcciones adecuadas y en lugares de bajo riesgo. Los fenómenos naturales son imparables, pero la vulnerabilidad depende completamente de las personas.

1985, un año clave

El terremoto del 19 de septiembre de 1985 marcó un antes y después para México en materia de prevención de desastres. Al año siguiente del fatídico suceso, se creó el Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc) y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), además se han constituido distintos fondos tanto para la atención como para la prevención de desastres y se estableció la normatividad en materia de protección civil.

El catedrático de Conacyt apuntó que la población sigue presentando afectaciones a causa de diversos factores, como el crecimiento de la mancha urbana y el tránsito de aproximadamente 12 millones de personas que se trasladan a la Ciudad de México para realizar sus actividades cotidianas, lo que complica las labores de prevención.

Otro factor importante tiene que ver con las transiciones de gobiernos locales y federales que implican cambios de funcionarios y modificaciones en la forma de administrar los riesgos, imposibilitando la continuidad de estrategias.

“Pese a que tenemos las instituciones y la normatividad, podemos observar que no se está cumpliendo con los marcos normativos, y las instituciones carecen tanto de los instrumentos como del capital humano y económico para poder llevar a cabo acciones de prevención. Seguimos viendo un sistema que suele ser reactivo”, comentó.

México, un país sísmico

Para tratar de reducir los riesgos por sismos, se ha modificado el código de construcción de la Ciudad de México, de tal manera que en cada cambio se mejoran las normas, tomando en cuenta las aceleraciones hipotéticas generadas durante los sismos y que de esta manera los nuevos edificios resistan. Sin embargo —dijo Quintanar Robles—, las construcciones siguen cayéndose porque el reglamento de construcciones no se respeta.

“Hay estudios en donde se compararon las aceleraciones medidas en la Ciudad de México por el sismo del 19 de septiembre del año pasado con el espectro de diseño de estructuras marcado en el reglamento de construcciones y lo que se encontró fue que las aceleraciones medidas no rebasaron las que se calcularon dentro del reglamento. La norma está bien, pero las estructuras no resistieron porque no se siguió”, dijo el sismólogo.

El doctor Jorge Damián Morán Escamilla explicó que los sismos son los fenómenos naturales que más muertes generan a lo largo del mundo, y aunque se implementen las mejores estrategias para la reducción de riesgos, estos siempre van a estar presentes porque los fenómenos naturales son dinámicos, por lo que no es posible prever claramente cómo se van a manifestar y lo que va a pasar.

En el caso de los fenómenos sísmicos, los científicos han reconocido que los conocimientos sobre el comportamiento de la Tierra aún son pocos, a pesar de los avances que se han tenido, por eso no es posible predecir en dónde y cuándo va a ser el siguiente sismo. Por lo que la forma en que se transmite el conocimiento coadyuva a la generación de riesgos.

“No vamos a poder evitar que tiemble y no vamos a poder evitar que sigan cayéndose edificios o que sigan muriendo personas, pero lo que podemos hacer es evitar que el número de edificios sea mucho mayor al que tenemos actualmente y que el número de personas, que mueren o presentan algún nivel de pérdida, sea menor al que observamos para que las afectaciones puedan reducirse al mínimo”, expresó el catedrático de Conacyt.

Por otra parte, Quintanar Robles agregó que con el aumento de la densidad poblacional, a través de los años también aumentaron los desastres, pues antaño, cuando había comunidades pequeñas, no ocurrían tantos daños. Hasta que no se llegue al punto de predicción sísmica, lo que se puede hacer es prepararnos para responder a los fenómenos y así evitar que se conviertan en desastres.

¿Estamos preparados para otro sismo?

El sismólogo Quintanar Robles afirmó que técnicamente sí estamos preparados para un sismo de características similares, siempre y cuando se respeten los reglamentos para levantar construcciones y los protocolos de simulacro y evacuación. Asimismo, dijo que la concientización de la sociedad de que vivimos en un país sísmico es fundamental para estar preparados.

“Si me preguntan si estamos preparados de una manera definitiva, en principio yo contestaría que no, pero sí estamos mejor preparados que en 1985, cuando no había ni siquiera un Sistema Nacional de Protección Civil y no existía la alerta sísmica. En ese sentido, no podemos negar que sí ha habido avances”, finalizó el responsable de la red sísmica del Valle de México. CONACYT)

 

 

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