Ya hay candidato para ocupar el vacío que dejan las políticas económicas emprendidas en América Latina por el presidente Donald Trump desde su llega a la presidencia. Vladimir Putin parece decidido a convertirse en el principal socio estratégico y mejorar sustantivamente las inversiones en México incluso a sabiendas del recelo que esta apuesta tendrá en Washington.
Estas inversiones han sido recibidas con interés en México después de la cruda realidad que ha supuesto despertar de la firma del acuerdo de comercio con Estados Unidos que ha puesto fin al Tratado de Libre Comercio (TLCAN) como pretendía el presidente norteamericano. El acuerdo fue ratificado in extremis por el gobierno de Peña Nieto y frenará significativamente las exportaciones de vehículos mexicanos y aumentará el riesgo inflacionista.
El sitio web del diario digital El Español publicó que esta semana, el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, recibió al embajador ruso Viktor V. Koronelli para, tratar entre otros temas, la exención de visados, analizar los tratados de cooperación entre Rusia y México y estudiar un encuentro entre ambos mandatarios tras la invitación al presidente Putín a la toma de posesión el próximo uno de diciembre.
La invitación fue recibida con entusiasmo a tenor de la inmediata respuesta afirmativa del Kremlin. En principio, se barajó la posibilidad de que este encuentro se produjese en la cumbre del G-20 en Argentina, pero Marcelo Ebrard, futuro Secretario de Exteriores, explicó que «es materialmente imposible que ambos puedan reunirse en esa fecha ya la cumbre del G20 se celebrará el día de la toma de posesión de López Obrador».
«Agradecemos el interés de la Federación rusa en reunirse de inmediato, en estar muy atentos, y en que se puedan encontrar ambos presidentes, de modo, que si no lo logramos el uno de diciembre buscaremos otro momento. Lo importante es la intención, el interés», decía Ebrard.
Recelo desde Washington
El encuentro es visto con recelo al otro lado de la frontera y recupera miedos ancestrales hacia una deriva populista del gobierno de AMLO. Ya en la pasada campaña electoral, Washington advertía de evidencias de intromisión de Moscú en las elecciones presidenciales mexicanas, desmentidas inmediatamente por el propio Vladimir Putin y por el entonces candidato de Morena, López Obrador
Desde las filas del PRI y del PAN se acusó a Obrador de estar recibiendo fondos rusos para su campaña. «Estoy esperando que emerja el submarino ruso en el puerto de Veracruz porque me trae el oro de Moscu, ya soy Andresmanuelovich. Ahora vivo del oro de Moscú» comentaba AMLO en respuesta a las acusaciones de financiación ilícita por parte de Rusia al máximo representante de la izquierda mexicana.
La realidad es que hoy en México, apenas quedan vestigios significativos de aquella izquierda posrevolucionaria cercana a la Rusia de los años cuarenta, ni hay pruebas de existencia de comunistas ortodoxos como los que atentaban en Mayo de 1940 contra Trosky en tiempos del presidente Lázaro Cárdenas, el mismo que acogió a los dirigentes republicanos españoles en 1939.
Si hubiera que definir hoy el estado de ese segmento cercano a Rusia, el mejor calificativo seria, perdido entre mareas. El trasvase masivo de senadores del PRD (Partido de la Revolución Democrática) a MORENA, el partido de López Obrador, ha trasformado el panorama político y desdibujado el espectro de esa izquierda revolucionaria mexicana que durante 70 años se perdió entre las siglas del PRI (Partido Revolucionario Institucional).
Por el contrario, detrás de AMLO, de su partido y de los ideólogos que lo mueven (Yeidckol Polevnsky, presidenta de Morena o Alberto Anaya, dirigente del PT, ferviente defensor del régimen de Corea del Norte) hay ideales socialistas mas cercanos a las necesidades de un pueblo hambriento que al de los lobbies familiares que controlan la economía mexicana y han hecho de México una potencia económica gracias a los favores gubernamentales y a la desigualdad.
Dicen en Morena que la ideología de izquierda, la suya, es estar a favor de un modelo de desarrollo que responda a los intereses y necesidades de las mayorías y por ende, en contra de una minoría que concentre el poder en todas sus manifestaciones por medio de mayores canales de participación democrática. Y esto, secularmente, provoca irremediablemente el nerviosismo entre inversionistas y la fuga de capitales. Ese será el gran reto de AMLO: aunar crecimiento económico y reducir la brecha entre ricos y desamparados.
Una inversión históricamente limitada
Hasta ahora, la inversión rusa en México se había limitado al suministro de gasoductos, a la exploración petrolera en el Golfo de México por parte de Lukoil de acuerdo con la mexicana Pemex, y la venta de material de Defensa para las fuerzas Armadas través de Rosoboronexport, empresa del gobierno ruso suministradora de helicópteros, aviones, vehículos blindados y misiles.
Incluso la flota de aviones de la aerolínea mexicana Interjet cuenta con 22 aviones de pasajeros Sukoy-Superjet 100 en lugar de Boeing o Airbus.
Rusia ha venido incrementando sus inversiones en los últimos años con un crecimiento del 414% en un acercamiento nunca antes visto entre ambos países.
Mientras el presidente Trump levanta un muro de la vergüenza en los 3.200 kilómetros de frontera común, el Kremlin estrecha lazos de amistad y cooperación que ayudaran significativamente a la economía mexicana. En 2012 había 52 compañías rusas en México, 79 al termino del 2017 y en 2018 la progresión continua aumentando significativamente al igual que el interés de los rusos por conocer los destinos turísticos mexicanos.
López Obrador está decidido a emprender durante su mandato grandes retos en materia de infraestructuras que mejoren la calidad de vida de sus conciudadanos, especialmente en los estados históricamente más desfavorecidos. La prioridad hoy, es la puesta en marcha de un tren Maya que recorrerá 1500 km de las selvas de Tabasco, Chiapas, Yucatán, Campeche y Quintara Roo, con un presupuesto inicial de ciento cincuenta mil millones de pesos.
«Se necesitará financiación extranjera» dijo el presidente. Otro de los proyectos faraónicos es el canal que unirá el Pacifico y el Atlántico en el Istmo de Tehuantepec. Compañías españolas como Talgo, Sacyr o FCC tienen mucho que aportar. No hay que olvidar que España es, hasta ahora, el primer inversor de la UE y el segundo mundial después de EE.UU. Mañana quizás todo sea diferente. (EL ESPAÑOL)
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