ALFONSO VÁZQUEZ
Llegó septiembre, el mes patrio irrumpe con banderitas, banderas y banderotas, silbatos, sombreros y rehiletes tricolores. Se esperan acontecimientos desde el primer día cuando se cambian los poderes legislativos de ambas cámaras: senadores y diputados; así como se esperan las tradiciones que no se pueden dejar de lado: el Grito de Independencia y el desfile del 16 de Septiembre, cuando las calles del Centro Histórico de Saltillo se desbordan en estudiantes bien alineados marchando muy sincronizados.
Pero vamos por partes, estimado lector. Cada tres años, el 1 de septiembre los legisladores en nuestro país se renuevan y con esto, se renueva también la esperanza de hacer mejor las cosas. Claro que muchos de estos legisladores resultan más políticos que personas informadas y reflexivas, y muchos otros hacen de sus funciones legislativas un reducto de influencia y prepotencia… pero la esperanza de mejorar, es lo último que muere.
En la medida que avanza el mes, los festejos patrios comienzan a tomar un calor más intenso y menos nacionalista. Las tradiciones patrias se vuelven tumultuosas, con un vacío absurdo, todo es grandote pero no más grandioso, nada capaz de provocar acciones insólitas ni heroicas que terminen en canciones ruidosas de una banda de moda.
Pero, ¿qué es el patriotismo? “El patriotismo es el sentimiento que tiene un ser humano por la tierra natal o adoptiva a la que se siente ligado por unos determinados valores, cultura, historia y afectos. Es el equivalente colectivo al orgullo que siente una personas por pertenecer a una familia o también a una nación”, así lo define el diccionario, pero me gusta más la definición de Jorge Luis Borges: “Nadie es patria. Todos lo somos”.
En mis tiempos de infancia se nos inculcaba una serie de tradiciones patrias, la alegría era una buena dosis que teníamos para hacer el festejo, las maestras hacían una especie de altares nacionalistas, periódicos murales que daban a los Niños Héroes de Chapultepec un lugar especial, personajes que también eran los más representados y de más provocación de histrionismo amateur.
Los alumnos que montábamos la hazaña de los Niños Héroes nos embarrábamos de pintura roja para simular la sangre derramada, una sangre patria tan conmovedora que al final de escenificar el acontecimiento nos felicitaban efusivamente.
Todo esto que se hacía daba cuerpo a los símbolos que se celebraban: una defensa patria con el amparo de ella por el cadete que se envuelve y se avienta al vacío muriendo en el acto, o un grito que daba inicio a la lucha, como si se tratara de una competencia que tenía una meta de inicio y terminación.
En ese tiempo cuando el civismo daba voz a los discursos oficiales imponían días de asueto escolar o de trabajo.
“Cuando Jaime Torres Bodet, los maestros de primaria se valían de esta asignatura para enseñar normas de urbanidad y fomentar la disciplina escolar”. Como no había libros de texto gratuitos dedicados especialmente al civismo, los profesores se auxiliaban de manuales de buenas costumbres y de materiales hechos ex profeso para enseñar urbanidad. ¿Qué fue lo que sucedió? Que los maestros tomaron versiones libres: cada uno enseñó de todo en esos contenidos.
Pasaron los años, llegaron los libros y con ellos la alineación: “todo el siglo pasado y algo de lo que va en el presente, la preocupación central era que el civismo sirviera para reprimir los impulsos de la persona en bien de la civilidad».
¿Necesitamos en la actualidad reconsiderar los valores patrios? Seguramente sí, la patria ha estado vilipendiada y la solidaridad patria ya no se encuentra en abundancia.
Los símbolos pueden generar nostalgia, reavivar recuerdos y encender emociones variadas; de hecho, hay gente dispuesta a arriesgar su vida por ellos. “No se agotan en su significado literal sino que extraen su potencia y su fuerza, excediéndolos a sí mismos”, apunta Paul Ricoeur.
Ahora que la población está tan sensible a la inseguridad, cuando los problemas de migración rebasan las nacionalidades, cuando comienza un nuevo gobierno federal, los valores patrios deben cuidarse y deben ser guía de las acciones de los mexicanos.
¿Usted qué piensa estimando lector?
Autor
Otros artículos del mismo autor
- OPINIÓN25 mayo, 2021EL MESÓN DE SAN ANTONIO
- OPINIÓN17 mayo, 2021EL MESÓN DE SAN ANTONIO
- OPINIÓN11 mayo, 2021EL MESÓN DE SAN ANTONIO
- OPINIÓN4 mayo, 2021EL MESÓN DE SAN ANTONIO