Ciudad de México.- La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) define como agricultura orgánica el sistema de producción que trata de aprovechar al máximo los recursos de siembra, privilegiando la fertilidad del suelo y la actividad biológica. Asimismo, que minimiza el uso de recursos no renovables y no utiliza fertilizantes ni plaguicidas sintéticos.
Se trata de una técnica agrícola cada vez más utilizada debido a que permite optimizar la producción, reducir costos e incrementar las utilidades al suprimir gastos destinados a fertilizantes y plaguicidas; y también a que su impacto negativo al medio ambiente es menor. Pese a ello, en México esa técnica se encuentra en una etapa temprana de desarrollo, de la cual aún se desconoce mucho de su potencial.
En ese contexto, un diagnóstico del estado que guarda la práctica de la agricultura orgánica en México y que en una segunda fase busca capacitar productores para promover cada vez más su implementación, fue realizado por un equipo de investigación de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh).
En entrevista exclusiva para la Agencia Informativa Conacyt, la doctora Rita Elise Schwentesius de Rindermann, quien lidera el proyecto, explicó que gracias a este trabajo logró un inventario —base de datos— que contiene la proporción de tierras destinadas a la agricultura orgánica en México e identificó más de 150 productos certificados que derivan de esa técnica de cultivo.
“Se trata de una línea de investigación que iniciamos hace ya muchos años —1996— porque es información valiosa con la que no se contaba y que al recabarla nos permitió caracterizar y perfeccionar las diferentes técnicas de agricultura orgánica implementadas por los productores mexicanos. Asimismo, apoyarlas con paquetes tecnológicos que diseñamos y probamos de manera experimental”.
De acuerdo con la doctora, quien también forma parte del Sistema Nacional de Investigadores (SNI III), una vez que lograron identificar los principales productos orgánicos cosechados en suelo mexicano, se dieron a la tarea de trabajar, de manera experimental, con algunos de gran importancia económica y comercial, tales como el café, el aguacate y recientemente la naranja, entre muchos otros.
“En 2011 comenzamos a trabajar con productores en el estado de Oaxaca, donde aplicamos la metodología Chávez-Tafur y cuyos resultados fueron publicados en el artículo «Sistematización agroecológica sostenible como propuesta de desarrollo rural en Loxicha, Oaxaca, México», el cual describe la metodología y los resultados de la implementación de 29 parcelas demostrativas bajo modelos de producción orgánica que reportaron incrementos en la producción de café, maíz y aguacate”.
“De manera más reciente enfocamos nuestros esfuerzos en la producción de naranja, donde logramos incrementar la producción promedio por hectárea de 15.5 a 40 toneladas. Decidimos trabajar la naranja gracias a que se nos acercaron algunos productores de Veracruz y Puebla que tenían la inquietud de incrementar su producción”.
El primer paso es identificar pequeños productores cuyas tierras cuenten con potencial para incrementar la producción, después se realizan charlas informativas sobre lo que es la agricultura orgánica y en torno al beneficio —económico y ambiental— que tendrían si la implementan de manera efectiva.
“Tras los talleres informativos se les enseña a producir paquetes tecnológicos, es decir, mezclas tipo composta y sustancias para mantener control de plagas. Hemos probado con éxito en campos de naranja la conocida como supermagro —mezcla de pescados, huesos y excremento de ganado, así como microelementos— y para controlar plagas la combinamos con una mezcla llamada sulfocálcica”.
En paralelo, se aprovecha la participación de estudiantes tesistas de licenciatura y posgrado para que se encarguen de los análisis de suelo que permitan diagnosticar el estado que guarda y definir, con base en las necesidades de nutrientes específicas, el tipo de fertilizante natural más adecuado para implementar.
Asimismo, los tesistas a cargo de la doctora Schwentesius de Rindermann realizan investigaciones asociadas a la participación de microorganismos en los procesos de producción orgánica para identificar aquellos de interés por su participación en la aceleración de los procesos de producción.
De acuerdo con la investigadora, una elemento fundamental de las metodologías de agricultura orgánica es la diversificación productiva, misma que permite aprovechar todos los nutrientes del suelo y, a su vez, propiciar ciclos de regeneración adecuados. (CONACYT)
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