ALGO QUE VALE LA PENA CONTAR

 ALBERTO BOARDMAN 

 “La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta, es la misma que entre el rayo y la luciérnaga.” Mark Twain

Rara vez nos detenemos a pensar en el peso de las palabras. En castellano existen más 283 mil palabras registradas en el diccionario de la RAE, de las cuales el ciudadano promedio emplea apenas 300. Sólo hay una muy pequeña proporción de sinónimos completamente equivalentes, puesto que existe una palabra específica para cada cosa. Llegamos entonces al terreno de la “etimología”, el estudio de la estructura de cada vocablo, su significación original y evolución diacrónica.

Salimos de paseo el fin de semana y llegamos a la “alameda”, que tiene su antecedente inmediato en “álamo” (del germánico gótico “alms”) puesto que ciertas áreas verdes para pasear solían estar provistas de este tipo de árbol. Con el sufijo agregado “eda” (del latín “eta”, plural de “etum”) que significa “lugar en donde abunda la raíz”, la palabra terminaría por generalizarse hasta llegar a utilizarse para indicar una zona provista de árboles de todo tipo.

Cambiamos de rumbo y llegamos de visita al “Museo del Desierto”, nos encontramos con un “dinosaurio” neologismo conformado por las palabras griegas “deinos” (terrible) y “sauros” (lagarto), lo que da como resultado: “lagarto terrible”, y “brontosaurio”, “lagarto estruendoso”.

Nos detenemos a descansar y pedimos de comer una “pizza”, palabra usada en casi todos los países para referirnos a ese aplastado pan con queso y salsa de tomate, cuyo origen se especula proviene precisamente del participio femenino “pinsa” del verbo latino “pinsere” (machacar aplastar y apalear algo). Luego pedimos de postre un “chocolate” que, como sabemos, muchas de las palabras terminadas en “ate” provienen del náhuatl. De esta forma se suman: “xococ” (agrio) y “atl” (agua). Con el tiempo y probablemente una mala pronunciación hispana, “chocoatl” terminaría derivado en “chocolat” terminando por agregarse la “e” siempre eufónica para el castellano.

“Una palabra bien elegida puede economizar no sólo cien palabras sino cien pensamientos”. Henri Poincaré

 

Somos lo que hemos leído y esta es palabra de lector.

 

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