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 EDUARDO J. DE LA PEÑA

            Cuidado con las cortinas de humo, los espejismos y los debates estériles.

Justo ante eso estamos en la polémica que han reanimado sobre la posibilidad de que se vuelvan a autorizar las corridas de toros en Coahuila.

El tema y el momento se parecen mucho y hacen recordar aquéllas cortinas de humo tan usuales el sexenio anterior cuando estaban por abrir algún asunto que consideraban delicado y sembraban en la agenda mediática y social un tema polémico, generalmente relacionado con reformas legales, por ejemplo matrimonio o adopción entre parejas del mismo sexo, y así la atención pública se distraía y ya no hacía caso de la deuda o cualquier otra asignatura incómoda y pendiente.

Pero tenemos un nuevo gobierno estatal, que puede actuar y hacer cosas diferentes, no necesita de esos distractores ni aún ahora que está precisamente en proceso de reestructurar la deuda, que al margen de esto es algo justificado y necesario.

Claro que los interesados, ya sea porque son aficionados o se oponen a las corridas de toros, han comprado el tema y le entran a la polémica, que en su conveniencia la avivan los políticos.

Pero a los propios diputados les falta congruencia, por ejemplo Jaime Bueno Zertuche, funcionario del gobierno que ordenó prohibir las corridas y ahora diputado local, declaró que ante la polémica se necesita «un análisis y un estudio profundo», pero que se pudiera definir consultando a los coahuilenses.

O una cosa o la otra, en un «análisis y estudio profundo» se tendría que llamar, además de a los aficionados y los defensores de los animales, a expertos en temas económicos, sociales, culturales y jurídicos, pues en todo eso impacta que haya o no espectáculo taurino, y si se va a escuchar «la voz del pueblo» entonces que se olviden del estudio y los expertos, y lo dejen correr a ver quién gana.

Pero si utilizar tiempo y espacios para una polémica de este tipo es ocioso y estéril, destinar recursos públicos a ello resulta hasta irresponsable. No es posible que un estado en el que las finanzas públicas están quebradas, gaste lo mucho que puede costar una consulta pública para saber si la población quiere o no corridas de toros.

¿En realidad la quieren entrar a esa ruta?, ¿quieren tentar por ejemplo a Armando Guadiana, con interés personal en el tema, y volver a medir fuerza y capacidad económica? Si el resultado de una elección constitucional puede diseñarse y manipularse a gusto del que tenga capacidad económica para la movilización, con mayor razón una consulta mucho menos vigilada y reglamentada.

Ahora que si la idea es entrarle al tema de la consultitits que promueve López Obrador y dejar las decisiones en la sociedad, hay otras alternativas de participación ciudadana menos costosas.

Que se salga la parte oficial del tema de los toros, que no se destine un solo peso público a eso, y los que estén interesados que promuevan una Iniciativa Popular y se gasten su dinero, si quieren y si lo tienen, en recabar las firmas necesarias para llevar el asunto a votación al Congreso. Tan sencillo.

Conscientes de que abundar en el tema es precisamente caer en el juego de la cortina de humo, es necesario sin embargo precisar algunos puntos, pues se han manejado grandes imprecisiones.

Primero habría de recordarse que cuando se prohibieron las corridas no se consultó a nadie, se disfrazó como iniciativa por el trato digno de los animales y se trataba en realidad de una revancha personal contra Guadiana, al que terminaron por regalarle una bandera que le dio reflectores, oportunidades políticas y de negocios a nivel nacional, pues ahora él como personaje y su ganadería de toros bravos son conocidos y tienen las puertas abiertas en todos los estados del país.

Segundo, no es cierto que estén prohibidas las peleas de gallos como se ha venido diciendo. En un principio hubo esa intención, pero el gobierno anterior recapacitó cuando criadores de las llamadas aves de combate, sobre todo en el norte de Coahuila, les hicieron ver el peso que esa actividad tiene en la vida económica de varios municipios.

El Ejecutivo y el Legislativo tienen publicadas diferentes versiones de la Ley de Protección y Trato Digno a los Animales, pero en todo caso ambas coinciden en la fracción segunda del Artículo 20, «Queda prohibido en el Estado de Coahuila de Zaragoza por cualquier motivo: Las peleas de perros, o cualesquiera otros animales entre sí o con ejemplares de otra especie; a excepción de las peleas y el casteo de gallos en las que habrá de observarse las disposiciones legales aplicables», disposiciones que por cierto no se precisan en ningún lado.

Tercero, es incorrecto, y tal vez hasta tramposo, mezclar el tema de las corridas de toros con la reapertura de yonkes y casinos, pues unas se prohibieron con el argumento de evitar la tortura de los animales –que jurídicamente ya les demostraron que ese concepto no existe– y los otros se cerraron para quitar fuentes de financiamiento a la delincuencia organizada.

El gobierno anterior tomó muchas medidas, drásticas y valientes, para retomar el control que complicidades y conductas permisivas habían trasladado al hampa, eso hay que reconocerlo y no ceder en esa estrategia, pero si el tema es seguridad, están más vinculadas las peleas de gallos y los cruces de apuestas en los palenques a los grupos delictivos, que la fiesta brava. De ello sobran evidencias y testimonios.

Y aún en el tema de casinos, habría que revisarlo, cierto que las máquinas «tragamonedas» en barrios, colonias y ejidos sirvieron para mantener a células del crimen, pero no necesariamente los casinos que operaban formalmente, pagando impuestos y regulados por la ley.

Con la prohibición de esas salas de juego y de cruces de apuestas deportivas, tampoco se sanó a la sociedad de conductas ludópatas, si en todo caso ese era el propósito, lo que ocurrió es que se les abrió una oportunidad de negocio a quienes tienen esos establecimientos en estados vecinos  y a quienes diariamente organizan viajes de Coahuila a Nuevo León, por ejemplo, para ir a los famosos bingos.

Y se fortalecieron las loterías clandestinas, que se siguen celebrando cada viernes en las colonias, y ahora bajo una mecánica más sofisticada, donde cada participante deposita en un Oxxo sus 200 pesos –lo que muchos de ellos ganan en un día– y pueden pasar la tarde jugando diez «tablas» con la esperanza de ganarse un electrodoméstico. El dinero nadie sabe a dónde va, pero impuestos no paga.

Entonces esto va más allá de la polémica y de los intereses políticos, si se viera realmente como un asunto de fondo. Pero no es esto lo que hoy importa en Coahuila, los diputados y el gobierno en general tendrían que estar enfocando su tiempo, recursos y esfuerzo en grandes pendientes como la crisis del sector salud, pues tanto el privado como el público están colapsados; la quiebra de los fondos de pensiones; reorientar los criterios de crecimiento y desarrollo urbano e industrial; el deficiente servicio de transporte público; y problemas sociales como la violencia urbana, el suicidio y los embarazos adolescentes.

Como sociedad nos toca decidir si seguimos dejando que los políticos nos distraigan y se distraigan con lumbritas como las corridas de toros o si los llevamos y le entramos todos a lo realmente trascendente.

Autor

Eduardo De la Peña de León