MEGALODÓN

VÍCTOR BÓRQUEZ NÚÑEZ 

Megalodón es un entretenimiento veraniego que, a diferencia de la inmortal ‘Tiburón’ de Steven Spielberg (1975), carece de profundidad y peca de querer ser más de lo que en realidad es: una sencilla historia que entretiene mientras dura, que puede impactar con efectos especiales interesantes pero que no es, ni por lejos, un aporte a la gran cantidad de películas sobre tiburones que se popularizaron desde que el Rey Midas de Hollywood descubrió la receta ideal para asustar a los veraneantes de los años setenta. 

Imposible no recordar “Tiburón”, sí, la mítica e insuperable historia de un escualo que aterroriza a los veraneantes de un balneario en 1975. Fue una época notable, cuando el Rey Midas de entonces, Steven Spielberg, demostró que para asustar no había que mostrar sino sugerir, demorar lo más posible la aparición de un tiburón blanco que aparecía justo para sembrar pánico en uno de los veranos más calurosos de los años setenta.

Y cuando se compara este filme con la película de Spielberg, “Megalodón” sale perdiendo, porque carece de la suficiente fuerza argumental para transformar una simple historia en una reflexión sobre el encuentro del hombre con el monstruo, del ser humano versus la naturaleza, como sí ocurría en la lejana y siempre recordada “Tiburón”, de 1975.

El argumento de “Megalodón” es entretenido y se refiere a que existe un lugar que jamás ha sido visitado por el ser humano, se trata del punto más profundo del planeta, mucho mayor que la fosa de las Marianas. A ese sitio quiere acceder un grupo de investigadores, como parte de un millonario programa internacional de vigilancia submarina.

De este modo, logran encontrar el lugar, traspasar la barrera natural que lo protege, pero su sumergible es atacado por una gigantesca criatura que todos creían extinta, el gigantesco megalodón, un tiburón de casi 23 metros, producto de lo cual la tripulación queda atrapada en el interior del averiado submarino.

La única persona que podría lograr rescatar a ese grupo es Jonas Taylor (Jason Statham), aunque no cuenta con la simpatía de algunos por un accidente del pasado en donde él no logró salvar a la totalidad de la tripulación.

Pero como el tiempo parece agotarse, lo contactan para que logre salvar al equipo atrapado y vencer a la extraña criatura que vive en el fondo del mar desde tiempos ancestrales: un mortífero tiburón prehistórico antecesor del gran tiburón blanco, conocido como Megalodón.

Es probable que el temor a lo desconocido y la natural necesidad de pensar en los misterios que todavía guardan las profundidades del océano sean los elementos que ayuden para el éxito de estas películas que siempre se centran en la eterna lucha entre el hombre y la naturaleza, que viene desde “Moby Dick” y que encontró su punto más alto en la película de Spielberg.

El problema es que hay demasiados filmes con tiburones de protagonistas, pero ninguno se acerca a la inquietante cinta que conmovió a toda una generación y que todavía hoy resulta un modelo a seguir.

“Megalodón” está basada en el libro de ciencia ficción Meg: Una Novela de Terror Profundo, escrita por Steve Alten, y cuya sencilla historia -un grupo de científicos que deben enfrentarse a un inmenso tiburón al que todos creían extinto, que de pronto emerge en las costas de China y amenaza con devorarlo todo- toma muchas ocurrencias de “Tiburón”, al punto que la secuencia que transcurre en el balneario, en el tramo final, es sino una copia de la del filme de Spielberg, al menos un homenaje algo velado.

Titulada en inglés como The Meg, esta producción chino-estadounidense está dirigida por Jon Turteltaub quien, al menos, le imprime bastante humor cuando corresponde y saca adelante con cierta dignidad un filme que en otras manos habría naufragado, literalmente.

Así, en síntesis, es la película ideal para el verano, demostrando cuán tontos pueden ser los seres humanos cuando sus ambiciones superan a las advertencias de la Naturaleza, aunque claro, eso siempre se ha sabido.

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El Heraldo de Saltillo
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