TIEMPO DE OPINAR

 JOSE VEGA BAUTISTA

Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado. Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar. Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar. Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse. Su tiempo el buscar, y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar. Su tiempo el rasgar, y su tiempo el coser; su tiempo el callar, y su tiempo el hablar. Su tiempo el amar, y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz.

Después de haber vivido en México una campaña política intensa en todos los sentidos, es tiempo de volver a la calma, tiempo de serenarse y convertir toda la energía en razonamientos objetivos y constructivos: tiempo de opinar.

La sociedad civil despierta a la autoconciencia política, sólo puede engendrar una vida pública donde sea posible una comprensión en el mismo lenguaje sobre intereses comunes.

La gran fuerza que han adquirido las «benditas redes sociales» han permitido que cada vez más la opinión pública sea la opinión del pueblo. Por ello cada vez es más necesario que este nuevo instrumento de la sociedad sea utilizado con la visión de que la doctrina de la opinión pública, como fuerza gobernante, constituye una forma singular de la relativización del Estado al pueblo y de la identificación del poder del Estado con la voluntad del pueblo.

La opinión pública es opinión de voluntad política en forma racional, por lo cual no se agota nunca en la mera imitación y el contagio psicológico colectivo. La importancia de la opinión pública para la unidad estatal, dice Heller, es tanto mayor cuanto más precisa y comprensivamente se haya condensado en juicios políticos firmes y a menudo indiscutidos.

Sólo la opinión pública firme posee, en su juicio, cierto carácter unitario y constante, frente a lo cual la fluctuante opinión de cada día es considerada, en la mayoría de los casos acertadamente, como veleidosa, crédula y contradictoria.

Hegel dice que la opinión pública entraña en si los principios sustanciales y eternos de la justicia, el contenido verdadero y el resultado de toda constitución, de toda la legislación y de la situación en general, en forma de sana razón humana, como base moral que a todos penetra bajo el aspecto de convicciones, conteniendo además las necesidades verdaderas y las rectas tendencias de la realidad. Por lo tanto: es tiempo de opinar.

 

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El Heraldo de Saltillo
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