Con la finalidad de conocer de forma más profunda la realidad de las mujeres de la región sureste de Coahuila, especialistas de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Coahuila (UA de C) desarrollan estudios de género, enfocados en las mujeres de esta zona de la entidad.
A través de dos proyectos, las investigadoras abarcan tanto a las mujeres que se desarrollan en el medio urbano como aquellas que viven en el sector rural de la región. Una investigación dirigida a conocer las condiciones de inserción laboral y la conciliación vida-trabajo de mujeres en la ciudad; y otro proyecto, enfocado en entender los procesos de empoderamiento en mujeres participantes en proyectos productivos en el sector rural de Saltillo y municipios aledaños.
Estos estudios tienen como objetivo conocer de manera más integral el contexto en el que se desarrollan las mujeres del estado. A pesar de ser proyectos distintos y sus protagonistas vivir en condiciones y lugares diferentes, las investigaciones tienen puntos en común sobre la situación sociocultural y económica de la mujer de Coahuila.
En entrevista para la Agencia Informativa Conacyt, las especialistas de la Facultad de Psicología de la UA de C detallan cada uno de estos estudios de género y enfatizan que este tipo de investigaciones no trata de centrarse en la mujer, sino en entender y conocer la dinámica entre géneros, para propiciar un desarrollo social con base en la equidad de género y la igualdad de oportunidades.
Conciliación vida-trabajo en mujeres de la ciudad
Durante cinco años, investigadoras de la Facultad de Psicología de la UA de C, conjuntamente con especialistas del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), han estudiado las condiciones en que las mujeres se han insertado en el ámbito laboral en las zonas metropolitanas de Saltillo, Coahuila, y Hermosillo, Sonora.
“En este trabajo llevamos cinco años. Surgió bajo una necesidad, donde hemos observado que conforme pasa el tiempo hay un incremento de las mujeres en el ámbito laboral. Sin embargo, las investigaciones nos hablan que esta incorporación ha sido bajo condiciones de discriminación y desigualdad”, indicó la doctora Alicia Hernández Montaño, profesora investigadora de la Facultad de Psicología de la UA de C.
El estudio se realizó con mujeres de las zonas metropolitanas de Saltillo y Hermosillo. Un total de 850 mujeres de las áreas educativas y manufacturera. Los criterios de selección fueron: mujeres económicamente activas, mayores de edad (18 años cumplidos), con trabajo remunerado formal o informal y contar mínimo con un hijo (a).
A partir de los resultados preliminares de esta investigación, las especialistas obtuvieron que las mujeres obtienen menores salarios, en ocasiones trabajan bajo condiciones precarias, incluso sufren de acoso por parte de los mismos compañeros de trabajo.
Hernández Montaño comentó que existen discursos que abordan la inserción de la mujer en el ambiente laboral en condiciones de equidad e igualdad. Pero, aunque la incorporación de la mujer en el mercado laboral ha cambiado la dinámica familiar, no necesariamente significa que ha modificado la estructura de género.
“El hecho que las mujeres salgan a trabajar ha modificado la dinámica de la familia pero no necesariamente la estructura de género. Cuando las mujeres salen a trabajar no dejan de realizar las tareas de casa. Salimos a trabajar pero tenemos que regresar al ámbito doméstico para continuar con otras actividades como el cuidado y la educación de los hijos, lo que va generando una doble o hasta triple carga de trabajo en las mujeres”.
De acuerdo con la especialista, el cambio de dinámica pero no de estructura de género se refiere a que los hombres se han involucrado más en las actividades domésticas; sin embargo, el trabajo en el hogar no se distribuye de forma equitativa e igualitaria.
“Esta es una de las partes que llaman la atención, decían que hombres y mujeres estamos en condiciones de igualdad porque las mujeres han salido a trabajar. Sin embargo, vemos que salir a trabajar, para las mujeres (más las labores domésticas) les genera cargas de trabajo que se representan en otro tipo de padecimientos de orden físico y emocional como el estrés, la depresión, la ansiedad, etcétera”, resaltó Hernández Montaño.
El estudio también reveló que trabajar genera en las mujeres un sentido de utilidad y tiene un impacto positivo en su autoestima.
“Una parte muy interesante es el sentido de utilidad que les da a las mujeres poder trabajar. Es decir, tiene un impacto positivo en su autoestima, quizás porque es un ámbito donde adquieren reconocimiento, contrario a lo que sucede con las tareas del hogar, que son tareas que no producen (en el sentido económico), que no reciben ningún salario y aparentemente no tienen ningún impacto hablando en términos monetarios”, puntualizó Hernández Montaño.
Además de la sensación de utilidad, otro dato que arrojó el estudio es que las mujeres continúan encargándose de la crianza y cuidado de los hijos, a pesar de trabajar. Incluso esto genera conflictos con la pareja, por lo que las mujeres deciden renunciar a ascensos laborales, tomar trabajos de medio tiempo o dejar de trabajar.
Al hablar sobre el tiempo libre, las mujeres indicaron que lo dedican de forma importante al cuidado o actividades con los hijos: salir a pasear, jugar, ir al cine, etcétera.
“Esta parte es bien interesante, porque es un dato que también podemos trabajar con las mujeres. La concientización de que hay diferentes facetas que tenemos las mujeres, esta es una parte como cuidadoras, pero también hay una parte importante en la individualización, identificar nuestras necesidades, gustos y deseos como personas en lo particular”, subrayó Hernández Montaño.
Empoderamiento de las mujeres en zonas rurales
Lugares como Tanque del Cerro, San José de la Joya y La Encantada en Saltillo, algunos ejidos en Arteaga, El Clavel y Narigua en General Cepeda, son localidades de la zona rural que poco figuran en el mapa, a diferencia de la capital del estado de Coahuila. Sin embargo, en estas comunidades también existen cuestiones de género que es necesario abordar.
Ante esto, la doctora Itzia María Cazares Palacios, profesora investigadora de la Facultad de Psicología de la UA de C, estudia los procesos de empoderamiento de mujeres de zonas rurales de la región sureste del estado, que participan en proyectos productivos.
“El tema de género vinculado en este sector rural es un tema de gran importancia, pero también es un tema olvidado (…) Las mujeres rurales desempeñan funciones muy importantes en la economía de sus comunidades, no solo por las actividades de cuidado y domésticas que evidentemente representan una aportación muy valiosa”, indicó.
La especialista resaltó que las actividades que realizan las mujeres rurales son muy relevantes, entre otras cosas, porque satisfacen las necesidades alimentarias de los miembros de su familia, participan en la preservación de la biodiversidad y, en algunos casos, en la gestión del agua; aspectos valiosos para la reproducción de la vida humana, social y comunitaria, pero que no impactan de forma positiva en su posición de género.
“Hay diversas instancias que otorgan financiamientos para mujeres rurales, con la finalidad de incrementar su autonomía económica y empoderamiento. Acudir a estas fue la estrategia inicial a través de la cual empezamos a contactar a las mujeres; sin embargo, no fue un proceso fácil”, señaló Cazares Palacios.
Las mujeres de estas comunidades desarrollan proyectos como tortillas hechas con nopal, productos basados en nuez, productos herbolarios de higiene personal, crianza de animales (en menor medida), etcétera.
Cazares Palacios comentó que se está analizando si estos apoyos financieros contribuyen a sus procesos de empoderamiento individuales y colectivos; sin embargo, añadió que las mujeres de estas localidades enfrentan obstáculos estructurales e instrumentales que afectan la producción de cambios en la dimensión individual y colectiva: pobreza, bajos montos en los financiamientos, falta de tiempo o doble jornada y cuestiones medioambientales como la carencia de agua.
“Estos procesos de empoderamiento colectivo no son procesos que se dan en un corto plazo. Los programas sociales pueden ser muy valiosos, pero la manera en que son desarrollados presentan dificultades”.
La investigadora recalcó que el proceso de empoderamiento en un nivel individual implica aspectos importantes como la autodeterminación, la autoestima, sentido de autonomía, entre otros. El empoderamiento, además, cuenta con una dimensión colectiva y de las relaciones cercanas, las cuales son fundamentales en la transformación en las relaciones de género.
“La transformación de estas relaciones de género implica que las mujeres tengan márgenes de acción más amplios que les permitan un mayor acceso, uso y control de los recursos sociales, económicos y políticos. Sin embargo, esto no es un tema sencillo; si bien ha habido avances, sobre todo en el terreno legislativo y, en la actualidad algunas mujeres han conquistado espacios públicos, el ámbito más complicado para lograr esto es el privado, con la familia”.
La especialista enfatizó que las mujeres de comunidades rurales no es que carezcan de poder, sino que este no es reconocido, sobre todo para la economía mercantil. Por otra parte, desde la academia no se pueden evaluar los procesos de empoderamiento de mujeres rurales con indicadores dirigidos a mujeres urbanas.
En el estudio han participado hasta el momento 31 mujeres de zonas rurales de la región sureste de la entidad. Se han identificado factores que impulsan o inhiben su empoderamiento en tres dimensiones: individual, relaciones cercanas y colectivas.
Dentro de los resultados preliminares destacan: en la dimensión individual, los factores que facilitan su empoderamiento están asociados con el conocimiento sobre sus derechos como mujeres, con la percepción de ser sujeta de derechos tales como vivir sin violencia, y con la autoestima. Por otro lado, se observa que los factores que lo inhiben son el machismo, la falta de control del tiempo, violencia por parte de la pareja, tanto en cuestiones económicas y mediante el aislamiento.
Dentro de la dimensión de relaciones cercanas, las redes de apoyo y amistades entre mujeres, el control de ingresos económicos y decisiones en negocios detonan procesos de empoderamiento; sin embargo, en muchas ocasiones, de forma limitada.
“Las mujeres al tener ingresos y control sobre el dinero, comparten la administración de estos recursos con sus parejas, pero al preguntar de quién son los animales, la tierra o algún otro bien, señalan que el dueño es la pareja. Esto te habla de que no ha habido una transformación en las relaciones de género y que la propiedad privada continúa siendo un tema de hombres restringiendo de esta forma sus capacidades”, detalló Cazares Palacios.
Como parte de los factores que inhiben su empoderamiento en esta dimensión, están la pobreza y normas socioculturales asociadas a una distribución inequitativa en el trabajo.
En tanto, en la dimensión colectiva, la ausencia de diagnósticos, monitoreo y seguimiento de los proyectos, así como procesos psicosociales relacionales, como el chisme, son elementos que no facilitan el empoderamiento colectivo. En contraparte, el respeto y la organización en pequeñas actividades que generen ingresos impulsan la autonomía de las mujeres.
“En la dimensión colectiva, enfatizaría el chisme como factor inhibidor del empoderamiento colectivo, es algo que fragmenta o rompe con la posibilidad de organización y cohesión”, puntualizó la investigadora.
Estudios a futuro
Respecto al futuro del proyecto Conciliación vida-trabajo en mujeres de la ciudad, la investigadora Hernández Montaño mencionó que, a partir de este estudio, surgirá la validación de una escala de conciliación vida-trabajo en mujeres, compuesta por ocho ejes principales. Esta escala será empleada para desarrollar un diagnóstico sobre la situación de trabajadores y toda la comunidad de la universidad.
“El siguiente paso es también conocer de manera más particular qué está pasando al interior de la universidad, porque hemos salido a trabajar pero es un tema que atraviesa mucho a nuestra comunidad, y queremos saber cómo está, hacer el diagnóstico para partir de nuestra casa y empezar a generar estrategias que permitan mejorar la condición tanto de hombres como mujeres”, añadió la especialista.
Dentro del proyecto de Empoderamiento de mujeres en zonas rurales, la doctora Cazares Palacios comentó que seguirá vinculándose con grupos de mujeres organizadas en la región y ampliarse hacia otras zonas de la entidad, como la región de La Laguna.
“Me interesa conocer desde la perspectiva de las propias mujeres, cuáles son sus estrategias de resistencia frente a todas estas situaciones que afectan su vida, incluida la violencia por razones de género, qué ha pasado, cómo han resistido y en qué condiciones, es lo que me interesa seguir estudiando los próximos años; esto, para seguir haciendo visible su agencia, sus capacidades y poderes, de momento en zonas rurales y quizás después en las mujeres que laboran en el sector industrial”.
Las especialistas coinciden que se deben pensar los estudios de género como un tema integrador que implica la relación entre ambos sexos para un desarrollo social, y no un ámbito exclusivo de mujeres.
“No hay que pensar el género como un tema solo de mujeres, eso es un desacierto que hay en la comprensión de la temática. Es un concepto relacional, comprende las relaciones que se establecen entre hombres y mujeres. Sin embargo, de forma muy importante se abona en la comprensión y lectura de la realidad social con y desde la perspectiva de las propias mujeres”, subrayó la doctora Cazares Palacios. (CONACYT)
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