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EDUARDO J. DE LA PEÑA DE LEÓN

            Hay verdades indiscutibles, como el hartazgo ciudadano; la indiferencia del poder hacia esa realidad; la cascada de errores en que incurrieron PAN y PRI durante el proceso electoral; el fenómeno en que se puede convertir un hombre que llega a crear hasta fanatismo y generar un efecto que jale a todos los demás candidatos de su partido, y muchas otras que por estos días se han estado ventilando para intentar explicar lo qué pasó, pero también hay datos que leer, tenerlos presentes y analizar.

Si el triunfo de López Obrador suena lógico y era esperado, no ocurre lo mismo con los resultados que finalmente tuvieron otros candidatos de MORENA en Coahuila.

No se veía a Armando Guadiana Tijerina ganando la Senaduría, por ejemplo. Ese triunfo lo ubica hoy en la circunstancia de reclamar y tener el control de ese partido en Coahuila, donde era quizá la figura más emblemática pero nunca se había vinculado realmente con la organización, su jugada era siempre en el proyecto y la agenda de AMLO.

Hoy se pone un paso adelante de Javier Guerrero, que se perfilaba para ser el conductor de la reorganización de un partido que estaba en la marginalidad y tiene de pronto todo el poder. Hace tres años no llegaron a 45 mil votos, Guadiana el año pasado llegó a 151 mil y ahora gana con más de 400 mil.

El perfil de este político y empresario es mucho más cómodo que el de Guerrero para quienes desde dentro y fuera de Morena quieren el control.

Pero, ojo, Javier Guerrero también es un ganador de este proceso, se analizará más adelante.

Además, los resultados del domingo llevan al Senado a Verónica Martínez, otro perfil cómodo, y descartan a Jericó Abramo, con activos, vida política y proyecto propios. Se la volvieron a hacer, igual que hace tres años cuando de ser el político mejor evaluado en Coahuila lo dejaron con la votación más baja de los siete distritos en la entidad. No aprendió del error y no formó estructura propia, se abandonó en las mismas manos.

La fórmula de Verónica y Jericó tuvo en Saltillo 53 mil votos menos que la planilla del PRI para la alcaldía, que este año tuvo 12 mil votos más que en 2017. Entre 46 mil y 50 mil votos les habrían dado el triunfo en la entidad y habría dos senadores priistas de mayoría por Coahuila, lo que no ocurre desde 1994 pues esta es la cuarta elección en que quedan en segundo lugar.

Aún y cuando logre salvar su diputación, que está en riesgo por una apretada diferencia de mil 800 votos y que se definirá hasta el fin de semana cuando termine el recuento, a Fernando de las Fuentes Hernández lo mandaron otra vez a la lona. Sí, se lo volvieron a hacer.

Y, otro dato que debe quedar para algo más que el anecdotario, el domingo al PRI en Coahuila no le funcionó el sistema que reporta la afluencia de la estructura a las casillas.

Además, los resultados del domingo diluyen al PAN en la entidad y quitan del camino a dos de sus figuras más visibles, Guillermo Anaya Llamas e Isidro López Villarreal, que a unos cuantos meses de haber concluido su gestión en la alcaldía se disputa apretadamente el segundo lugar en su distrito con un desconocido, Jesús Arturo Del Bosque, que sin hacer campaña ya consiguió más de 49 mil votos en su primer aventura política.

Todo puede ser consecuencia de esas verdades indiscutibles que referimos al inicio, o de una feliz casualidad, que dicen en política no existen, pero parece un escenario construido para favorecer a un grupo específico, acostumbrado y con la capacidad de crear sus circunstancias a la medida.

En cuanto al caso de Javier Guerrero, sí se le atraviesa Guadiana, pero en la elección del domingo refrendó activos muy valiosos. Los triunfos de Claudio Bres Garza en Piedras Negras, de Melba Farías en el tercer distrito y de Patricia Grado Falcón en la alcaldía de San Pedro, lo fortalecen. La doctora Grado contendió efectivamente con las siglas del PAN, pero es definitivamente del grupo de Javier.

Habíamos hablado desde semanas anteriores de una reconfiguración en el escenario político, y es ante lo que estamos. Una realidad en que seguramente el gobernador Miguel Riquelme está analizando sus opciones y estrategias, que bien ejecutadas le pueden plantear un buen porvenir a Coahuila, y con ello a él.

Vienen para Riquelme los tiempos de administrar y gobernar, tomar el control del aparato estatal y conducir a la entidad, adicionalmente operar la sucesión y su futuro. Se hacen necesarios ajustes en el equipo y no es remoto que incluso se tengan que entregar cabezas, una señal para abrir caminos con el nuevo régimen.

Uno de los primeros cambios tendría que ser en la Secretaría de Gobierno, y no porque José María Fraustro haya tenido un mal desempeño o carezca de aptitudes, al contrario, es hábil, un buen conciliador y conducto eficiente con muchos grupos. Si sale del cargo actual hay que ubicarlo en otro, aprovecharlo.

Pero el gobernador necesita alguien que además de todo eso sea de su equipo, sin proyecto personal, que ponga orden sin titubeos en el gabinete, en el partido, en el Congreso, en las alcaldías y donde sea que se estén gestando nuevos proyectos políticos, pero además sensible y con la capacidad de comunicarse tanto con los grupos locales tradicionales como con los que ahora arriban al poder.

También se ve necesario cambiar a la dirigencia del PRI. Ahí queda un perfil como el de Jericó Abramo, a quien deben de abrirle un espacio, y no solamente en un acto de justicia, sino porque tiene activos locales y nacionales que son útiles para Coahuila y el gobernador. Además ha demostrado que sabe ser institucional.

Mantener vigentes a Fraustro y Jericó le daría equilibrio a la carrera sucesoria que hoy dibujan como definida para un solo prospecto,

Y un apunte final, hoy que los priistas andan buscando explicaciones, culpables y traiciones, no pasen por alto la forma en que Blas Flores y Javier Díaz trabajaron en contra de su partido, desatando semanas antes de la elección y sin la autorización del gobernador una cacería de contribuyentes que llegó a lo ilegal y terminó por colocar los últimos clavos en el ataúd tricolor. Las casualidades no existen.

Autor

Eduardo De la Peña de León

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