ALFONSO VÁZQUEZ SOTELO
Volver sobre los pasos
Estaba terminando un cuento esa tarde, habían pasado una serie de eventos en la población que alarmaron con rumores de todos los tamaños a toda la gente del pueblo, no tenía un bolígrafo, me urgía para escribir en un “papel de revolución”, la pluma fuente que ocupaba se expandía de forma dispersa en este papel poroso dejando manchas más que escritura clara y nítida. Fue lo único que no había previsto en el viaje, mi compañero y buscamos en el pueblo a don Juan, si el propio Juan Rulfo que nos enseñaba de una forma práctica como forjar buenos cuentos.
En esta ocasión era muy temprano, lo encontramos en atrio de la iglesia, en la iglesia era uno de los sacristanes que tenían como misión salvaguardar la funciones básicas de la iglesia.
Vestía una chamarra de color café claro, camisa de manga larga color lúcido bien planchados, los pantalones tenían la línea bien marcada, traía una barba de días, aunque limpio olía a lavanda, daba la imagen de un señor maduro preparándose a un buen morir, como los viejos que creían en el cielo y en la vida eterna. Y buscaban morir en paz y en su pueblo.
Había llegado a la población que lo vio nacer hacia un buen tiempo. Alcanzaba a convivir con pocos coetáneos, muchos se habían muerto otros tenían la memoria extraviada los pocos que tenían memoria se movían con dificultad para ellos seguían llamándolo Juanito el amigo que un día se fue del pueblo llevándose la niñez y lo entrañable de una amistad que aun perduraba, un amigo que tenía reputaciones locales y las asignadas desde fuera.
Él volvió sobre sus pasos como un renacido, sentía que el pasado, su peso y su memoria lo hacían marcar una pausa en sus respuestas y afirmaciones, esa manera en la que cruzan las ideas en la vida con otra realidad la cual aceptaba como apareciera y sin sobresaltos.
La opinión de los de su terruño le tenía sin cuidado. Los que tenían que opinar ya lo habían dicho además ¿que podría hacer un tipo viejo y bueno con toda la vida puesta en una salida existencia en el último tramo de su existencia? Su vida aquí era suave como el plumaje de un cisne, era vida nueva, más íntima, donde su preocupación era ser feliz los últimos días de su existencia. Que le puede preocupar a un converso, a un tránsfuga que regresa al pueblo mirando con ojos cansados la alegría de un buen amanecer.
No tenía opinión de política, ni de religión, pensaba que estos asuntos siempre dan problemas pues apasionan y dispersan los ánimos.
El verano le daba vuelta en sus propias palabras; este es el tiempo del sagrado corazón. Ahora sus reflexiones eran intensas pero ya no anotaba nada pues los asuntos anotados en la libreta tienen una oportunidad de tiempo de realizarse el ya no lo tenía, siempre quería estar listo, con la carga ligera, sin maleta lista quería caminar hacia una vida eterna, su voz discreta apaciguaba la tarde con inteligencia y moral reforzada.
La noche de café y frijoles refritos le recordaban una niñez remota que acurrucaba debajo de la almohada como una caracola que le hacía escuchar el mar lejano.
¡Para donde vas Juan! le decían festivos y sarcásticos a lo que contestaba paciente contestaba paciente “para allá que es para arriba y cuando regrese para acá será de bajada” todos reían como rumor de pasos que se van.
Juan se fue haciendo tan mimético en el solar que pronto recobro el pasito local, las formas de saludo, pero el habladito nunca lo recobro como que ese hablar materno se había muerto también en su exilio cuando salió huyendo a buscar nuevos horizontes.
Nosotros agradecíamos esta opción de enseñar cuentos para mi amigo y yo. Algo paso en las hojas de papel revolución, se iluminaron como una fogata que nos hizo una agradable fogata con leña de ideas.
La verdad no nos costó trabajo llegar al pueblo donde él estaba solo tuvimos que resistir el cansino ambiente de donde estaba, esperar los tiempos en que dedicaba a enseñar y sus prácticas religiosas.
Enseñar no era decir “muchas cosas, sino mucho” (non multa sed multum) le preocupaba formar una mente ordenada donde los nuevos conocimientos no fueran una mancha sino información útil.
Después de misa, el calor ya apretaba, don Juan, se quitó la chamarra, se arremango la camisa y luego nos indicó donde estaba el mercado, ahí hay rica birria y menudo y si no quieren eso, hay queso de vaca y de cabra, nopales y una tortillas exquisitas, nos guío con la mano la que levanto mecánicamente entre saludando y despidiéndose.
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