Xalapa, Veracruz.- Existe evidencia epidemiológica que señala la relación entre la diabetes mellitus tipo 2 y la poca duración del sueño, aunque todavía falta más investigación para recabar otros datos que fortalezcan esta tesis, afirmó el doctor Jaime Morales Romero, del Instituto de Salud Pública (ISP) de la Universidad Veracruzana (UV).
La diabetes mellitus tipo 2 puede presentarse con síntomas recurrentes como sed, visión borrosa y pérdida de peso. Sin embargo, estos síntomas no resultan ser graves y por tanto no se aprecian con facilidad. Por esta razón, se producen cambios antes de llegar a la etapa del diagnóstico. Esta clasificación supone 90 por ciento de los casos de diabetes.
De acuerdo con la investigación que realiza Morales Romero, la pérdida de sueño, el cronotipo (hora de levantarse y de dormir, así como actividades diarias) y el jet lag social (relación entre la cantidad que se duerme entre semana y sábados y domingos) son factores de riesgo que están asociados al desarrollo de esta enfermedad. Tales rasgos resultan novedosos porque no son tomados en cuenta con regularidad cuando se estudia el cuadro diabético.
“La duración corta del sueño y su calidad pobre, así como la duración prolongada, puede resultar en enfermedades crónicas. En el caso del cronotipo, este se modifica con la edad. Los adolescentes, por ejemplo, tienen un cronotipo tardío, pero puede cambiar según el ambiente”.
Se considera que estos datos son novedosos, pues podrían cambiar el rumbo de la atención médica y el tratamiento, así como la prevención oportuna de la enfermedad. Esto implicaría, asegura el miembro del ISP, un avance significativo tanto en los estudios como en las aplicaciones de los mismos.
Los hábitos de sueño se han reducido en los últimos 50 años. Además, como dato histórico, desde 1910 a 2005 hubo una disminución porcentual de 24.4 por ciento a nivel mundial. De esta manera, la modificación al ritmo circadiano de las personas ha sufrido un cambio en términos mayores si se compara con otros periodos.
Entendida como una enfermedad sistémica crónica y degenerativa, apunta Morales Romero, a nivel mundial se estima que existen unas 425 millones de personas, en un rango de 20 a 79 años, con este problema. A medida que incrementa la edad, aumenta el riesgo de padecerla. México, en 2017, obtuvo el quinto lugar de los países con más casos, solo después de China, India, Estados Unidos y Brasil. Visto de manera global, ese mismo año cuatro millones de ciudadanos murieron, por lo que resultó ser una de las principales causas de fallecimiento.
Así, destaca el también miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) que la variación en el sueño —junto con factores como el exceso de peso, la edad avanzada o una inadecuada alimentación— también es fundamental al momento de tratar y analizar la enfermedad, que en el país representa una reducción de esperanza de vida en más de 10 años.
Investigación médica y su repercusión en políticas públicas
El especialista precisó que, a pesar de las investigaciones que internacional y nacionalmente se están realizando para ver la relación entre el sueño y la diabetes, hasta el momento en ningún documento oficial se habla de dormir bien como sugerencia para evitar este tipo de enfermedad. Aún se trabaja con un esquema aplicable para hace 10 o 15 años, pero que no puede seguir tal y como está, teniendo en cuenta el avance en la materia.
El investigador de la UV sostiene que se debe dar un paso notable en estos temas, desde el punto de vista político, por lo cual la Norma Oficial Mexicana tendrá que actualizarse e incluir en sus recomendaciones, además de las tradicionales, dormir bien para evitar algún problema de diabetes.
También considera que debe existir un trabajo colaborativo entre el sector que integra la investigación médica en México y la clase política, con la finalidad de que las autoridades tomen las mejores decisiones al respecto de políticas públicas en materia de salud, sobre todo en temas como la diabetes que representa una de las enfermedades más recurrentes. De esta manera se podría tener un impacto social real desde la academia.
“El personal de salud debe prepararse integralmente para dar un trato digno y profesional. Los científicos deben generar las mejores evidencias posibles y los políticos tomar las mejores decisiones con base en las mejores evidencias. La población, por su parte, necesita exigir un mejor personal de salud, mejores científicos y mejores políticos”. (CONACYT)
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