EDUARDO J. DE LA PEÑA
La reunión que tuvo Javier Guerrero en Torreón con ex alcaldes priistas y empresarios como Mario Valdés Berlanga, y que decidieron hacer pública, no es cosa menor. Dirán que Heriberto Ramos Salas, Carlos Román Cepeda y, sobre todo, Javier Garza de la Garza no tienen activos en las otrora llamadas bases, ni mucho menos control sobre la muy famosa y costosa estructura, pero sí los tienen en otros sectores.
Es innegable la influencia de esos personajes en grupos de empresarios y profesionistas, justo en ese sector que va a definir la elección, en el que le urge al PRI. Sus allegados, y los que no lo son pueden encontrar en su acercamiento con MORENA esa luz que esperan para definir su voto.
Nada es casual. Recordemos cómo inició su campaña interna el candidato del PRI a la alcaldía, José Antonio Gutiérrez Jardón, acomodándose en el discurso del cansancio ciudadano con los políticos tradicionales, los de toda la vida, un reproche directo a liderazgos que no les faltaban motivos para alejarse de ese partido donde ya les habían dicho de todas las formas posibles que son prescindibles, que la estructura y el presupuesto son todopoderosos y no los necesitan.
Aún las más conservadoras encuestas hablan de una diferencia insalvable entre Gutiérrez Jardón y el puntero, Jorge Zermeño Infante, y casi en empate técnico con el ex panista Ignacio Corona, hoy candidato de MORENA. Algo extraordinario tendría que ocurrir para que el resultado de la elección sea diferente.
Si se confirman los pronósticos de las encuestas, la sorpresa para el abanderado del PRI a la alcaldía será que precisamente fue derrotado por un político de toda la vida, como igual le sucederá en Torreón, en Coahuila y en México a su candidato a la Presidencia de la República.
Zermeño va por su tercera elección como alcalde, en comicios municipales no ha perdido nunca. Está por cumplir setenta años de edad, tiene militancia en el PAN desde hace cincuenta, desde 1991 vive del servicio público, no ha estado exento de escándalos por su desempeño oficial, su vida personal y la familiar. Si no es ese un político tradicional, ¿entonces quién sí? Caso muy parecido el de Nacho Corona, con más de veinte años en la política y la nómina oficial.
Andrés Manuel López Obrador también va por tercera ocasión tras el mismo cargo. Tiene más de cuarenta años de vida política activa, su desempeño público como Jefe de Gobierno en la Ciudad de México tuvo episodios escandalosos, no ha podido explicar –entre otras muchas cosas– cómo le ha hecho para mantener una campaña en todo el país durante 18 años, su vida personal y familiar igualmente se ha visto cuestionada. No hay duda, él y sus principales operadores son políticos tradicionales, de toda la vida.
¿De qué están cansados entonces los ciudadanos? Habría que revisarlo el dos de julio.
Pero ni esos escenarios, ni las razones que les llevaron a alejarse del PRI, deben dejar tranquilos de conciencia a Javier Guerrero, Heriberto Ramos, Carlos Román Cepeda, Javier Garza, Mario Valdés Berlanga y todos los empresarios que decidieron hacer pública su definición en esta elección.
Unos habrán reaccionado por la incertidumbre y la urgencia de acercarse nadando a la no menos incierta seguridad de la orilla. Otros calculan cómo seguir sus negocios con el poder, y algunos más sacan cuentas: si gana MORENA le van a hacer falta perfiles en futuras elecciones, ese partido no tiene liderazgos sólidos ni de prestigio en la entidad. Ya se vieron continuando su carrera, las siglas son lo de menos.
Pero hay una responsabilidad histórica y se les estará recordando si efectivamente el resultado es el pronosticado, y si el país resulta más empinado de lo que ahora está.
Para muchos de ellos su apuesta es la del Gatopardo, que todo cambie para que todo siga igual. Pero que quede claro, están viendo por sus intereses, sus carreras, sus ambiciones, sus negocios, no por México.
–o–
Otro que va en irremediable caída libre es Isidro López Villarreal, y parece que lo disfruta, lleva año y medio hilando derrota tras derrota pero no pierde la sonrisa.
Isidro perdió primero la nominación del PAN a la gubernatura, después no logró retener la alcaldía para su partido, tampoco consiguió que su yerno fuera reelecto como diputado –con las siglas del PRI–, intentó y no pudo que algún allegado contendiera este año por la presidencia municipal, y hasta en la elección presidencial ya perdió pues su apuesta original era Margarita Zavala, que primero se salió de su partido y ahora hasta de la contienda.
Lo único que conserva es el buen talante, aunque caiga en imprudencias en entrevistas y discursos.
Bien dijo su tío y asesor de cabecera Rosendo Villarreal Dávila a un periodista cuando Isidro ganó la elección hace cinco años, que intentaron hacerlo cambiar hasta que se dieron cuenta que era mejor dejarlo ser.
Y sí, seguramente los panistas prefieren que en plena campaña esté en cuanto torneo de gol pueda, son sus terrenos, le va bien, lo disfruta.
Habla Isidro que lo van a acusar de empobrecimiento ilícito, por lo que asegura perdieron sus negocios cuando fue alcalde, es de dudarse. Realmente lo que perdió y dilapidó fue su capital político y social, con una rapidez asombrosa, producto de haberse rodeado de pésimos asesores y colaboradores rapaces. Ni remedio hay.
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