Los llamaba “Los Galácticos”. Lo hacía para ganarse su confianza. Eduardo entrenaba a jóvenes de 13 años en el club de fútbol Can Trias (Viladecavalls, Barcelona). Y tenía a tres favoritos. A los tres galácticos les decía que eran los mejores y los ponía siempre de titulares. A uno incluso le concedió la capitanía del equipo. Estableció con ellos una relación de camaradería extrema, casi fraternal. Era como su hermano mayor. Les compraba regalos, los invitaba a comer y a cenar, se los llevaba al cine, los subía a su casa de Terrassa a ver películas y a jugar a la Play Station. Y una vez allí…
“No las podría contar, pero tal vez abusó de mí unas 200 veces”. Lo declara uno de los tres chicos, el capitán de los tres galácticos; una de las tres víctimas de presuntos abusos sexuales continuados durante dos años. El diario digital publicó en su sitio de internet que sus otros dos amigos también denuncian abusos, pero hablan de entre 8 y 15 veces. El capitán, en cambio, ha perdido la cuenta. Habla de más de 200 abusos “y de dos y tres veces al día”, asegura este chico (cuyas iniciales no podemos reproducir, por mandato expreso judicial). Él tiene ahora tiene 24 años, pero denuncia que los hechos sucedieron cuando él todavía era un adolescente. “Por eso no dije nada. Porque era muy pequeño y tenía miedo”.
Miedo a Eduardo L.E., el entrenador, Una especie de depredador sexual nacido en 1988 y residente en el barrio de Can Parellada de Terrassa. Se le imputan numerosos delitos sexuales, todos relacionados con abusos a menores. Porque el de los tres galácticos no es el único caso por el que está sentado en el banquillo. En este juicio se le acumulan las acusaciones. Y es que a raíz de las primeras denuncias, empezaron a salir casos y casos. Como por ejemplo un adolescente al que conoció de fiesta, un niño al que le pidió fotos masturbándose, otro menor de edad al que le consiguió un trabajo en una discoteca a cambio de sexo, otro al que emborrachó y drogó para abusar de él, una niña de 14 años a la que penetró a cambio de trabajo… Por todos estos delitos piden para Eduardo más de 80 años de prisión.
Todo empezó con “Los Galácticos”
Pero con ‘Los Galácticos’ empezó todo. Corría la temporada 2007/08 y Eduardo entrenaba a los infantiles del Can Trias. Eligió a tres de sus jugadores del equipo y se ganó su confianza. Con los tres tenía un trato especial. Les invitaba a comer, a cenar, al cine… pero mucho más con el “Capitán”. A él incluso le regaló una camiseta de fútbol y unas botas de Albert Luque, el exfutbolista de Terrassa (Barcelona) que en aquel entonces era uno de los grandes ídolos de los jóvenes de la ciudad.
Los tres adolescentes coinciden en que el procedimiento era siempre el mismo: “Eduardo nos subía a su casa y nos ponía una película en la salita. A veces estábamos los tres juntos. Otras veces por separado. De repente nos mandaba a su habitación. Nos decía que nos quitramos los tejanos y nos pusiésemos un pantalón corto de deporte. Entonces nos empezaba a dar masajes en las piernas. Iba de fisioterapeuta. Luego subía sus manos hasta los muslos y al final nos las metía en los genitales. Nos masturbaba o nos hacía felaciones”, coinciden los tres “galácticos”.
Pedía a los adolescentes que le penetrasen
A veces los ponía a todos en círculo y se masturbaban todos juntos. Otras veces, Eduardo se puso a cuatro patas y les pidió que lo penetraran. “No llegué a hacerlo pero lo intenté. Y no lo conseguí porque no tuve una erección. Éramos muy pequeños y no sabíamos qué hacíamos”, declara otro de esas tres víctimas. En sus declaraciones, los tres coinciden en que el ‘Capitán’ fue, con mucho, el que más sufrió los abusos. El entrenador tenía una especie de adicción con él y se lo llevaba a casa a diario, dos o tres veces, y le practicaba felaciones o le obligaba a masturbarlo.
A Eduardo lo echaron del Can Trias por mal comportamiento. Todos coinciden en que era un entrenador muy conflictivo. Ganador, pero demasiado temperamental. Se enojaba en casi cada partido. No era un buen ejemplo para los niños. Ese mismo temperamento explosivo lo trasladaba a sus abusos sexuales. Cuando alguno de los tres chicos se negaba a masturbarle, él lo agarraba del cuello y lo amenazaba.
El misterioso cese en Sabadell
Ahí empezó un periplo por diversos clubes de fútbol de la provincia de Barcelona. De todos salió más o menos mal. En Sabadell estuvo a punto de conseguir un ascenso histórico con un equipo de juveniles, pero fue cesado misteriosamente antes de lograrlo. Nadie en el club dio explicaciones de puertas hacia fuera. Desde dentro hablan de una fiesta que Eduardo organizó con varios jugadores de la plantilla, menores de edad algunos, en su casa. Todos borrachos.
Entretanto, Eduardo trabajaba en una discoteca para adolescentes. Allí los engatusaba. Primero se ganaba su confianza. Luego los emborrachaba y les daba a fumar marihuana. Después se los llevaba a casa con el pretexto de que había montado una fiesta a la que iba a asistir un montón de gente. Los chicos llegaban, seriamente perjudicados, y veían que no había nadie más. Que se habían quedado a solas con él, y con sus facultades muy mermadas por el alcohol y las drogas. Entonces Eduardo repetía la pesadilla: los llevaba a la habitación les ordenaba que se desvistiesen, les daba un pantalón corto de deporte y allí abusaba de ellos. Así lo hizo con otro de los chicos que declaró.
Daba trabajo a una niña a cambio de sexo
También ofrecía trabajo a cambio de sexo. Lo hizo con una chica de 14 años, a la que consiguió un trabajo como relaciones públicas de una discoteca de Sabadell. A cambio de eso, la penetró en varias ocasiones y le ordenó que le mandase fotos sexuales. Fotos que luego intercambiaba con otros chicos menores de edad para conseguir más material pedófilo.
Después volvió al pueblo de Viladecavalls, pero curiosamente esta vez en la otra orilla: pasó a entrenar a adolescentes en el Viladecavalls, el equipo máximo rival del Can Trias. La directiva de aquel club tardó muy poco en darse cuenta de que algo no funcionaba: se enteraron de que Eduardo le pedía dinero a sus jugadores de 13 y 14 años. Les aseguraba que les devolvería el doble de lo prestado, pero nunca lo hacía.
“Sabíamos que tenía problemas de dinero. Nos habían dicho que se lo gastaba en apuestas deportiva y en juegos de casino”, recuerda Abel Martínez, el coordinador del club, al que también le pidió 300 euros. “Jamás me los devolvió y lo acabé echando del club”, explica. Tras el cese, Abel comunicó la decisión a los jugadores. En un grupo de Whatsapp les aclaró a los chicos los motivos por los que había despedido a su conflictivo entrenador: “Les pregunté si a alguno más le faltaba dinero, para ver cómo lo podíamos solucionar. Entonces uno de los niños me escribió por privado y me confesó que a él dinero no… que a él le pedía otras cosas. Me mostró unas capturas de panatalla en los que Eduardo le preguntaba si se masturbaba, si la tenía muy larga, si le podía pasar vídeos sexuales…”.
La primera denuncia y el efecto dominó
Abel Martínez fue la persona que interpuso la primera denuncia contra Eduardo. Los Mossos empezaron la investigación y en breve tuvieron pruebas suficientes para detenerlo. El caso salió en prensa. Y a partir de ahí, el efecto dominó. El resto de víctimas empezaron a denunciar. Primero los tres ‘galácticos’. Luego, el chico al que había emborrachado en la discoteca. Después, la niña de 14 años a la que penetró en un par de ocasiones a cambio de trabajo.
Aquella denuncia consiguió que los chicos perdieran el miedo a denunciar. Todo ello, de la mano de Abel Martínez, que además de ser la persona que impuso la primera denuncia, se implicó para que el mayor número posible de afectados denunciara los abusos. “Hemos conseguido que muchos hablen, pero también estamos seguros de que fueron muchos más casos que nunca saldrán, porque los jóvenes tienen miedo o por vergüenza”.
Los tres ‘galácticos’ sí que perdieron el miedo a denunciar, pero no el miedo a vivir. Lo ha contado en el juicio uno de los tres, visiblemente nervioso, que ha lamentado no sólo haber dejado el fútbol y cualquier práctica deportiva, sino que tras los abusos no ha vuelto a ser la misma persona: “Desde entonces sigo en tratamiento, con psicólogo y con psiquiatra. Además he tenido muchos problemas en mi vida sexual. El carácter me cambió y nunca he vuelto a ser el mismo”. (EL ESPAÑOL)
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