San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.- Tu estilo de vida y comida favorita no solo influyen, para bien y mal, en tu salud como tal vez pensabas hasta ahora, sino también en la de tus hijos e hijas.
El ácido desoxirribonucleico (ADN) está íntimamente ligado a unas moléculas cuyos patrones reciben el nombre de epigenoma, el cual regula el modo en que los genes se comportan o expresan, activándose o desactivándose.
A grandes rasgos, el epigenoma puede facilitar que un gen se convierta en proteína y por tanto se manifieste; o todo lo contrario, impedir que se codifique en mensajero y posteriormente se convierta en proteína y se manifieste. Esto no es bueno ni malo por sí mismo, es solo un mecanismo de adaptación al ambiente, pero significa que el epigenoma reacciona a factores externos y uno de esos factores es la dieta.
Es decir, lo que comes modifica lo que eres, pero también puede modificar el modo en que se expresarán los genes de tu descendencia “cuando las modificaciones al código epigenético tienen lugar en el ADN de células gaméticas”. Porque sí: algunos códigos epigenéticos son heredables.
Plantas en la dieta tradicional
A partir de lo anterior, Orquidia G. Méndez Flores, investigadora del programa Cátedras Conacyt, comisionada a El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), en San Cristóbal de Las Casas, realiza un estudio sobre plantas presentes en las dietas tradicionales de Chiapas, Tabasco, Quintana Roo, Campeche y Yucatán.
El objetivo es buscar cuáles son los componentes bioactivos de estos alimentos que modifican de forma positiva el epigenoma de la población local, favoreciendo así una señalización metabólica saludable en su organismo.
“Investigaremos plantas que sirven para preparar alimentos tradicionales consumidos en el sureste de la república: momo (hierba santa o acuyo, en otros lugares), chipilín, chaya, matalí (…) Todos estos son alimentos tradicionales que hay que rescatar, describir y estudiar”.
Este trabajo —explicó la doctora en ciencias con especialidad en genética y biología molecular— forma parte de un estudio de reciente inicio y que durará alrededor de diez años, realizado en colaboración con otra catedrática Conacyt comisionada a la unidad Villahermosa de Ecosur, la doctora Xariss Sánchez Chino.
“Todo esto es un poco etnomedicina porque está relacionado con las plantas de uso medicinal y comestible. Así, tenemos que cruzar un poco información con lo que ya se conoce, como la descripción de las propiedades de ciertas plantas desde el punto de vista cultural y sus tendencias de uso. Y aunque también existen ya algunos datos experimentales, son todavía pocos los trabajos que describen y refuerzan por la vía experimental lo que se dice que es bueno de esas plantas. Es decir, sí tenemos una base de inicio, pero todavía hay mucho que hacer de investigación científica. De este modo esperamos contribuir al estudio de enfermedades metabólicas y su relación con la nutrición”.
Entrevistada por la Agencia Informativa Conacyt, dijo que no buscan moléculas en específico, sino que “pueden ser de naturaleza química diversa, como flavonoides, terpenos, proteínas, lípidos (…) Dependerá de los antecedentes de cada alimento. Realizaremos experimentos con sus extractos, y claro, los extractos más completos tendrán que ser probados en células”.
Individualidad genética de las plantas
La investigadora comisionada a Ecosur explicó además que las propiedades de una misma planta pueden variar de una región a otra y, por tanto, tener mayores o menores efectos dependiendo de factores ambientales.
“Igual que en nosotros, también las plantas tienen individualidad genética. Son diferentes por comunidades, con variantes que dependen incluso del ambiente y del suelo. Por ejemplo, las propiedades o la cantidad de componentes bioactivos positivos de una planta en Chiapas, quizá no sean las mismas en ejemplares de Tabasco. Por otro lado, los seres humanos también reaccionamos diferente a la dieta. Por eso es deseable que médicos y nutriólogos individualicen los tratamientos en la medida de lo posible, con dosificaciones adecuadas para cada persona, a lo cual contribuyen investigaciones como estas”.
No obstante, señaló, sí es posible realizar algunas aseveraciones generalizadas. “Por ejemplo, es mejor no cocer demasiado ciertos alimentos. Al vapor y al dente favorecen el aprovechamiento de la constitución química de los alimentos. Siempre que no sean tóxicos, pueden también ser consumidos crudos, pero con un adecuado proceso de higiene”.
Nutrición genómica
La inocuidad y seguridad alimentaria, como parte de la nutrición genómica, aborda aspectos como el procesamiento de los alimentos, el empacado y la inclusión de aditivos. Por ejemplo, el solo uso del plástico libera muchos BPA (bisfenol A), que son disruptores endocrinos en los alimentos. Analizar la forma en que todas estas moléculas van a modificar lo que somos, también es parte de la nutrición molecular.
“Por otro lado, la pobreza está siendo marcada por la obesidad, debido a que los alimentos no saludables tienden a ser más baratos. No obstante, existen también alimentos baratos que sí son saludables. Por eso hay que hacer un trabajo de educación. Este es un trabajo que requiere de muchas ramas de la ciencia: genéticos, biólogos, médicos, nutriólogos, sociólogos (…) Muchas áreas y enfoques”. (CONACYT)
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